Páginas

martes, 20 de junio de 2023

La danza butō, 19

La línea histórica del butō 

Con el anterior artículo finalizó la primera parte de esta serie dedicada a explicar someramente las fuentes de donde bebieron los precursores japoneses de la danza moderna, así como el ambiente teatral que se espiraba en Japón hasta los años cuarenta del siglo XX. En el de hoy haré una recapitulación de ese recorrido histórico de forma muy esquemática. 

Para ello, trazaré una sencilla cronología centrada en la danza moderna que estudiaron esos pioneros, principalmente en Alemania. En la siguiente lista constataremos una evidente relación entre la danza expresionista alemana y los dos creadores del butō: Ōno Kazuo y Hijikata Tatsumi.

Cronología hasta el nacimiento del butō

1913-1915: Itō Michio (artículo 10) viaja a Alemania y entra como alumno en la escuela de Mary Wigman. En 1916 se traslada a Estados Unidos.

Itō Michio en Tone Poems II, 
música de Yamada Kōsaku, 1926.
Foto de fuente desconocida.

martes, 6 de junio de 2023

La danza butō, 18

Musicales, revistas y ópera en Japón 

En el anterior artículo comenté la actividad de dos bailarinas rusas que vivieron en Japón y cuya labor propició el nacimiento y posterior desarrollo del ballet en el país oriental. De sus clases salieron los primeros bailarines clásicos japoneses, los cuales una vez retirados se convirtieron en maestros de generaciones posteriores.

Hoy todavía no hablaré del butō, sino del barrio de Tokio donde, durante varias décadas de principios del siglo XX, se concentró casi toda la actividad teatral, cinematográfica y lúdica de la capital japonesa: el distrito de Asakusa. Veremos cuál fue su estimulante y festivo ambiente, en el que no faltaban ciertos toques de cultura occidental.

El ambiente artístico en los años veinte y treinta

A partir de los años veinte del pasado siglo, ya se empezaban a ver en Japón espectáculos teatrales de todo tipo. Además de las actuaciones de artistas como Anna Pavlova en 1922 (artículo 17) o Harald Kreutzberg y Ruth Page en 1934 (artículo 13), comenzaban a llegar al país compañías europeas de ópera y danza que permitían a público, crítica y artistas contemplar el “modelo original”, es decir, el mismo tipo de interpretación y montaje que, en esos años, se ofrecía en los teatros occidentales.