martes, 12 de enero de 2016

Pintura moderna japonesa: la pintura yōga del periodo Taishō, IV

La pintura japonesa de estilo occidental en el periodo Taishō, Yasui Sōtarō 
Como prometí hace dos semanas, hoy continúo este paseo por la pintura moderna japonesa de estilo occidental dedicando este artículo a Yasui Sōtarō.

Yasui Sōtarō (1888-1955)
Yasui Sōtarō estudió pintura occidental en el taller de Asai Chū, donde tuvo de compañero a Umehara. Ya dije al hablar de este último que ambos coincidieron en muchas cosas, amén de ser buenos amigos. Nacieron en la misma ciudad y en entornos familiares semejantes, de jóvenes estudiaron en el mismo instituto, se encontraron en París a principios de siglo y, tras la guerra, los dos impartieron clases en la Escuela de Bellas Artes de Tokio. Pero, a pesar de todas esas semejanzas, su obra y su personalidad fueron muy diferentes.

En 1907, Yasui viajó a París, donde asistió a la misma academia de pintura que su amigo Umehara. Durante su estancia de ocho años en Francia, descubrió la obra de Pisarro, la de Matisse y sobre todo la de Cézanne, un artista que le impresionó enormemente.

Cuando la Primera Guerra Mundial le forzó a regresar a Japón en 1914, Yasui se convirtió en uno de los personajes más notables del panorama artístico japonés. Sin embargo, seguramente debido al diferente ambiente que se respiraba en su país respecto al que conoció y al que se había acostumbrado en la capital francesa, entró en una profunda depresión que duró una década y durante la cual apenas nada salió de sus pinceles.

Yasui Sōtarō: Retrato de mujer, 1930, óleo sobre tela, 115x87 cm. 
Museo Nacional de Arte Moderno de Kioto. Foto: Wikimedia Commons.

Las pinturas más reconocidas de Yasui son los retratos. La reproducción anterior es de una de las primera obras que realizó el artista tras superar su crisis creativa. En ella aparecen ya muchos de los rasgos que definen su estilo: elegancia del personaje, valor formal del kimono, fondos de tonos neutros y un marcado interés por extraer todas la posibilidades expresivas del trazo. Respecto a este último elemento, comprobamos que a pesar de que la línea ya no delimita tan claramente los objetos como en la pintura tradicional japonesa, desempeña un notable papel en la composición del cuadro, generalmente centrado en representar el diseño de la vestimenta.

Yasui Sōtarō: Retrato de Ching Jung, 1934, óleo sobre tela, 71x57 cm. 
Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio. Foto: Wikimedia Commons.

En el retrato de la ilustración anterior, Yasui encontró la forma de complementar la técnica realista occidental con la tradición pictórica de su país; me explicaré. En este cuadro ya no aparecen colores densos y pastosos, pues no le habrían servido para plasmar las sutilezas del estampado, en este caso un vestido no japonés, sino chino. Gracias a esa ligereza, Yasui logró con el óleo la misma frescura que hubiera obtenido empleando medios tradicionales nipones. Había alcanzado ya un nivel en el que la técnica no le suponía obstáculo alguno para su expresividad.

Por otro lado, la composición de esa obra está llena de “toques” japoneses. El fondo es un telón neutro y vacío donde apenas existen sombras, la silla y el cojín del respaldo están delineados con trazos que cierran parcialmente su color, y el claroscuro es muy sutil, casi inapreciable, resaltando de esa manera la importancia de las superficies planas, una constante en la pintura tradicional del Japón.

Yasui Sōtarō: El monte Yakedake, 1941, óleo sobre tela, 52x64 cm. Museo de Arte Menard, Komaki,
prefectura de Aichi. Foto: Wikimedia Commons.

La ilustración anterior muestra uno de los pocos paisajes que Yasui realizó durante el año en que Japón se embarcó en la guerra del Pacífico contra Estados Unidos. Se trata de una obra donde resulta muy fácil rastrear las reminiscencias de la serie de cuadros que su admirado Cézanne realizó sobre la montaña de Sainte Victoire cuando vivió en Aix. Uno de ellos se reproduce a continuación.

Paul Cézanne: La montaña de Santa Victoria vista desde Bibénius, c. 1897, óleo sobre tela, 65x81 cm. 
Museo de arte de Baltimore. Foto: Wikimedia Commons.

En la ilustración siguiente vemos un retrato de la nieta de Yasui, en el cual intentó plasmar la frescura, despreocupación y vitalidad de una modelo que, por obvias razones, difícilmente podía quedarse quieta. Precisamente, lo que el artista buscaba era diferenciar esa obra de otras similares realizadas por encargo y en las que, según sus propias palabras, a pesar de la adecuada técnica, podían carecer de espontaneidad y vitalidad.

Yasui Sōtarō: Nieta, 1950, óleo sobre tela, 90x71 cm. 
Museo Ōhara de Kurashiki. Foto: Wikimedia Commons.

En los dos últimos artículos he hablado dos artistas, Umehara y Yasui, que marcaron el panorama pictórico nipón de la década de los treinta del siglo XX. Ciertamente, esos años ya no pertenecían al periodo Taishō, que finalizó en 1926, pero el arte nunca se ha dejado encasillar ni en fronteras geográficas ni en temporales, por mucho que se haya intentado.

Dentro de dos semanas hablaré de artistas del periodo Taishō cuya obra fue mucho más radical, vanguardista, o como se quiera etiquetar, que la de los comentados hasta ahora.

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