La arquitectura
moderna japonesa: Tange Kenzō, la piscina olímpica, I
Después del artículo de la semana pasada en el que hablé del gimnasio de Takamatsu, hoy toca hacerlo de la
obra más emblemática de Tange Kenzō: su piscina y pabellón polideportivo
construidos para los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964.
Este conjunto magistral cumple en octubre, el mes próximo, cincuenta años. Ante tal efeméride no
podemos menos que desearle una larga vida para que generaciones futuras puedan
seguir admirando su discreta elegancia, uno de los rasgos del mejor arte
japonés de todos los tiempos.
Dada la enjundia de esta obra, verdadera referencia mundial
en lo que se refiere a edificios deportivos y paradigma aún no superado por el
que siento especial devoción, mi texto ha ido creciendo sin apenas darme
cuenta. Como consecuencia, y a pesar de haber eliminado muchos de los
comentarios que tenía escritos, a veces demasiado personales, en total serán cinco
los artículos que dedicaré a la piscina y pabellón de Tange. Así pues y sin más
preámbulo, empiezo ya.
El acceso a los
pabellones
La ilustración siguiente muestra el emplazamiento del
complejo olímpico proyectado por Tange. Podemos observar que la piscina tiene
dos accesos abiertos a sendas plazoletas, una de ellas compartida con la
única entrada al pequeño pabellón polideportivo. Todas están comunicadas por
una especie de paso elevado para uso exclusivo de peatones e independiente de
la circulación de los vehículos, cuyo tráfico se desplaza al nivel inferior.
Por el lado sur y en ese nivel inferior se sitúan los
accesos a los vestuarios, a las zonas de calentamiento, que incluyen otra piscina, y
a todas las áreas de gestión, servicios e instalaciones. En esa parte del solar
se encuentra el aparcamiento de coches y autocares.
Con esa organización de las circulaciones, el público accede a los dos edificios por
la zona alta de sus respectivos espacios interiores, hecho que obliga a descender
por el graderío para alcanzar sus primeras filas. Esa forma de llegar hasta las butacas
es la contraria de la que se empleó en el gimnasio de Takamatsu que comenté la semana pasada. Allí, Tange creaba un recorrido ascendente, dado que situó la pista por encima de la vía pública. Sin embargo, en Tokio esa circulación es descendente, pues la piscina y pista se
encuentran por debajo del nivel de la pasarela y plazas exteriores.
Tange Kenzō: Piscina y
gimnasio olímpicos, 1964, Tokio. Foto en Arthur Drexler: Transformaciones en la arquitectura moderna. Gustavo Gili, 1981. |
En la fotografía anterior se aprecia perfectamente esa
especie de pasarela con forma de L que conduce a las entradas de ambos
pabellones y que parte de una plaza frente a uno de los accesos a la piscina (esquina
inferior derecha de la foto) y llega a otra desde donde se ingresa en el pabellón
y la piscina (parte alta de la foto). En la zona central izquierda se aprecia
el aparcamiento situado en el nivel inferior que también sirve de entrada a los
deportistas.
Las cubiertas de los
pabellones
Con esa distribución, se consigue una de las características
más importantes y destacables de todo el proyecto. Dado que la pista y piscina
se encuentran por debajo del recorrido de aproximación a los dos
pabellones, las cubiertas de ambos se convierten en las verdaderas protagonistas
del conjunto, algo muy lógico dada su excepcional concepción y resolución
formal.
A medida que nos vamos acercando a los dos pabellones, la
suave pendiente de sus cubiertas parece darnos la bienvenida. Pero será al
atravesar sus puertas de entrada cuando, una vez en el interior, nos reciban
con un caluroso “gesto”. Si exteriormente ya nos impresionaron, una vez dentro
siguen asombrándonos con su majestuosa ondulación. Pero vayamos por partes.
Tange Kenzō: Piscina y
gimnasio olímpicos, 1964, Tokio. Foto en David B. Stewart: The Making of a Modern Japanese Architecture. Kodansha, 1987. |
La fotografía anterior se ha tomado desde fuera del recinto de
los pabellones propiamente dicho. En ella se aprecia la pasarela
elevada por encima del nivel donde se sitúan el aparcamiento y la entrada de
deportistas y servicios. Incluso desde ese punto de vista lejano, se puede constatar
que las cubiertas son las verdaderas protagonistas del conjunto. Apenas existen
fachadas en el sentido convencional del término, solo unos anillos perforados que parecen
volar sin apenas tocar el terreno.
La cubierta de la piscina
Pero analicemos, empezando por la piscina, cómo se llegaron a crear formas tan singulares. En primer lugar, la estructura de la piscina de Tange
se basó en modelos y cálculos empleados en puentes colgantes y que aquí se
utilizaron por primera vez en un edificio de grandes dimensiones. Pero el
mérito no es exclusivamente del arquitecto japonés, sino que debe mucho a la
pericia de sus colaboradores, los ingenieros Tsuboi Yoshikatsu (1907-1990) (en algunas textos aparece incorrectamente 1908-1980) y
Kawaguchi Mamoru (1932-), quienes por cierto también trabajaron con Arata
Isozaki en el proyecto del pabellón olímpico de Barcelona 1992. La piscina de
Tokio, con su capacidad para 15.000 espectadores, fue en su día el edificio con
la mayor estructura tensada del mundo.
Tange Kenzō: Piscina olímpica, 1964, Tokio. Foto en The Japan Architect, noviembre 1964. |
La piscina de Tokio, se cubre con una cubierta semejante a
las de los puentes colgantes. Su “espina dorsal” está formada por un par de
gruesos cables apoyados en dos grandes columnas de hormigón separadas 126
metros y que luego se anclan en unos bloques semienterrados en el terreno 44 metros más allá de cada uno de
aquellos soportes. Eso puede observarse en la sección de la ilustración anterior.
En los dibujos siguientes se aprecia perfectamente el
esquema de su techo. Los dos cables principales se arriostran mediante otros
de menor sección que parten de ellos y se anclan en los dos anillos de hormigón que abrazan el volumen del pabellón. Cada anillo de forma elíptica es la prolongación de uno de los dos
soportes mencionados y se empotra en el bloque opuesto que recibe los cables
principales. Obsérvese los dos elementos que unen esos dos bloques por la parte
inferior del pabellón.
Dibujo: GreatBuildings.com. |
Dibujo: WikiArquitectura. |
En la ilustración anterior de la izquierda se aprecia que gracias a esos cables secundarios, a su vez arriostrados perpendicularmente por otros, los dos principales se separan en el centro de la cubierta, un efecto que se aprovecha para crear el amplio lucernario que ilumina el interior, como veremos en otro artículo.
Para resistir los fuertes empujes del viento que
frecuentemente azota al archipiélago nipón, en los apoyos de esos cables
principales se colocaron amortiguadores que Tange decidió pintar de color rojo
para que fueran visibles. Ese detalle se aprecia en la anterior fotografía.
Dibujo: GreatBuildings.com. |
En los dibujos anteriores se puede
comprobar que el espacio interior de la piscina es un círculo de 120 metros de
diámetro, mientras que los dos anillos que abrazan al edificio exteriormente le
otorgan una apariencia elíptica. Ni visualmente al aproximamos a la piscina ni
cuando acedemos a su interior ni casi cuando contemplamos los croquis y
esquemas de las ilustraciones nos damos cuenta de que la planta de la piscina
es en realidad un círculo.
El cálculo de la
cubierta
Otro de los aspectos que convierten en especiales a los
pabellones olímpicos de Tange fue que tanto su fase de diseño y proyecto como la
de ejecución de las obras fueron extremadamente cortas. Unos meses para
la primera y un año y medio aproximadamente para su construcción. La obras se
iniciaron en enero de 1963 y los Juegos Olímpicos se inauguraron en octubre de
1964.
El equipo formado por las oficinas de Tange y Tsuboi
trabajaron incansablemente de una manera entonces impensable: en vez de dibujar
planos a partir de esquemas estructurales prefirieron realizar modelos
tridimensionales basados en su intuición. Un método que por los resultados
obtenidos resultó idóneo.
Durante la fase de proyecto se ejecutaron más de diez
maquetas a escala 1/100 y 1/30 que una a una se discutían en cada reunión. Una
vez decidida la solución para la piscina, se repitió el proceso para el
pabellón, partiendo de un planteamiento semejante. En la ilustración siguiente
se muestran algunas de esas maquetas que se sometieron a pruebas
mecánicas.
Herramientas de
cálculo
En la década de los sesenta del siglo pasado, las
estructuras suspendidas aplicadas a edificios resultaban innovadoras y poco conocidas. Una de sus
ventajas era su relativamente económico costo debido al discreto peso del acero
en relación al hormigón y, otra, el reducido volumen interior que encerraban si se comparaba con otros modelos estructurales que cubriesen la misma superficie,
algo que mejoraba su acústica, casi siempre bastante deficiente en ese tipo de
ambientes.
Han transcurrido cincuenta años desde que se inauguraron los
pabellones olímpicos en 1964 y eso lo debemos de tener muy en cuenta. Desde la
autosuficiencia, a veces un poco altiva, que nos proporcionan los enormes
recursos informáticos para el cálculo y diseño de estructuras y formas
complejas que tenemos al alcance de la mano hoy día, no somos conscientes de
los precarios medios de que disponían en 1962 Tange y Tsuboi.
Como referencia, pensemos que no fue hasta 1965 cuando IBM
lanzó al mercado ordenadores de la serie 360 que tenían estas, hoy ridículas,
prestaciones: memoria interna 8 Kb, que podía ampliarse
hasta llegar en casos muy excepcionales a los 8 Mb, y capacidad de almacenamiento 256 Kb, también ampliables a 512,
768 o 1024 Kb. Creo que sobran comentarios.
La semana próxima continuaré hablando
de la piscina olímpica de Tange y la compararé con un par de obras de otros
arquitectos que pueden considerarse precedentes de la del japonés.
Si deseas ampliar la información gráfica de este artículo,
te recomiendo que entres en mi blog Arquitectura de Japón, donde hay un
artículo con solo fotografías de los pabellones olímpicos de Tange.
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