La arquitectura moderna japonesa: Tange Kenzō, la catedral de Tokio
Tras finalizar la semana pasada la serie de artículos consagrados al complejo olímpico, hoy voy a hablar de una obra de Tange Kenzō también construida durante los mismos años. Me estoy refiriendo a la catedral de Santa
María de Tokio, finalizada en 1964.
En ambos proyectos el
arquitecto japonés manipuló de forma magistral las formas curvas de sus
cubiertas, un rasgo que les otorga una evidente elegancia. En los pabellones
olímpicos, Tange se decantó por el perfil que adoptan los cables suspendidos,
es decir, el de una catenaria; mientras que en la catedral empleó curvas
alabeadas, en concreto paraboloides hiperbólicos.
Qué es un paraboloide hiperbólico
Para los no iniciados me
gustaría explicar mínimamente las características de este tipo de superficies
de nombre un poco exótico. Las superficies alabeadas tienen la particularidad
de que a pesar de que su apariencia es ciertamente espectacular, su construcción resulta muy
sencilla, mucho más de lo que pueda parecer.
Los paraboloides
hiperbólicos son superficies que se generan mediante líneas rectas. Esa
propiedad permite construirlas muy fácilmente en hormigón armado, pues basta
con crear su molde (técnicamente denominado encofrado) a base de tablones apoyados en
los lados extremos de la superficie que se desea cubrir. En la ilustración de la derecha se aprecian esas líneas generatrices (en color rojo) apoyadas sobre los extremos o directrices.
Estas últimas solo tienen que cumplir una condición: deben de estar
en planos diferentes.
En la fotografía
siguiente del interior de la catedral de Tokio, se aprecian
sus paredes construidas con hormigón armado dejado visto, es decir, sin revestir. En su
superficie han quedado grabadas las marcas de su encofrado o molde de madera.
Los estrechos tablones empleados permitieron crear esa superficie de doble
curvatura utilizando solamente listones planos.
El proyecto
La antigua catedral neogótica
de Tokio había quedado destruida por los bombardeos de 1945 y no fue hasta 1961
cuando el obispado de la capital decidió acometer la construcción de una nueva
iglesia. Para ello acordó convocar un concurso restringido entre Tange Kenzō,
Maekawa Kunio y Taniguchi Yoshio. En sus bases se hablaba de que el templo debía emplear técnicas y recursos modernos para lograr irradiar un espíritu
que enraizase en Japón como lo había hecho la ancestral tradición europea de
las catedrales.
La propuesta de Tange
logra perfectamente al menos las dos primeras exigencias: modernidad y
simbolismo. A partir de la idea de la cruz latina, la única nave de la iglesia
tiene una planta de forma romboidal. Sobre ese perfil se levantan las paredes, o
quizás debería decirse la cubierta, dado que tanto interior como
exteriormente no resulta claro distinguir si se trata de uno u otro elemento.
Tanto en la ilustración como
en la foto aérea siguientes se aprecia la cruz creada con el lucernario de la
iglesia y la forma romboidal de la nave cubierta por los paraboloides
hiperbólicos, los responsables de esa ambigüedad que acabo de comentar.
Tange Kenzō: Catedral de Sta. María, 1964, Tokio. Dibujo: GreatBuildings.com. |
Foto en Massimo Bettinotti (edit): Kenzo Tange 1946-1996. Architettura e disegno urbano. Electa, 1997. |
Sin embargo, los
espacios anexos a la nave son volúmenes independientes con una estructura
ortogonal de pilares y jácenas completamente diferente, tal y como se constata en la ilustración siguiente.
Tange Kenzō: Catedral de Sta. María, 1964, Tokio. Foto en Alfred Altherr: Three Japanese Architects/Drei japanische Architekten: Maekawa, Tange, Sakakura. Verlag Arthur Niggli, Teufen, 1968, |
La indefinición formal
Uno de los rasgos mejor
aprovechados del proyecto de Tange es esa indefinición formal que nos hace
creer que la iglesia carece de paredes. Recordemos que comenté algo semejante
al hablar de sus pabellones olímpicos. Desde el
exterior, las superficies alabeadas parten de la arista más alta del edificio y
llegan hasta el suelo. Mientras la inclinación de esos “faldones” impide considerarlos
como fachada, su casi verticalidad en otros puntos imposibilita que los
interpretemos como cubierta. Esa ambigüedad es producto de la singularidad de
los paraboloides hiperbólicos, aunque no siempre los arquitectos han logrado un
efecto tan sugerente como Tange en esta obra.
En la ilustración siguiente se aprecia perfectamente lo que estoy comentando: ¿quién se atreve a decir si son paredes o tejados lo que cierra la nave de la iglesia. Muy al principio de su carrera Tange utilizó formas semejantes en su Plan para la bahía de Tokio, que comenté en un artículo anterior.
En la ilustración siguiente se aprecia perfectamente lo que estoy comentando: ¿quién se atreve a decir si son paredes o tejados lo que cierra la nave de la iglesia. Muy al principio de su carrera Tange utilizó formas semejantes en su Plan para la bahía de Tokio, que comenté en un artículo anterior.
Tange Kenzō: Catedral de Sta. María, 1964, Tokio. Foto: GreatBuildings.com. |
El exterior
Exteriormente, la
catedral de Tokio queda definida por los siguientes tres elementos. En primer
lugar, el cerramiento de chapa de acero inoxidable. El lector habrá constatado
que ni digo cubierta ni digo fachada. Ese es uno de sus rasgos más importantes
desde el punto de vista formal.
En segundo lugar, y si
nos situamos a una cierta distancia, constatamos que su esbelto campanario, completamente
exento y de sesenta metros de altura, equilibra la
composición de todo el conjunto, por cuanto se sitúa en el extremo opuesto del
punto más alto del lucernario cruciforme, tres de cuyas alas ascienden hacia el
cielo de manera muy sugerente. En la fotografía siguiente se comprueba cómo el esbelto campanario supera la altura de la zona más elevada de la cubierta, que se
corresponde con la situación del altar principal.
Tange Kenzō: Catedral de
Sta. María, 1964, Tokio. Foto en Massimo Bettinotti (edit): Kenzo Tange 1946-1996. Architettura e disegno urbano. Electa, 1997. |
En tercer lugar, los
espacios anexos, que mencioné al comentar la planta, abrazan a los paraboloides
hiperbólicos con sus retranqueadas fachadas de piedra. Su función no deja de
ser importante, pues hacen más “suave” el arranque del cerramiento de chapa
metálica gracias a que se extienden por el terreno con un acabado rugoso que resalta el resplandor del acero inoxidable.
No hay duda que los reflejos de la chapa metálica otorgan a la catedral una ligereza
acentuada por la inclinación de las aristas superiores del lucernario
cruciforme, el cual tras llegar a los extremos de sus brazos desciende hasta el
suelo. La franqueza estructural de Tange le lleva a remarcar la generación de
los paraboloides mediante el grecado de la chapa metálica, que desde lejos se
transforma en delicadas líneas que rememoran cómo se construyen esas
superficies alabeadas. En la fotografía siguiente se aprecia ese discreto
dibujo que proyecta el doblado del acero que cubre exteriormente los comentados paraboloides hiperbólicos.
En esta otra fotografía
se aprecia perfectamente cómo el lucernario en forma de cruz que corona la nave
se quiebra elevando sus brazos hacia lo alto. Obsérvese la curva que
describe la sombra en uno de los paraboloides hiperbólicos: precisamente una
parábola.
El interior
Pero entremos ya en la
catedral de Tokio. La primera sensación que tenemos nada más atravesar la
puerta es el cambio lumínico. Tras su deslumbrante presencia exterior bajo el cielo azul, al acceder a su interior constatamos que la luz queda tamizada de
manera magistral. Inmediatamente nos acordamos de Tanizaki y sus reflexiones en su
libro El elogio de la sombra.
Tange sabe muy bien cómo
matizar el exceso de iluminación en el interior de los edificios, porque conoce
perfectamente la tradición constructiva de su país. Pienso que la penumbra
interior de la catedral de Tokio resulta muy adecuada a su uso, por lo que me
parece poco acertado encender focos si no es en momentos específicos. Por ese
motivo he elegido la foto siguiente: se realizó sin que estuviera encendida la
iluminación artificial. Creo que así el ambiente resulta mucho más adecuado para
lo que se supone es una iglesia, un lugar para el recogimiento.
La luz exterior se
filtra hasta el interior principalmente a través del lucernario y las
cristaleras que descienden por las cabezas de lo que sería el transepto y la
nave principal. La fotografía siguiente muestra el cruce de los brazos del tragaluz.
En mi opinión, la
condición mencionada en las bases del concurso de que la nueva catedral de
Tokio debía intentar crear en Japón una corriente que enlazara con gran
tradición europea, se ha cumplido. El interior de la iglesia proyectada por
Tange tiene un ambiente que me atrevería a calificar de gótico. Lo digo por la
manera cómo filtra la luz y por la textura de sus grises paredes de hormigón sin
revestir, un material moderno muy cercano a la piedra.
Comparación
Pero quizás lo que he
comentado hasta aquí puede hacer pensar al lector que el mérito de esta obra no
se debe tanto a la labor del maestro Tange como a la propia naturaleza de las
superficies alabeadas que utiliza. Incluso es posible que piense que basta con
elegir un paraboloide hiperbólico para que se produzcan todos esos efectos que
he comentado.
Pues para que vea que no
es así, me permito presentarle otra catedral también diseñada por un arquitecto
de prestigio mundial, pero que, en mi opinión, no le llega ni a la suela del
zapato a la iglesia de Tange. Y eso a pesar de haberse construido cuando la
obra del japonés ya era conocida en todo el mundo y de que su esquema es muy
parecido. Me refiero a la catedral de San Francisco en California proyectada
por los renombrados Luigi Nervi y Pietro Belluschi.
Luigi Nervi y Pietro Belluschi: Catedral de Santa María de la Asunción en San Francisco,
California, 1971. Foto: Wikimedia Commons.
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Luigi Nervi y Pietro Belluschi: Catedral de Santa María de la Asunción en San Francisco,
California, 1971. Foto: Wikimedia Commons.
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Creo que sobran las palabras. Ni exterior ni interiormente, la catedral de San Francisco resulta tan sugerente como la de Tokio. Sin duda, el motivo no es otro que la maestría sin par del arquitecto japonés, de tal altura que incluso Nervi queda empequeñecido.
Para completar este artículo consagrado a la catedral de Tokio proyectada por Tange Kenzō, hoy mismo publico otro artículo con dos cortos vídeoclips. Para verlos, basta con clicar en este enlace.
Tange Kenzō: Catedral de Sta. María, 1964, Tokio. Foto: J. Vives. |
Para completar este artículo consagrado a la catedral de Tokio proyectada por Tange Kenzō, hoy mismo publico otro artículo con dos cortos vídeoclips. Para verlos, basta con clicar en este enlace.
Si deseas ampliar la información gráfica de este artículo,
te recomiendo que entres en mi blog Arquitectura de Japón, donde hay un
artículo con solo fotografías de este edificio.
La semana próxima hablaré de otra obra de Tange, muy
diferente pero también singular.