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martes, 18 de abril de 2017

Teatro moderno japonés a partir de 1960. El angura, III

El repertorio de la Compañía del Paraíso o Tenjō Sajiki   
Como dije en el anterior artículo, en este voy a concluir el capítulo consagrado a Terayama Shūji hablando de dos de sus obras, de las que insertaré unos vídeos.

La primera de ellas, un montaje maratoniano realizado en 1975, se trataba de una acción urbana formada por dieciocho piezas de varios autores que, con una duración de más de treinta horas, debía desarrollarse en diversos lugares de un barrio de los alrededores de Tokio entre las tres de la tarde del 19 de abril de 1975 y las nueve de la mañana del día siguiente. La obra completa dirigida por Terayama se titulaba El golpe (Nokku, transcripción japonesa del inglés Knock).

La siguiente ilustración es de uno de esos eventos que formaban parte de ese “espectáculo”; en concreto, la obra nocturna titulada El caminante del cielo de Senda Akihiko (1940-2015).

Escena nocturna de El caminante del cielo de Senda Akihiko,
pieza que formaba parte de El golpe de Terayama, 1975. 

en Senda Akihiko: The Voyage of Contemporary Japanese Theatre
University of Hawai’i Press, 1997.

El montaje de Terayama carecía de personajes definidos y los actores gozaban de una gran libertad para improvisar. Una de las sorpresas que se deparaba al público era que se le transportaba en autobús a la zona de la representación con los ojos vendados. Al final de ese recorrido, se le suministraba un plano para que cada espectador buscara el sitio donde se llevaba a cabo cada una de las representaciones. Terayama deseaba que la exploración del entorno también formara parte de la propuesta teatral.

Las diferentes acciones de la obra se realizaban en los lugares más inesperados y a los asistentes solo se les entregaba un folleto en el que se indicaba el título de cada una de ellas y la hora de la representación, pero no se les daba ninguna pista sobre lo que iban a contemplar. Algunos de esos títulos eran La desaparición de la relojería de Drosselmeyer o Billares en el número 42, este con un intrigante subtítulo: Dirección para la colección de planes para un frenético suicidio. En esta última pieza, solo al final de la acción, el espectador podía darse cuenta del juego de palabras que se realizaba con los vocablos “cuatro” y “muerte”, que en japonés se pronuncian igual.

En la mañana del segundo día, domingo, uno de los eventos se titulaba Incidente de los hombres en el Estanque de las Peonías. Casualmente, uno de los baños públicos de la zona tenía ese nombre, “Estanque de Peonías”. Lo chocante de esa acción era que a la hora indicada, el local estaba lleno de clientes, por supuesto completamente desnudos, limpiándose y bañándose tranquilamente. La pregunta era ¿cuál de ellos podía ser el o los actores?

Un fragmento de ese momento puede verse en el vídeo que se encuentra en YouTube y que adjunto a continuación. En él se explica un poco el montaje de esa obra. Aunque el clip contiene muchas fotos fijas, también puede verse en él la escena nocturna que aparece en la foto anterior y la sorpresa de los viandantes que pasaban por ahí sin haber comprado una entrada para el espectáculo. El fragmento dura algo menos de siete minutos.


Para acabar este capítulo consagrado al iconoclasta Terayama, cuando publiqué este artículo inserté un vídeo que se ofrecía en YouTube de una obra, mucho más convencional, titulada El jorobado de Aomori (Aomori ken no semushi otoko), la primera que creó Terayama para su compañía entre 1969 y 1972. 

Los personajes de la pieza son: una cantante de cabaret, interpretada por el actor travestido Maruyama (Miwa) Akihiro (1935-); un enano que, además de presentar y despedir la acción, está casi siempre presente durante la obra; una encantadora de serpientes, desnuda; una escolar que cuenta historias con un estilo tradicional, y por descontado un jorobado. Las instrucciones de Terayama dejaban claro que sus actores debían vocalizar como los antiguos narradores de leyendas, muy populares en el periodo Meiji, pero cuya manera de impostar la voz y declamar ya olía a naftalina en los años setenta del pasado siglo.

En mi artículo original inserté un vídeo de la pieza completa que duraba unos ochenta minutos pero, para los que no se viesen con ánimos para verla completa, les proponía que vieran solo algunos fragmentos. En concreto, les recomendaba el apoteósico mutis de la protagonista, acompañado por una fusión de gagaku y música aleatoria, y la cortante despedida del enano. Eran unos escasos dos minutos finales a partir del punto 1.18.00.

Seguramente por algún tema relacionado con derechos de autor, ese vídeo se ha retirado de la plataforma de YouTube, por lo que ya no es posible verlo.

Esa pieza de Terayama se ha calificado de fantasía sadomasoquista llena de ambivalencias de género y significado. Lo que buscaba su autor era distanciar a la audiencia al modo brechtiano y forzar varios puntos de vista, como hemos visto, uno de los métodos recurrentes en sus montajes. Para conseguirlo, utilizaba diversos flashback introducidos por los personajes, así como el periódico empleo de alusiones a entes fantasmales.

En la obra aparecen muchos elementos pertenecientes a la cultura teatral japonesa. Por ejemplo, un actor masculino encarna a la protagonista, que va ataviada con un vestuario, maquillaje y cabellera como los del kabuki. Se utiliza una vocalización similar a la de los narradores en las obras de bunraku. El coro recuerda al del teatro . La música emplea el shamisen, un instrumento tradicional japonés parecido a un laúd de tres cuerdas. Las alusiones al budismo y el más allá son constantes. En resumen, todos esos rasgos, que calificaríamos de tradicionales, se yuxtaponen a otros adoptados por las vanguardias internacionales. Esa era una de las características del teatro de Terayama, el verdadero choque visual y sonoro de dos mundos, el japonés ancestral y el del arte pop y underground de los sesenta.

He pensado que decir solamente que esta obra y otras similares utilizan elementos característicos de las formas teatrales tradicionales japonesas, no aclara demasiado las cosas. Por ese motivo, he decidido consagrar el artículo siguiente, que publicaré dentro de quince días, a demostrar esa afirmación, también aplicable a otras muchas obras angura.

NOTA: Los interesados en la traducción completa al inglés de El jorobado de Aomori y Herejía, que mencioné en el anterior artículo, pueden recurrir al libro Unspeakable Acts: TheAvant-garde Theatre of Terayama Shūji and Postwar Japan de Carol Fisher Sorgenfrei. University of Hawai’i Press, 2005.

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