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martes, 9 de diciembre de 2014

Pintura japonesa de tinta china: la sumi-e, I

La sumi-e o suiboku-ga, pintura japonesa de tinta china
Hoy inicio una serie de artículos dedicados a la pintura japonesa en tinta china, también conocida con los nombres de sumi-e o suiboku-ga, durante el periodo Muromachi (1333-1573), una época que coincide aproximadamente con el Renacimiento italiano.

Si bien el comienzo de este movimiento europeo suele situarse en los albores del siglo XV, ciertos autores consideran que sus orígenes se remontan aún más atrás, hasta el XIV. En ese caso, la sincronía del periodo Muromachi japonés con el Renacimiento italiano sería aún mayor. Esta comparación tiene sentido por cuanto estamos hablando de unos años de enorme esplendor artístico en ambos países.

Entorno social
El periodo Muromachi se inició con el establecimiento del gobierno de la familia de los Ashikaga en Kioto en 1333 y finalizó con la expulsión del último shōgun de ese clan por Oda Nobunaga en 1573, un lapso de tiempo marcado por una casi continua guerra civil que se extendió por todo el país.

Durante la época Muromachi nacieron una serie de ideas que dieron lugar a singulares manifestaciones artísticas como el teatro , los jardines secos, la ceremonia de té o el arreglo floral, al mismo tiempo que la arquitectura y pintura alcanzaban un notable nivel de madurez. En todas esas artes se produjo una profunda depuración conceptual que extrajo las más exquisitas esencias de cada una de ellas. El gusto japonés por la sobriedad de las formas, la calidez de los colores o el vacío de los espacios se forjó y consolidó durante este periodo, generando un corpus estético propio y único en el mundo.

La sumi-e
Mis anteriores artículos sobre pintura japonesa los dediqué a los emakimono, es decir, a las obras ejecutadas sobre un rollo de papel, y a la escuela de arte decorativo rinpa. Creo que ha llegado el momento de hablar de la pintura en tinta china.

La tinta china se denomina en japonés sumi o boku, por lo que, sumi-e significa “pintura de tinta china”. Suiboku-ga, literalmente “dibujo de agua y tinta china”, es un término equivalente. Las obras de sumi-e están ejecutadas exclusiva o fundamentalmente con tinta china. El color no debe estar presente más que en ligeros toques, en caso contrario se estaría ante una obra no incluible en puridad dentro de esa categoría. Muchas de las pinturas que iré comentando a lo largo de esta serie tienen unos discretos toques de color o incluso de oro, pero en ningún caso predominan sobre las pinceladas negro-grisáceas.

Diferencias entre la tinta china japonesa y europea
La pintura con tinta china se conoció también en Occidente con el nombre de aguada, porque la tinta, que no siempre era negra, se disolvía con ese líquido en concentraciones variables según la densidad que se deseaba otorgar al trazo.

Un aspecto ha tener en cuenta es que en los países asiáticos el pincel y la tinta china se empleaban también para escribir textos, es decir, para la caligrafía; como vimos en las obras que comenté en los artículos del 2 de mayo y 4 de mayo de 2013. Otra cuestión que debe conocer el aficionado es que tanto la tinta china como los pinceles eran y son diferentes en Asia y Europa.

En primer lugar, la tinta china oriental se crea en el momento de pintar, frotando una barrita sobre una piedra ligeramente rugosa y con una pequeña depresión donde se vierte el agua. En el método europeo, la tinta se prepara con antelación o se adquiere en cantidades suficientes y de una determinada densidad para que, en el momento de usarla, el autor la diluya a su gusto. En Japón, el hecho de frotar la barra de tinta sobre la piedra se ha entendido siempre como un momento de concentración y preparación mental previo al acto creador.

Barra de tinta, pincel y piedra para caligrafía japonesa.
Foto: Wikimedia Commons.

Pero todavía existe otra diferencia muy notable. La morbidez, y finura de los pinceles japoneses no tienen punto de comparación con las de los utilizados para la pintura al óleo, aguada, acuarela o temple en Europa.

Simplificando mucho, el empleo del pincel japonés por un artista del periodo Muromachi exigía un dominio superior al que podía tener con el suyo un artista renacentista. La enorme precisión y sutileza en su manejo que alcanzaron los artistas japoneses, les permitió crear una escala casi infinita de gradaciones entre el negro más profundo y blanco del papel, por cierto casi nunca absolutamente blanco, así como una enorme variedad en la anchura o finura del trazo, y esto último sin necesidad de cambiar de pincel en la mayoría de los casos.

Características del sumi-e
La introducción en Japón de la tinta china representó un hito indiscutible en la historia de su pintura, independientemente de las influencias estilísticas de las escuelas chinas. El seguimiento de modelos continentales no resultaba nada nuevo para los japoneses, pues ese tipo de aprendizaje era una tradición que se remontaba a la época Asuka (538-710) o incluso más allá.

Poco a poco, el empleo de la tinta china provocó el abandono de los vivos colores de la pintura yamato-e en beneficio de las austeras gradaciones monocromáticas de la nueva suiboku-ga. Si bien la aparición de las primeras obras japonesas de tinta china debe situarse en el periodo Kamakura (1185-1333), la era dorada de esa especialidad se vivió en el Muromachi.

Una de las características de las pinturas sumi-e niponas era el abandono de los temas religiosos o históricos por otros en los que la naturaleza se convertía en protagonista de la obra. En general, el desarrollo de su difícil y delicada técnica se debió al conocimiento que los monjes zen adquirieron del arte chino y, sobre todo, a su dominio de la caligrafía, una práctica muy apreciada por los bonzos de esa orden. 

Gakuō Zōkyū: Paisaje, c. 1500, 81x35 cm.
Freer Gallery. Foto en Gabriele Fahr-Becker (ed.):
Arte asiático, Könemann, 2000.
La suiboku-ga se convertía así en el perfecto ejemplo de una forma pictórica que permitía obtener el máximo resultado empleando los mínimos recursos, una de las máximas del zen. Por otro lado, su técnica conllevaba la imposibilidad de retocar el trazo ya ejecutado, algo que ejemplificaba perfectamente el devenir de la vida misma. No existía en ella la vuelta atrás en lo ya realizado.

En el siglo XV, la mayoría de los monjes practicaba la pintura de acuerdo con su talento y especialidad. Sin embargo, hay que tener presente que sus obras no siempre tenían pretensión artística o religiosa, pues su práctica era considerada como una forma más de apoyo a la meditación y un medio para alcanzar o aproximarse a la iluminación. Como individuos concernidos con la más sencilla cotidianeidad de los actos humanos, el pintar era una disciplina más, una labor que ayudaba a alcanzar la “verdad” tal y como el autor la entendía e intentaba plasmar en su obra.

Tipos de sumi-e
Las pinturas creadas por los bonzos zen pueden dividirse en varios grupos. La tradicional transmisión de conocimientos de maestro a discípulo hacía que, con los años, su relación personal fuera realmente importante. Cuando los avances del acólito eran reconocidos por su mentor, era costumbre que aquél recibiera un retrato de su preceptor. Ese tipo de pinturas se conoce como chinsō y en ellas el monje era representado sentado en una silla de estilo chino y sosteniendo con la mano algún objeto zen. Otras obras reflejaban escenas de la vida de Buda. En el tercer grupo se englobaban los retratos de personajes famosos, fueran históricos o míticos. Finalmente, había las pinturas paisajísticas, un género no directamente relacionado con el mundo del zen, aunque en muchos casos podían interpretarse como parábolas budistas.

Con esto dejo por hoy este artículo introductorio. La semana próxima hablaré de algunas relaciones del entre el zen y la pintura de tinta china.

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