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martes, 30 de junio de 2020

Rasgos y recurrencias en el arte de Japón, XII

El vacío en el arte japonés, I
Después del último artículo dedicado a la fragmentación y multiplicidad en las artes japonesas, el de hoy será el primero de los que consagraré a un término que parece imposible no mencionarlo cuando se habla del arte nipón: el vacío.

En Japón, parece que cualquier objeto, ya sea bidimensional o tridimensional, siempre aparece envuelto en el vacío, una entidad invisible que, sin embargo, puede  ser más explícita que aquel. Hay que tener presente que eso no se da únicamente en las artes plásticas como la pintura, arquitectura o jardinería, sino que se encuentra también en el teatro y en la poesía, donde muy a menudo su significado más profundo se halla entre las palabras.

Ike Taiga: Paisaje árido, tinta sobre papel, 32x55 cm, mediados del siglo XVIII. 
Colección Kingadō. Foto en Gabriele Fahr-Becker (ed.): Arte asiático. Köneman, 2000.

martes, 16 de junio de 2020

Rasgos y recurrencias en el arte japonés, XI

La fragmentación en las artes japonesas
Después de dedicar varios artículos al concepto de la planeidad en el arte japonés, el último de ellos en la anterior entregahoy hablaré no de un solo rasgo, sino de dos muy relacionados entre sí: la fragmentación y/o la multiplicidad.

Para los pintores de Japón, el juego de planos, los tonos lisos y los diseños gráficos eran suficientes para calificar el espacio. Las tres dimensiones las trasladaban a las dos del soporte pictórico sin necesidad de emplear técnicas ilusionistas. Si era necesario obviaban la tercera dando un salto a la cuarta, el tiempo. Eso lo conseguían mediante la fragmentación y multiplicidad de escenas que no tenían lugar en el mismo momento y que se utilizaron muy a menudo en los enormes formatos de las pinturas en rollo y en los biombos.

martes, 2 de junio de 2020

Rasgos y recurrencias en el arte japonés, X

La planeidad en las artes japonesas, IV. La arquitectura, II
En el anterior artículo hablé de la planeidad en la arquitectura japonesa y hoy concluiré el tema con unos pocos ejemplos más.

En aquella entrada comenté que en la arquitectura clásica italiana se utilizaban pilastras, frontones, molduras e incluso el hueco de las ventanas y puertas para resaltar el grueso del muro, algo que otorgaba sensación de solidez al edificio, y en consecuencia empaque y representatividad. Esa idea se ha mantenido en muchos de los edificios modernos occidentales hasta hace bien poco.

Giulo Romano: Palacio del té, Mántua, 1534. Foto: Wikimedia Commons.