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martes, 21 de abril de 2015

Teatro japonés: la obra de nō "Kantan", V

La representación de Kantan, III
Después de que la semana pasada conociéramos a la posadera de Kantan, hoy veremos aparecer en escena al protagonista, el joven Rosei. He dicho aparecer porque eso es precisamente lo que hacen los actores de : surgir del más allá, justo en el momento en el que se levanta la cortina que separa la pasarela que conduce desde la sala donde el actor principal se coloca la máscara hasta el escenario central. A partir de ese instante, el tiempo transcurre lentamente, casi se congela. Ese misterioso ambiente se genera gracias a unos sugerentes sonidos de la flauta y la percusión, los cuales parecen quedar suspendidos en el aire entre los roncos gritos que emiten los músicos, antes de perderse en la lejanía.

Sin embargo, en la obra que estamos viendo, cuando entra en escena Rosei no es una criatura del más allá, sino un simple joven. Solo será un poco más tarde cuando vivirá una experiencia onírica que le trasladará a un mundo de fantasía.

La entrada de Rosei. Foto de la grabación de la obra.

Los casi tres minutos que dura el clip que inserto hoy son los que precisa el actor para recorrer los escasos metros de la pasarela que le lleva hasta el centro de la escena. Sus pasos son lentos, pausados. Apenas levanta los pies de la reluciente tarima de madera. La tensión es máxima, pero no acontece nada. No se pronuncia ni una sola palabra. Ya nos hemos sumergido en el mundo onírico de Kantan

Clip 03: entrada de Rosei, duración 3 minutos, sin texto

Final del interludio instrumental e inicio de la entrada del protagonista.

Aparece el Rosei con una máscara de joven y larga melena. En la mano derecha lleva un abanico chino, y en la izquierda, un rosario budista casi oculto en la bocamanga.

No hay texto en esta escena, solo una pausada y percutiva música con densos silencios enmarcados por cada golpe de tambor o por las frases de la flauta. Una verdadera caligrafía de sonidos se recorta sobre el silencio para luego desvanecerse. El ambiente queda ya definido.

El actor realiza pasos muy cortos sin despegar nunca sus talones del suelo. Al desplazarse levanta ligeramente la punta de los dedos. El tronco y brazos inmóviles. La cadera baja y ligeramente adelantada le permite deslizarse horizontalmente, como una sombra. 

Cuando entra en la zona central del escenario, una vez a atravesado la pasarela, realiza un giro para colocarse de cara al público. Es un movimiento casi mecánico, no parece humano. Gracias a su imponente vestido, su cuerpo se ha transformado en una verdadera escultura que se mueve como un bloque, como una pieza de cerámica japonesa.



De nuevo hoy, hemos visto una escena sin diálogo. En la próxima entrega oiremos la voz de Rosei. Hasta entonces.

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