El teatro japonés moderno, introducción
Comienzo hoy una nueva serie consagrada al teatro japonés creado desde el último cuarto del siglo XIX hasta los años ochenta del
XX. Espero que en otra ocasión pueda dedicar algunos artículos al realizado a partir de las
últimas décadas de la pasada centuria. Creo que es un tema muy poco conocido
por nuestros lares y del que vale la pena hacer una mínima
introducción. Me voy a centrar únicamente en la historia de las compañías y
sus directores, así como en los aspectos escénicos de sus montajes, pero no en los
literarios.
Como hago casi siempre, he preferido realizar un recorrido
cronológico desde lo que se considera que es el inicio de la occidentalización
teatral en Japón hasta llegar casi a finales del siglo XX. Será una serie de veintiséis
artículos que irán apareciendo cada quince días, pero que solo darán una muy
sucinta idea del tema. Sinceramente, es imposible pretender ofrecer ni tan
siquiera una simple relación de la ingente cantidad de obras, compañías,
movimientos, directores y actores aparecidos en Japón no solo desde finales del
siglo XIX, sino incluso en los últimos setenta años. De todas formas, creo que
es mejor poco que nada.
Después de las series que consagré al teatro kabuki y al nō, algunos lectores de mi blog me han solicitado
que escriba algo sobre el teatro japonés creado a partir de los años cincuenta
del pasado siglo. Sin
embargo, he pensado que antes de hablar de esa época deberíamos ver, al menos
superficialmente, cómo nació el teatro moderno en Japón. Por eso me he decidido a publicar estos artículos. Así pues, comenzaremos
viendo qué ocurrió desde el periodo Meiji (1868-1912) hasta el final de la
guerra mundial en lo que se refiere a las artes escénicas de “estilo occidental”. Es decir, no hablaré de lo que pasaba durante esos años en el mundo del teatro tradicional japonés, ya fuese
kabuki, kyōgen o nō, aunque, como veremos, en algunos casos no resultaba muy claro discernir si el espectáculo pertenecía a uno u otro mundo.
Teatro tradicional y teatro moderno
Teatro tradicional y teatro moderno
Es bien cierto que en este blog aún no he hablado del bunraku o teatro de marionetas, ni del kyōgen, esas pequeñas obras a modo de
entremeses cómicos que se representan normalmente como entreactos en una
función de nō; pero todo llegará. De
todas maneras, hay que remarcar que, a principios del siglo XX, también
aparecieron obras y puestas en escena de nō, kabuki y kyōgen con planteamientos que rompían los
esquemas clásicos, otro tema que, aunque muy interesante, tampoco trataré de momento.
Fotografías y vídeos
En las dos series de mi blog consagradas al teatro nō y al kabuki, preferí insertar unos clips de vídeo de sendas representaciones en
vez de escribir páginas y páginas de explicaciones sobre unos espectáculos que
apenas se han visto en nuestro país y de los que tenemos escasas referencias
visuales. No obstante, en estos nuevos artículos no será así. Primero, porque estamos
hablando de unas formas teatrales que bebieron en fuentes occidentales, utilizaron
un lenguaje similar y, más o menos, nos resultan familiares. Segundo, porque en muchos casos no existen grabaciones de ningún tipo. Así pues, nos
conformaremos solo con algunas fotografías y clips videográficos.
Las salas de teatro
Para situarnos un poco, tendríamos que tener en cuenta que,
en el último cuarto del siglo XIX, Europa también experimentó una importante
renovación del mundo teatral. Por citar solo dos que afectaron a la
arquitectura, la ópera Garnier de París se inauguró en 1875, y el Festspielhaus
de Bayreuth, en 1876. Esa fue una década en la que se abrieron un gran número
de salas privadas por todo el Viejo Continente.
Por esos mismos años, Japón convirtió al kabuki en el espectáculo escénico
oficial y el más representativo de la cultura del periodo Edo (1603-1868).
Todas las personalidades extranjeras que visitaban el país acudían sin falta al
Shintomi-za, el teatro de Tokio con las mejores instalaciones del momento y que,
a raíz de su traslado a una nueva zona en 1872, había cambiado su antiguo
nombre de Morita-za. En julio de 1879, el expresidente de los Estados Unidos de
Norteamérica, el general Grant, fue uno de esos distinguidos invitados.
El teatro de kabuki
Shintomi-za. Tokio, c. 1880.
Foto: Wikimedia Commons.
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No existía en Europa ninguna sala, ni siquiera las de París
o Bayreuth mencionadas, que superara en prestaciones técnicas a la de Tokio. El
Shintomi-za tenía una caja escénica de más de treinta por cuarenta metros de
superficie, con una boca de quince, y podía acomodar casi dos mil espectadores.
En lo que se refiere a las instalaciones, contaba con una escena giratoria, varias
plataformas elevadoras e incluso iluminación a gas. Su primera representación
nocturna tuvo lugar en 1878. La fotografía anterior es de ese teatro.
La siguiente ilustración es de una postal de la época donde
se muestra la fachada de acceso del teatro Kabuki-za de Tokio, todavía hoy
existente y recién reconstruido en 2013 con los últimos adelantos en maquinaria
escénica que ya quisieran para sí muchos teatros de ópera occidentales. La
fotografía fue tomada en el año 1911, poco antes de que un incendio lo destruyera
totalmente.
El teatro de Kabuki-za. Tokio, 1911. Foto: Wikimedia Commons. |
La siguiente ilustración, de 1895, es de una representación, llevada a cabo en el mencionado teatro
Kabuki-za de Tokio, de una pieza clásica de kabuki
titulada Shibaraku. La boca escénica del Kabuki-za medía unos impresionantes veintidós metros de anchura y fue la primera sala japonesa que dispuso de iluminación eléctrica, pues el Shintomi-za la tenía a gas.
El vestuario del protagonista de esa obra es uno de los más espectaculares del repertorio. El actor que encarna el personaje, nada más entrar en escena a través de la pasarela hanamichi, pronuncia gritando con voz ronca la palabra shibaraku, que significa ¡un momento! Cuando, ya en el escenario central, se sitúa frente al malvado de turno, despliega sus más que gigantescas mangas en las que aparece bordado, también a enorme tamaño, el emblema de la estirpe de actores que representó por primera vez ese papel, los Ichikawa Danjurō. En un artículo anterior sobre el grabado japonés inserté una ilustración de este personaje del kabuki.
La occidentalización del
teatro japonés
Como expliqué en mi serie sobre pintura moderna, hacia 1880, Japón estaba embarcado en grandes
cambios sociales y artísticos. En esa época, el kabuki era la forma teatral japonesa por excelencia y su
modernización solo afectaba a algunas obras que ya no se basaban en temas
históricos o de la aristocracia, sino en la vida de la gente corriente. Esas piezas se denominaban sewamono o dramas
modernos, en contraposición a las de temas históricos conocidas como jidaimono.
Resultaba obvio que el kabuki,
con su sofisticada estilización del vestuario, su clásica escenografía y su extremadamente
codificada técnica de los actores, no parecía avenirse muy bien con las nuevas
ideas que traía consigo la restauración Meiji. Los intentos de innovación,
llevados a cabo para acercarlo a los patrones realistas occidentales del teatro
hablado, no tuvieron mucho éxito.
Pero el mundo teatral japonés no podía ser diferente del de la
pintura u otras artes. Los aires renovadores de los años meiji también empezaron a desplazar o,
al menos, coexistir con las formas escénicas tradicionales. El kabuki, como el nō, el kyōgen y el bunraku
eran, cada uno en su medio, mundos cerrados y perfectos que resultaba
imposible modernizar. Si bien es bien cierto que eso se intentó, los resultados no
siempre estuvieron a la altura del modelo de partida.
Ese es un tema
fascinante que, en el mundo del teatro, se ha vuelto a plantear con el cambio del siglo XX al XXI. Desde hace ya algunos años, esos intentos de fusión de lo
tradicional japonés con lo moderno occidental han conseguido resultados muy
interesantes en ambos sentidos. Es decir, tanto se han montado obras japonesas con técnicas occidentales, como de teatro occidental con métodos
japoneses. Pero volvamos a donde estábamos, a finales del XIX.
El shinpa o “nueva escuela”
Los primeros intentos de modernización de la escena japonesa
dieron lugar a un tipo de espectáculo, a medio camino entre el teatro kabuki y el occidental, que intentaba
incorporar las técnicas de actor y la concepción realista de los dramas
europeos en los montajes nipones. Las obras que seguían ese modelo se
denominaron shinpa, vocablo que suele
traducirse como “nueva escuela” o también, en su acepción completa, “nueva
escuela de teatro”, es decir, shinpageki,
en contraposición a la “vieja escuela” o kyūha,
representada por el kabuki. El mérito
de ser el fundador del shinpa, se
otorga a Sudō Sadanori.
Sudō Sadanori (1867-1907)
Sudō Sadanori fue policía, periodista y sobre todo un activista
de izquierdas que descubrió muy pronto que el teatro podía ser un medio de
difusión de sus ideas en favor del cambio social. Cuando, en 1884, el Gobierno japonés disolvió el Partido Liberal (Jiyūtō),
en el que militaba Sudō, este decidió crear una compañía teatral con
aficionados que habían pertenecido a dicha agrupación política. La denominó Dainippon geigeki kyōfūkai o Sociedad
del Gran Japón por la Reforma del Teatro.
Retrato de Sudō Sadanori.
Foto: Wikimedia Commons. |
Durante casi veinte años, hasta su muerte, Sudō recorrió con
su troupe gran parte de Japón con poco éxito. No obstante, no se le pueden
negar su empuje, ilusión y el haber sido el primero en empezar a cambiar
ciertas costumbres. Fue pionero en dar la oportunidad de actuar a las mujeres;
en sus representaciones oscurecía la sala, algo insólito en la época; iluminaba
el escenario de una manera mucho más variada que la tradicional y, sobre todo, trataba
casi siempre temas sociales del momento. Estaba naciendo un nuevo teatro en Japón.
Llegado a este punto, prefiero dejar para la siguiente
entrega el continuar hablando del shinpa
y de su otro gran pionero, Kawakami Otojirō. Eso será dentro de catorce días.
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