La ceremonia de té en Japón. La arquitectura, 2
Hace quince días empecé a hablar de algunos de los rasgos de
las casas de té propuestas por los primeros maestros y hoy dedicaré este
artículo a presentar una de ellas construida hace más de cuatrocientos de años y que todavía
se conserva.
Debo decir que respecto a esto de que “se conserva” hay mucho que matizar. Es bien sabido que la arquitectura japonesa se ha construido tradicionalmente con una estructura de madera a base de pilares y vigas y una casi ausencia de paredes de ladrillo, piedra o argamasa. En vez de muros, casi todas las fachadas se cerraban con ligerísimos paneles correderos, unos con papel en vez de vidrio y otros de madera a modo de contraventanas para proteger a los anteriores del viento y la lluvia.
Curiosamente, en la mayoría de las casas de té sí había paredes, en su caso hechas con una especie de arcilla reforzada con un encañizado. Incluso esas zona opacas podían ocupar más superficie que las ventanas. Pero eso lo veremos enseguida.
A pesar de esto último, el sistema constructivo japonés permitió que muchas casas de té pudieran trasladarse desde su emplazamiento original a otro. Incluso en ciertos casos, como las que se encuentran en el recinto de la escuela Urasenke, se tenía documentación y planos de las originales, por lo que, a pesar de haberse destruido a causa de tifones o incendios, se han podido reconstruir fehacientemente en su actual sede de Kioto.
Atribuida a Kobori Enshū: casa de té Hassoseki en Nanzen-ji, Kioto, 1628. Foto en Shuichi Kato: Japan, Spirit and Form. Tokio: Tuttle, 1994. |