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martes, 12 de julio de 2016

Constantes en la arquitectura japonesa, tradición y modernidad, VI

Tercera constante: indefinición 
En el anterior artículo hablé de la naturalidad en la arquitectura moderna japonesa y hoy lo haré de otra constante que se encuentra tanto en la clásica como en la más actual. Me refiero a la indefinición de sus espacios, a la sutil manera, a veces casi imperceptible, de señalar los límites o las fronteras que separan zonas con usos diferentes. Como otras características, esta también nace del sistema constructivo japonés y en concreto de dos elementos: el tipo de estructura que sustenta los edificios y la forma de separar las diferentes salas o habitaciones.

Estructura de pilares y vigas
En el archipiélago nipón, los inmuebles más representativos nunca se construyeron con muros que soportasen los techos, como era costumbre en Europa e incluso en China. Hace unos mil años, las primeras residencias de las villas aristocráticas ya se levantaban con un sistema de pilares y vigas de madera. La fotografía siguiente muestra una esquina de uno de los edificios del templo de Tōshōdai-ji, donde se aprecian los gruesos pilares y el complejo entramado de vigas que soporta su cubierta y permite que sus voladizos sean realmente muy amplios.

El pabellón principal, kondō,de Tōshōdai-ji, 710, Nara. Foto: J. Vives.

Las estructuras a base de pilares y vigas otorgan un gran grado de libertad para elegir el tipo de cerramiento a colocar entre cada columna. Lo más usual en la Europa clásica fue levantar una pared, de ladrillo, argamasa o cualquier otro material, en la que se abrían los huecos para las ventanas o puertas. Pero en el Japón tradicional esa solución apenas se utilizó. En su lugar, se prefirió colocar entre pilar y pilar unas ligerísimas puertas de hojas correderas construidas con un ligero entramado de madera. Si interesaba que la luz penetrara a través de ellas, se encolaba sobre esa estructura unas láminas de papel translúcido. Si se deseaba que fueran opacas, se utilizaba un cartón. Las primeras se denominan shōji y las segundas, fusuma.

Divisiones movibles
Lo que resultó decisivo para la consecución de la indefinición de los interiores japoneses, especialmente en las viviendas, fue la costumbre de cerrar los espacios entre las columnas no con paredes de argamasa o ladrillo, como sí se hizo casi siempre en Europa, sino con esas ligeras puertas deslizantes que, si era necesario, podían retirarse totalmente. Ese sistema de paneles correderos se utilizaba tanto para separar estancias contiguas, como para cerrar el edifico del exterior.

En el primer caso, el bastidor de las hojas se forraba por ambas caras con un cartón rígido que frecuentemente se decoraba con pinturas. En el segundo, es decir, cuando cerraban las salas del exterior, se encolaban láminas de papel en uno solo de sus lados, las cuales ejercían la función de un vidrio translúcido. Es decir, que en vez de levantar paredes macizas en las fachadas, en Japón se prefería colocar ligeras puertas deslizantes. Dada la fragilidad de ese tipo de carpintería, exteriormente y por delante de ella, se colocaban unos postigos también deslizantes para protegerla de las inclemencias del tiempo.

Fusuma interiores y shōji exteriores. Foto J. Vives.

La ilustración anterior es del interior del pabellón Kikugetsu-tei del jardín Ritsurin-kōen en Takamatsu, construido a mediados del siglo XVII. La división central entre las dos “habitaciones” que aparecen en la fotografía se hace con cuatro paneles correderos, de los cuales, vemos que los dos centrales se han abierto situándolos detrás de los que aparecen en ambos lados.

Dado que esas puertas son muy ligeras, si se desea, pueden retirarse completamente para que las dos estancias se conviertan en una. Es decir, este tipo de cerramiento interior otorga una gran flexibilidad de uso, o si se quiere decir de otro modo, otorga al espacio un carácter indefinido, por cuanto puede ser una cosa u otra, una sala pequeña y recogida o una pieza amplia y abierta.

Las correderas que vemos en los laterales de esa foto son verdaderas puertas exteriores correderas, que en nuestras latitudes se suelen denominar balconeras, pues se supone que sirven para salir a balcones o terrazas. En este caso, permiten acceder a la galería o porche que rodea todo el edificio. En la ilustración anterior se aprecia perfectamente que el papel que hace la función de vidrio, es translúcido y tamiza la luz de forma muy suave. Si nos fijamos, en el lado derecho se aprecia que hay tres módulos de un color más claro. Ello es debido a que esos trozos de papel se colocaron más tarde que el resto por haberse roto los anteriores.

Fluidez espacial
Con esa solución de paneles movibles y escamoteables, la diferenciación entre el espacio interior de una sala y la galería o jardín, resulta ser muy tenue, incluso puede desaparecer si se retiran todas esas correderas a un lado de la fachada. En la fotografía siguiente se aprecia que una vez desplazadas todas esas puertas deslizantes, desaparece cualquier signo de división entre interior y exterior. Se produce una enorme indefinición y fluidez espacial. Estamos dentro tomando un té, pero es como si estuviéramos en una zona porticada o incluso en medio del jardín.

Tōji-in, Kioto. Foto: J. Vives.

Esa característica fluidez espacial, no se logró en los edificios occidentales hasta el siglo XX, cuando se empezó a utilizar pilares de hormigón o acero y la industria fue capaz de fabricar ventanales metálicos con vidrios de gran dimensión. Una vez más, Japón se había adelantado a Occidente en varias centurias en la consecución de un ideal arquitectónico.

Obviamente, en Japón también han existido edificios, como las viviendas rurales o los almacenes, con fachadas de muros de madera o argamasa y ventanas y puertas convencionales. Sin embargo, sus características no son muy diferentes respecto de las tipologías que se encuentran en otros países y, como consecuencia, no poseen las particularidades que comento aquí. Hace ya tiempo dedique un artículo de mi blog a este tema. 

Pilares, correderas y tatami
Así pues, con solo con esos dos sistemas, estructura de pilares y vigas de madera y cerramientos movibles, quedaban definidas muchas de las cualidades espaciales de la arquitectura japonesa que la convirtieron en algo único en el mundo. Como complemento también singular, a partir de finales del siglo XV, el suelo, inicialmente de tablas de madera, se cubrió con los conocidos tatami, una especie de esteras de paja trenzada que se colocaban en todas las estancias, excepto en cocina, almacenes y zonas de aseos. En este otro artículo hablé del primer edificio en Japón en el que se utilizaron shōji, fusuma y tatami

Resumiendo, se podría decir que los elementos claves en la definición de los espacios interiores de los edificios japoneses son tres: estructura de pilares y vigas de madera; cerramientos, tanto exteriores como interiores, de paneles correderos, y pavimentos de tatami. Estos últimos son los responsables de la modulación, una característica que comenté en otro artículo de esta serie hace semanas.

Obsérvese en la ilustración siguiente la sensación de amplitud y fluidez que se obtiene cuando todas las divisiones interiores se han retirado y se han abierto las exteriores permitiendo que todo el espacio fluya hacia el jardín a través de la galería perimetral de suelo de madera.

Un aspecto que no he comentado aún y que se aprecia en la fotografía es la penumbra que suele bañar la zona central de los edificios japoneses. Ese efecto es debido a los amplios voladizos de sus cubiertas, una forma de protegerse de los rayos del sol en verano.

Interior de Shōren-in, 1895, Kioto. Foto: J. Vives.

Así pues, el concepto de indefinición en la arquitectura de Japón y su corolario, la fluidez espacial, nacen como consecuencia del empleo generalizado de esas puertas deslizantes, las interiores opacas y las exteriores translúcidas. Ambas son de una sorprendente ligereza, lo que facilita su desplazamiento sobre unas guías de madera perfectamente ejecutadas, y ambas son las responsables de que esos rasgos se manifiesten en dos situaciones: en el interior y en el exterior.

Indefinición interior
La indefinición interior en las residencias japonesas se encuentra precisamente en la indeterminación de uso de sus diferentes estancias, una cualidad que nace de la posibilidad, insisto una vez más, de retirar totalmente y con gran facilidad los paneles correderos que he comentado.

Dado que en el Japón tradicional apenas existió mobiliario fijo que determinara una única función, una sala podía ser un estudio por la mañana, un comedor por la tarde y un dormitorio por la noche. Eso permitía que las habitaciones se unieran o separaran simplemente deslizando sus puertas, acción que automáticamente definía su nuevo uso. Ese concepto y el empleo de paneles y ventanales correderos sigue manteniéndose en nuestros días en muchos proyectos de los arquitectos actuales más vanguardistas.

Indefinición exterior
El otro tipo de indefinición espacial, tanto en edificios clásicos como en modernos, se refiere a la difusa manera de marcar la frontera entre el exterior y el interior. Una vez más, eso se produce gracias a la posibilidad de abrir las puertas correderas de tal forma que, aunque consten de varias hojas, todas puedan quedar recogidas, una sobre otra, en una esquina de la fachada. Con ello se logra que la estancia se expanda materialmente hacia el jardín, con el que se fusiona en un maridaje muy buscado desde siempre en Japón, y también hoy día.

Una vez completamente abiertas las puertas correderas, desaparece todo signo de división. No obstante, ambos espacios, el interior y el exterior, siguen manteniendo sus características propias, aunque, eso sí, de forma muy sutil. El primero gracias a los tatami y el segundo gracias a sus plantas, piedras y gravilla. No obstante, lo importante acontece en la zona entre esos dos ambientes, un terreno de nadie que ni es vivienda ni es jardín o quizás sea ambas cosas. Me refiero a la galería o porche con pavimento de lustrosas tablas de madera, que en japonés se denomina engawa.

Shisen-dō, Kioto. Foto: J. Vives.

En la fotografía anterior se aprecia que al retirar las correderas desaparece todo tipo de división entre la sala interior y el jardín exterior; el espacio fluye en todas direcciones sin obstáculo alguno; han desaparecido las fronteras, la indefinición es total, ¿estamos dentro o fuera?

Antes de hablar de la presencia de estas características en la arquitectura moderna japonesa, me gustaría comentar algunos aspectos relacionados con la indefinición o fluidez espacial; pero como este artículo ya empieza a ser demasiado largo, quizás por haber insistido demasiado en algunas ideas, lo voy a dejar para dentro de quince días.

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