martes, 19 de noviembre de 2019

Extracto de "Arquitectura moderna de Japón"

Historia de la arquitectura moderna japonesa
Ofrezco a continuación un extracto de mi libro Arquitectura moderna de Japón, publicado por Satori Ediciones este mes de noviembre.

En sus 281 páginas y 252 fotografías se narra la historia de la arquitectura de Japón desde el año 1868, cuando el país empezó a descubrir las técnicas y estilos occidentales, hasta las más sorprendentes e innovadoras propuestas de sus jóvenes arquitectos actuales.

El libro se puede comprar en cualquier librería, en la web de la editorial Satori en Amazon.

En este blog he publicado otras tres entradas con información sobre el libro, una con el índice de contenido, otra con el texto de su introducción y otra con sus datos completos.

A continuación inserto un extracto de un apartado del libro dedicado a la etapa más fructífera de uno de los maestros de la segunda mitad del siglo XX, Tange Kenzō. Las fotos que he insertado aquí son las del libro.

Puedes ver el índice y más de veinte páginas de su interior en la plataforma ISSUU si clicas en este enlace.
Extracto de Arquitectura moderna de Japón

El pabellón y la piscina olímpicos de Tokio de 1964
La piscina y el gimnasio olímpicos de Tokio proyectados por Tange Kenzō e inaugurados en 1964, siguen siendo cincuenta años más tarde la obra maestra del japonés y una de las indiscutidas referencias mundiales de esas tipologías. Su asentamiento en el terreno, la interrelación de sus volúmenes, su resolución formal, sus asombrosos interiores y la claridad de sus detalles los han convertido en paradigmas de la arquitectura moderna universal.

Para el acceso de los espectadores a ambos edificios, Tange creó una plaza peatonal elevada de rugosos adoquines, mientras que tanto la circulación de los deportistas hasta sus vestuarios como el recorrido de los vehículos hasta su aparcamiento los relegó a un nivel inferior. Por otro lado, situó el vaso de la piscina y la cancha del pabellón por debajo de aquella explanada exterior. Con esa decisión logró dos efectos. El primero, que sus cubiertas se convirtieran en las protagonistas de las diferentes perspectivas que se obtienen durante la aproximación a sus respectivas entradas, una decisión muy lógica dada su excepcional concepción y ejecución. El segundo, que en el momento de acceder al interior de ambos edificios, dado que se realiza desde su parte alta, sus techos suspendidos se descubrieran como vistosos elementos inesperadamente cercanos, al tiempo que reflejaban la elegante curvatura de sus cubiertas.

Tange diseñó la estructura de sus pabellones basándose en modelos y cálculos empleados en la construcción de puentes colgantes. Pero el mérito no se debió solo al arquitecto japonés, sino también a la pericia de sus colaboradores, los ingenieros Tsuboi Yoshikatsu y Kawaguchi Mamoru. La piscina de Tokio se cubre con una cubierta suspendida formada por un par de gruesos cables de más de treinta centímetros de diámetro, los cuales se apoyan en dos grandes columnas de hormigón separadas ciento veintiséis metros, para luego anclarse en unos bloques de hormigón semienterrados en el terreno cuarenta y cuatro metros más allá. La piscina de Tokio fue en su día el edificio con la mayor estructura tensada del mundo. Pero su interior no resulta menos sugestivo que su exterior, pues su techo ondulado, partido en dos por un lucernario central, parece suspendido en el aire merced a los ventanales que perforan los muros perimetrales.  

105.- Tange Kenzō: la piscina olímpica de Yoyogi, 1964. Tokio. Foto: Wikimedia Commons.

A pesar de que el tamaño y aforo del pabellón polideportivo son mucho menores que los de la piscina, cuatro mil espectadores frente a los quince mil de esta, su concepción es muy semejante. Como en ella, mantiene la misma idea de un anillo perimetral de hormigón que se perfora con ventanas a modo de óculos y en el que se hace descansar una cubierta suspendida. En este caso, un único pilar a modo de mástil soporta un cable principal que, partiendo de su extremo y tras realizar un giro helicoidal forzado por los otros secundarios que se anclan en el cerco exterior, se dirige hacia un gran bloque de hormigón empotrado en el terreno. No se puede negar que se trata de un modelo inicialmente sorprendente, aunque de una lógica estructural inapelable y, por supuesto, con una resolución espléndida.

Como hizo en la piscina, Tange englobó el interior del gimnasio en un círculo o, mejor dicho, en dos descentrados: uno para la cancha y otro para la gradas. También igual que allí, el anillo perimetral de hormigón tensa los cables de la cubierta y abraza el espacio abriéndose en un extremo para marcar la entrada. De esa forma, el estatismo del círculo se rompe para, tras realizar un elegante giro, permitir que su volumen fluya de manera muy contenida hacia el exterior.

106.- Tange Kenzō: el pabellón y la piscina olímpicos de Yoyogi, 1964. Tokio. Foto: J. Vives.

itectura de Japón de la segunda mitad del siglo xx y representaron un punto de inflexión a partir del cual sus arquitectos se desligaron ya para siempre de la ortodoxia del movimiento moderno occidental. Por un lado, las referencias a la tradición, por ejemplo, a las cubiertas budistas, eran lo suficientemente sutiles para no inquietar a los teóricos más dogmáticos. Por otro, su elegancia y su organicismo intemporal no han dejado de maravillar a todos los especialistas desde hace más de cincuenta años. «Los edificios [de Tange] fueron un asombroso logro en términos de interrelación entre estructura y estética, tecnología y tradición. Las formas surgieron de la necesidad de albergar una audiencia olímpica y sus actividades, la voluntad de expresar la lógica estructural de una manera estética y el deseo de llegar a un compromiso con la tradición nacional. Es este aspecto, Tange fue extraordinariamente efectivo al invocar el ancestral sentido de autoridad implícito en las grandes cubiertas de teja de los templos.»[1]

La catedral de Tokio
En 1961, el obispado de Tokio convocó un concurso restringido para construir una catedral católica que sustituyera a la antigua destruida durante la guerra. Los invitados fueron Tange, Maekawa y Taniguchi Yoshio. La elección cayó sobre Tange y el templo se consagró en 1964. Para su diseño, el arquitecto utilizó curvas alabeadas como elemento generador de todo su proyecto, al tiempo que quiso materializar sutilmente la imagen de la cruz latina. En este caso, el símbolo cristiano no aparece en la planta, sino en la cubierta, donde adopta la forma de un lucernario que se convierte en el origen de una cascada de cuatro pares de paraboloides hiperbólicos que se precipitan hasta el suelo sin aparente contacto físico entre ellos. Bajo el sol, su revestimiento exterior de chapa grecada de acero inoxidable convierte al templo en un objeto resplandeciente que contrasta con la penumbra que proporciona su interior de hormigón visto. 

107.- Tange Kenzō: la catedral de Santa María de Tokio, 1964.  Foto: Wikimedia Commons.

La inclinación de las superficies alabeadas, que parten de la arista más alta de la catedral para llegar hasta el terreno, se convierte en la responsable de que sea tan difícil considerarlas fachada como cubierta. Quizás sean ambas cosas a la vez. Si bien las curvas regladas otorgan su singular volumetría al edificio, su presencia resulta mucho más impactante por cuanto apenas se aprecia su arranque del suelo. Ese efecto lo creó Tange situando a su alrededor, a modo de podio, los retranqueados volúmenes de piedra de los diferentes locales anexos.

108.- Tange Kenzō: interior de la catedral de Santa María de Tokio, 1964. Foto: Wikimedia Commons.

El radical cambio lumínico que se produce cuando se accede al interior de la catedral de Tokio recuerda el de las iglesias góticas de la Europa meridional. Su deslumbrante exterior encierra un espacio visualmente relajante en el que domina la penumbra y la textura gris del hormigón de sus paredes alabeadas, las cuales invitan a dirigir la vista hacia lo alto, donde la luz del lucernario dibuja el símbolo de la cruz. El campanario de sesenta metros de altura se levanta alejado de la cubierta de la iglesia.

El movimiento metabolista
Los años sesenta resultaron muy fructíferos para la carrera de Tange. En su primera mitad, demostró con sus obras de Tokio las enormes posibilidades expresivas de las estructuras de cables y de las superficies alabeadas. En la segunda, consiguió ser el primero en plasmar algunos de los principios del movimiento metabolista.

Con la crisis de los congresos del CIAM surgida en 1956 y su definitiva disolución en 1959, se confiaba que la Conferencia Mundial de Diseño, a celebrar en 1960 en Tokio, aportase nuevas ideas. Y ciertamente fue así. Ante la sorpresa de los especialistas occidentales que acudieron al evento, unos jóvenes y desconocidos arquitectos japoneses presentaron una serie de artículos y teorías vanguardistas que bautizaron con el nombre de Metabolismo 1960. Propuestas para un nuevo urbanismo. El grupo lo formaban Kikutake Kiyonori, Ōtaka Masato, Kurokawa Kishō y Maki Fumihiko. Los dos últimos habían trabajado en el despacho de Tange y Ōtaka se había graduado en el departamento que dirigía en la Universidad de Tokio. De todos ellos y de sus propuestas hablaré más adelante.

En la conferencia, Tange presentó su ya histórico plan para la bahía de Tokio, en el que planteaba el futuro crecimiento de la capital nipona a través de una red de autopistas que atravesaban sus aguas hasta llegar a la vecina Chiba. Según el arquitecto, las infraestructuras se renuevan más lentamente que los edificios y las instalaciones, por lo cual pueden servir como esqueleto vertebrador de las actividades siempre cambiantes de una ciudad. Al año siguiente, Tange aplicó de nuevo su idea a un plan para el barrio de Tsukiji. Pero en este caso, en su maqueta aparecían grandes torres que soportaban unos tableros a modo de puentes en los que se incrustaban los módulos donde se llevarían a cabo las actividades diarias.

En muchas de las futuras propuestas metabolistas, esas superestructuras adquirieron un protagonismo notable bajo la forma de gigantescas columnas cilíndricas que albergaban ascensores y escaleras. La visión de aquellos cuatro arquitectos respecto la manera en que debía organizarse el imparable crecimiento de las ciudades niponas se parecía a la de Tange. No por casualidad tres de ellos habían trabajado en su despacho o estudiado en su departamento universitario. El vocablo metabolista lo adoptaron del entorno de la biología. Con él deseaban reflejar el crecimiento de todo ser vivo. Mientras Le Corbusier consideraba la vivienda como una máquina para vivir, los japoneses contemplaban la ciudad y sus edificios como organismos con vida.

Sin embargo, los jóvenes metabolistas vieron materializadas muy pocas de sus ideas. Se podría citar la pequeña oficina en Izumo-taisha de Kikutake, de 1963. Luego vendría el Centro Internacional de Congresos en Kioto de Ōtani, de 1966. Y finalmente, el emblemático Nakagin de Kurokawa, inaugurado en 1972. Pero quien pudo ejecutar a mayor escala los principios de crecimiento y actualización indefinidos fue Tange.

El Centro Yamanashi 
El Centro de Prensa y Radiodifusión Yamanashi en Kōfu sigue siendo todavía hoy un monumental ejemplo de la aplicación y viabilidad de dos conceptos metabolistas: megaestructura como soporte vital de un inmueble y crecimiento continuo sin traicionar su concepción inicial. Cuando se inauguró, en su interior se ubicaba una emisora de radio en los pisos superiores, una compañía periodística en los intermedios y una empresa editorial en los inferiores. Los locales situados en la planta baja se destinaron a otros usos. En la actualidad, todo el inmueble funciona como centro cultural.  

109.- Tange Kenzō: el Centro de Prensa y Radiodifusión Yamanashi, 1966.
Kōfu, prefectura de Gifu. Foto: J. Vives.
           
Los ocho pisos del edificio se levantaron sobre dieciséis gigantescas columnas de cinco metros de diámetro que formaban una cuadrícula de quince por diecisiete metros de luz en planta. En el interior de esos cilindros de hormigón se dispusieron los ascensores, las escaleras y las redes de instalaciones. El proyecto se basaba en la idea de que en los espacios intersticiales de esa malla, dejados en un principio abiertos y sin construir, se pudieran insertar a lo largo de los años nuevos módulos o unidades funcionales de acuerdo con los requerimientos de las empresas del momento. Para anclar esas futuras ampliaciones, se dejaron las necesarias esperas en el exterior de los mencionados megapilares.  

110.- Tange Kenzō: el Centro de Prensa y Radiodifusión Yamanashi, 1966. Kōfu, prefectura de Gifu.
Uno de los espacios vacíos en los años setenta. En los pilares se aprecian las esperas para recibir
la estructura de futuras ampliaciones. Foto: J. Vives.

El Centro de Prensa y Radiodifusión Yamanashi se inauguró en 1966. Durante las ya cinco décadas de vida del edificio, se han realizado en él diversas reformas y ampliaciones ocupando varios de los huecos entre la malla de su superestructura y manteniendo la idea y el método constructivo iniciales. A pesar de haberse incrementado su superficie de dieciocho mil metros cuadrados hasta cerca de veintidós mil, se ha conservado su aspecto general primigenio con sus característicos espacios vacíos. El 2015 se reforzó su estructura para aumentar su resistencia a los terremotos. La obra de Tange fue la primera materialización a gran escala de las teorías metabolistas. Tal y como se previó en su momento, sus ampliaciones y modificaciones se han llevado a cabo sin menoscabo de su capacidad para seguir creciendo y sin variar su fisionomía abierta, reflejo de su todavía capacidad de crecimiento.

El edificio Shizuoka 
El nombre del edificio Shizuoka de Tokio hacía referencia a las varias empresas de radio y prensa de la prefectura de Shizuoka que se instalaron inicialmente en su interior. Inaugurado en 1967, su proyecto partió de los mismos planteamientos metabolistas que el Centro Yamanashi en Kōfu, aunque a una escala muchísimo menor.

Situado en el barrio de Ginza, en un solar en esquina de menos de doscientos metros cuadrados y a poca distancia de una autopista elevada y de las vías del tren de alta velocidad, Tange se vio obligado a emplear un solo megapilar de cincuenta y siete metros de altura, en el que insertó una serie de cuerpos en voladizo que dejaban espacios vacíos aparentemente a la espera de futuras ampliaciones.   

111.- Tange Kenzō: el edificio Shizuoka, 1967. Tokio.
Foto: J. Vives.

En este caso, ese cilindro central se revistió con paneles de aluminio anonizado de color bronce, como el resto de la fachada y carpintería. En su interior se ubicaron la escalera, dos ascensores, unos aseos y los huecos de paso de las instalaciones. Desde el mismo día de su inauguración, la obra de Tange se convirtió en una referencia visual integrada en un entorno urbano que no ha dejado de renovarse y crecer. Todavía hoy, los conductores que circulan por la cercana autopista y los viajeros del Shinkansen siguen descubriendo su elegante e inconfundible perfil. Hasta la fecha, no ha se ha realizado ninguna ampliación, por lo que su aspecto sigue creando la misma sensación de un posible crecimiento. El edificio Shizuoka mantiene perfectamente su nítida presencia como símbolo de los ideales de una época que, por una vez, se han formalizado con una intemporalidad envidiable.

La Expo de Osaka
Cuando, en la segunda mitad de la década de los sesenta, se encargó a Tange el Plan Director para la Exposición Universal de Osaka a celebrar en 1970, los jóvenes promotores del movimiento metabolista ya tenían publicado un buen número de ambiciosos proyectos futuristas, aunque ninguno ejecutado. Únicamente su mentor había logrado construir obras basadas en sus planteamientos. El Centro Yamanashi y el edificio Shizuoka eran ya por entonces verdaderos iconos.

En el corazón del recinto de la feria, Tange situó una espectacular malla espacial de más de cien por doscientos metros de superficie, levantada sobre seis pilares a casi a cuarenta de altura y con unos voladizos de treinta. Los alveolos de esa estructura tridimensional los cubrió con láminas neumáticas de cien metros cuadrados que protegían la gigantesca plaza así creada. La Expo de Osaka se convirtió en el lugar idóneo para dar a conocer al mundo los avances tecnológicos de Japón y sus arquitectos metabolistas, quienes por fin podían demostrar la viabilidad de sus ideas. Además de la malla espacial de Tange, entre las propuestas más sorprendentes del recinto se encontraban los pabellones de Kurokawa y la, todavía en pie, torre de Kikutake.  

112.- Kikutake Kiyonori: la torre de la Exposición Universal de Osaka, 1970.
Foto: Wikimedia Commons.

En los años setenta y ochenta, Tange gozaba de un enorme prestigio nacional e internacional, gracias al cual recibía un gran número de encargos tanto en Japón como de más allá de sus fronteras. De entre los realizados en su país, merecen destacarse el Centro Sōgetsu de 1977, el Hotel Akasaka Prince de 1983, el Ayuntamiento de Tokio de 1991, la Torre Shinjuku Park de 1994 y el edificio Fuji en Odaiba de 1996.

Puedes comprar el libro en la web de Satori Edicionesen Amazon y en cualquier librería.



[1] William H. Coaldrake: Architecture and Authority in Japan. Londres: Routledge, 1996, pág. 261.