La pintura japonesa
de tinta china: los formatos de la sumi-e, I
Después
de las explicaciones de la semana pasada sobre
la pintura japonesa de tinta china y el zen,
hoy comentaré los diferentes tipos de formato sobre los que se ejecutaba. El 2 de mayo de 2013, en uno de mis primeros y más
visitados artículos, traté ya ese tema muy genéricamente y dos días más tarde, el 4 de mayo, expliqué algunos aspectos de una famosa
pintura en rollo. Pues bien, en esta entrega hablaré de nuevo de los aspectos
relacionados con la forma, tamaño y tipo de soporte de la pintura de tinta
china.
Aunque la
sumi-e japonesa parecía especialmente
adecuada para los pequeños formatos debido a su propia naturaleza, los artistas
japoneses no se quedaron ahí, sino que también la utilizaron en fusuma (puertas correderas) y en enormes biombos. Pero vayamos
por partes y veamos algunos ejemplos en los diferentes soportes.
Pintura en rollo, el emakimono
Las
pinturas ejecutadas sobre rollos de varios metros, llamadas emakimono, se debían colocar en el suelo
o sobre una mesita para contemplarlas a medida que se enrollaban y
desenrollaban poco a poco (véase mi artículo del 4 de mayo de 2013). En la fotografía siguiente se muestra un fragmento de una
obra de este tipo que mide en total más de once metros de longitud. Asombroso, ¿no?
Atribuido a Sesshū: fragmento del inicio de Shosho hakkei, final s. XV, tinta sobre papel, 21x1151 cm. Museo Nacional de Kioto. Foto: Wikimedia Commons. |
Del
autor de la impresionante obra de la ilustración anterior hablaré más
extensamente dentro de cuatro semanas en este artículo, pero sirva ahora este
ejemplo para constatar las posibilidades expresivas de este singular formato.
En puridad no se puede decir que en ese caso el soporte sea de una escala enorme, dado que
sus poco más de veinte centímetros de altura es una medida reducida para un emakimono.
Lo que caracteriza verdaderamente a la pintura en rollo es su longitud, algo
que permite desarrollar un relato cronológico que, en la mayoría de los casos,
se pone de manifiesto mediante la representación de un paisaje en el que su
vegetación muestra claramente su diferente aspecto durante las cuatro
estaciones de año, una convención omnipresente en el arte japonés sea cual sea
su especialidad. Ese es el caso de la ilustración anterior.
Como en
otras ocasiones, recomiendo acudir a la página del “e-Museum” donde se ofrecen en alta definición imágenes de obras clasificadas como Tesoros Nacionales o
Importante Bien Cultural. La dirección donde se puede admirar completa la obra anterior es esta.
Esta pintura
de tinta china se conoce también como el Rollo
corto de las cuatro estaciones, para diferenciarlo de otro denominado Rollo largo de las cuatro estaciones del mismo
autor, de quien hablaré en otro artículo más
adelante
Pintura para colgar, el kakemono
Otro
formato muy importante por considerarse que su presencia es imprescindible en
una ceremonia de té y también en las estancias principales de cualquier residencia
japonesa de estilo tradicional, es el denominado kakemono. Se conocen por ese nombre a las pinturas o caligrafías ejecutadas
para colgar en una pared.
Un
punto que me parece necesario comentar es que, como ya he dicho anteriormente,
las pinturas y caligrafías japonesas casi siempre aluden a una estación determinada,
en cuyo caso solo se han de exponer durante la época correspondiente. Como
consecuencia, los kakemono se guardan gran parte del año debidamente enrollados y dentro de su caja hasta que llega el momento adecuado.
El lugar donde se cuelga un kakemono en la arquitectura tradicional japonesa es una especie de nicho o rincón de una estancia, que se denomina tokonoma, en el que se exponen objetos con un valor estético determinado. Hablé de él en este artículo.
Una vez
montados, muchos kakemono tienen un
formato claramente vertical. Sin embargo, debido a la reducida altura interior de las habitaciones en el Japón
clásico, esa dimensión no suele superar los dos metros. Voy a
explicar un poco más este tema.
Shūbun: detalle de Paisaje, mediados siglo XV, tinta sobre papel, 75x34 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: Wikimedia Commons. |
La ilustración de la izquierda es de una pintura y caligrafía que una vez ejecutada se “montó” con
formato de kakemono. Cuando digo se “montó”
me refiero a que los pintores y calígrafos realizaban su obra sobre un papel, y
a veces sobre seda, de un tamaño determinado que pocas veces superaba los 100x40
cm. En ocasiones, especialmente cuando se incorporaba una caligrafía a una
pintura, ambas se habían ejecutado en hojas independientes por artistas
diferentes y solo con posterioridad se unían formando un kakemono para exponerlo colgado en una
pared.
Esa
labor de “montar” la lámina de papel, o las dos, sobre un soporte más estable y
manejable la realizaba un artesano especializado. Salvando las distancias,
podría compararse con la tarea de “enmarcar” una pintura occidental al óleo. Esa
especie de superficie decorativa de papel y seda adamascada que rodea a la obra
se denomina en general hyōgu.
Así
pues, el último paso en la creación de un kakemono
era el encolado de la obra sobre una tela adamascada que la “enmarcaba” rodeándola
por sus cuatro lados. Además, de esa manera se daba más cuerpo y rigidez a la pintura.
En el extremo superior de esa base se insertaba un pequeño rodillo de entre uno o dos centímetros de diámetro, en el que se fijaba la cuerda que servía para colgar la obra de la pared y las cintas que se utilizaban para atarla una vez enrollada. En el extremo inferior se colocaba otro cilindro algo mayor, de manera que su peso permitiera mantener el kakemono convenientemente estirado al exponerlo. Para guardarlo, se empezaba a enrollarlo sobre este último rodillo y finalmente se ataba con las cintas de la zona superior.
En el extremo superior de esa base se insertaba un pequeño rodillo de entre uno o dos centímetros de diámetro, en el que se fijaba la cuerda que servía para colgar la obra de la pared y las cintas que se utilizaban para atarla una vez enrollada. En el extremo inferior se colocaba otro cilindro algo mayor, de manera que su peso permitiera mantener el kakemono convenientemente estirado al exponerlo. Para guardarlo, se empezaba a enrollarlo sobre este último rodillo y finalmente se ataba con las cintas de la zona superior.
Caligrafía en formato kakemono expuesto en la casa de té Santoku-an, Dai Nihon Chadō Gakkai, Tokio. Foto en Sen’ō Tanaka y Sendō Tanaka: The tea ceremony. Kodansha, 2000. |
En la ilustración de la izquierda puede verse un kakemono expuesto en el
interior de una casa de té. He seleccionado esta fotografía porque en ella
puede observarse cómo es realmente su aspecto y cómo las cintas de atado de la
zona superior se dejan visibles sin ningún reparo. En este caso se trata de una
caligrafía de un poema cuyo papel es ligeramente apaisado, por lo que el conjunto
final no es excesivamente “vertical”.
La obra la vemos expuesta en un tokonoma o nicho ornamental de una sala
donde se celebra la ceremonia de té. Obsérvese el humilde florero de bambú
envejecido en el que solo se ha colocado una flor. En semejantes ambientes la sencillez debe
predominar y lo recargado está siempre vetado.
En la
ilustración siguiente de la izquierda se muestra la zona inferior del tejido que enmarca la obra y el rodillo denominado jikugi. En la
fotografía de la derecha aparece uno de los contrapesos (fuchin) que pueden colocarse en ambos extremos de ese rodillo para mantener tensado el kakemono cuando se cuelga. Suelen estar formados por dos
piedras sensiblemente esféricas y pulidas unidas con un cordón acabado con unas
borlas decorativas. No siempre se utilizan.
Jikugi. Foto: www.tokonomascrolls.com. |
Llegado
a este punto debo comentar que los vocablos de kakemono y makimono son
términos muy generales y que se refieren a una “cosa” (mono) que se cuelga (kake)
o se enrolla (maki). Seguro que el
avispado lector estará pensando que ambos formatos se enrollan, y tiene razón.
Lo que realmente les diferencia es que el segundo solo puede contemplarse “parcialmente
por zonas” apoyándolo en una mesa y enrollando y desenrollándolo poco a poco para
mostrar solo unos 60-70 cm, dado que su enorme longitud de varios metros y sobre todo la dirección de su relato pictórico impiden colgarlo en una pared.
Comento
esto porque los verdaderamente entendidos matizan mucho más, y emplean otros
términos en función de si en sus medidas predomina la vertical o la horizontal.
Como no es mi deseo marear al aficionado con más vocablos japoneses, no voy a
mencionarlos.
Finalmente,
me gustaría hacer notar que la elección de las telas sobre las que se monta una
obra, se piensa detenidamente para que su forma, diseño, textura y color
sintonicen con el estilo, tema y espíritu de la pintura o caligrafía.
La semana próxima continuaré hablando de otros tipos de
soporte de la pintura japonesa de tinta china.
¿Estas interesado en las artes japonesas en general?, pues compra a un precio simbólico mi libro electrónico Japón y su arte. Arquitectura, jardinería, pintura y escultura. Una historia del arte japonés desde los orígenes hasta el siglo XXI en 3 volúmenes, 534 páginas de texto y 1586 ilustraciones vía internet.
Bájate cualquiera de sus tres volúmenes a tu ordenador, tableta o celular. En la web de Amazon podrás leer sus índices y primeras páginas. Aquí verás el primer volumen; aquí, el segundo, y aquí, el tercero.