martes, 25 de enero de 2022

Japón y el mundo del té, XVI

La ceremonia de té en Japón. El zen, 2

Hoy continuaré hablando de las relaciones entre el budismo zen y la ceremonia de té que inicié en el anterior artículo. Comenté entonces que, a pesar de que su trabajo parezca poco exigente desde el punto de vista físico, los maestros de la caligrafía y el arreglo floral adoptan una postura y respiración que les permite realizarlo de manera correcta y económica.

La postura y la respiración son también fundamentales en el zazen, la práctica de la “meditación” en la posición de loto. Pero quienes practican el zazen y la caligrafía no solo comparten esos dos elementos. Un aspecto que se da en ambas especialidades, y que también existe en la escuela budista zen como uno de sus principios, es la importancia que se otorga a la concentración cuando se realiza cualquier actividad.

La concentración

El ejemplo más claro de eso lo encontramos en los trabajos previos a la ejecución de una caligrafía o un arreglo floral. La preparación de los utensilios para hacer un sumi-e o un ikebana requiere una concentración y meticulosidad que va más allá de la simple funcionalidad de ese acto.

En el caso de la pintura con tinta china, esa labor previa tiene mucho que ver con el autoconocimiento y la observación de nuestro entorno que propone el zen. Por ejemplo, cuando se frota la barra de tinta sobre unas gotas de agua vertidas en la piedra zusuri, discurren unos minutos durante los cuales debemos concentrarnos en ese acto para armonizar nuestro interior, nuestro espíritu, con la tinta. Pues bien, eso no es más que uno de los principios del autoconocimiento que predica el zen.

Utensilios para la caligrafía: barra de tinta (sumi), piedra (suzuri) 
y pincel (fude). Foto: Wikimedia commons.

Del mismo modo que en la creación de la caligrafía y el arreglo floral que se exponen en la estancia donde se ofrece una ceremonia de té, los precisos y perfectamente ejecutados gestos del anfitrión buscan la más absoluta y abstracta belleza, al mismo tiempo que irradian un trasfondo filosófico muy cercano al mundo del zen, precisamente debido a la concentración y meticulosidad con que se llevan a cabo.

La costumbre de tomar el té siguiendo un determinado protocolo no es exclusivo de Japón, pero la forma de hacerlo según la vía del té nipona es totalmente singular e inconfundible.

 Armonía

Una ceremonia de té es un encuentro único e irrepetible donde los asistentes comparten un ambiente muy singular que es el resultado de las cuatro normas que fijó Sen no Rikyū: armonía, respeto, pureza y serenidad, o en japonés: wa, kei, sei, juku.

Todas las actividades artísticas que de un modo u otro se integran en la vía del té parten de muchos de los planteamientos vitales del zen, un verdadero camino individual que intenta no dejarse llevar por la vorágine del día a día y encontrar ese concepto tan escurridizo que solemos denominar "interior" del individuo. Es decir, no es más que una insistente búsqueda de la armonía.

La idea fundamental que rige en la vía del té y en todas las artes que participan en la creación de su peculiar universo es la armonía. Armonizar el cuerpo (adoptar la postura correcta), armonizar la respiración (sentir fluir el aire a través de las fosas nasales) y armonizar el espíritu (apaciguar los pensamientos). Esos son los tres principios que el bonzo Dōgen (1200-1253), fundador de la escuela sōtō del budismo zen, consideraba que eran las tres puertas de entrada al zazen.

Esas tres formas de armonía rigen en el mundo del té y en todas las artes que se integran en él. En una ceremonia de té, el anfitrión debe ser capaz de transmitirlas a los invitados mediante una depuradísima técnica gestual que se centra en el momento presente.

El ambiente

La atmósfera en el minúsculo espacio donde se lleva a cabo la ceremonia de té se comienza a configurar y definir con una pintura o caligrafía, un sencillo arreglo floral o ikebana y quizás un pequeño objeto artesanal de especial interés.

A partir de ese momento, el ambiente se completa con la elección adecuada de todos los utensilios necesarios para preparar la infusión, de los que hablé en anteriores artículos. En ese apartado entrarían las diferentes artesanías del bambú, del metal, de los tejidos y sobre todo de la cerámica, seguramente, la reina de esas artes japonesas.

En una ceremonia de té, la jardinería, la arquitectura, la pintura, la cerámica, el arreglo floral y cualquier otro elemento u objeto que participe en ella deben ajustarse a sus postulados, el primero de ellos rechazar cualquier atisbo de ostentación.

Para adentrarnos un poco en ese universo, aglutinador como pocos, una vez más me voy a autocitar con un extracto de mi libro Japón y su arte, I, que he publicado en formato electrónico en Amazon, en cuya web pueden verse su índice y primeras páginas, así como comprarse por un precio irrisorio.

Extracto de mi libro Japón y su arte, I. “Anexo III: la ceremonia de té”

Para el zen, cualquier cosa por insignificante o humilde que sea es merecedora de la atención más profunda, dado que tras su aspecto exterior se oculta el espíritu donde radica su trascendencia. Las actividades más prosaicas de la existencia humana son realizadas por un monje zen poniendo todos los sentidos en su ejecución, ya sea limpiar una tarima, rastrillar un jardín, comer o cualquier otro acto. Esa concepción vital, que conlleva una visión de todo lo que nos rodea que va más allá de su mera apariencia, es la que rige en la ceremonia de té. […]

 

Todos los objetos presentes en una casa de té, incluso ella misma, pueden parecer no solo corrientes, sino incluso vulgares. No obstante, su interés radica precisamente en esa normalidad tras la que se oculta su belleza natural. Con esos elementos se crea un cosmos impregnado de laico misticismo en el que su sencillez se transforma en el medio para conseguir la transmutación de la vida en arte. Esa es la enseñanza del zen: encontrar el verdadero espíritu de las cosas huyendo de su estricta apariencia, sea esta perfecta o imperfecta.

La vía del té ha desempeñado en la historia y cultura japonesas un papel mucho más importante de lo que puede parecer. La semilla de su planta la introdujo en Japón el monje zen Eisai Zenji (1141-1215) en 1191. A partir de ese momento, el sustrato budista no dejó de formar parte de su desarrollo a lo largo de los siglos.

Pero, ¿qué es el zen?

Lo que diferencia el budismo de otras religiones es su pragmatismo. No se obsesiona con el origen de la vida ni deifica a seres humanos, sino que se centra en el recorrido vital de cada persona. El zen japonés tiene su origen en el budismo chino chan e igual que las diferentes escuelas budistas se centran en algún aspecto concreto de su corpus doctrinal, el zen también lo hace.

Se me antoja que, como ocurre con todas las religiones, el zen no es fácil de explicar a causa de sus frecuentes contradicciones, no pocas de ellas premeditadamente buscadas y planteadas, y de su carácter elusivo.

El zen no adora imágenes de ninguno de los dioses budistas, ni siquiera la del propio Buda, su fundador. Sus seguidores buscan alcanzar una experiencia interior individual que es muy difícil de describir debido a que se nos dice que se debe centrar en la “nada”. La nada y el vacío son vocablos que siempre aparecen cuando se habla de cultura o arte de Japón.

Quizás uno de los conceptos más “claros” y, en mi opinión, fáciles de entender y llevar a la práctica del zen es que toda actividad debe realizarse con plena conciencia, centrando nuestra atención, o energía si se quiere llamar así, en lo que se está haciendo, ya sea limpiar una tarima, comer, bañarse, o lo que sea. Ya he hablado de ello al principio de este artículo.

Es curioso que eso no sea muy diferente de lo que proponen las modernas actividades deportivas, un mundo muy alejado del místico. En todos los deportes, especialmente en los individuales, la concentración en lo que se hace, la postura y la respiración son fundamentales. Lo mismo ocurre en el zen, en concreto en la práctica de la meditación o zazen, y por supuesto en la ceremonia de té

Para concluir este artículo con el que finaliza la primera parte de esta serie dedicada al mundo del té, inserto un vídeo muy interesante del canal Tasty Japan de YouTube. Es en japonés, pero pueden activarse los subtítulos en inglés, y dura cinco minutos. Si realmente estamos interesados en el zen y en la ceremonia de té, deberíamos verlo íntegro, con toda nuestra concentración y sin “distraernos” con nimiedades del mundo exterior… 

En el siguiente artículo hablaré de la arquitectura y la ceremonia de té.