La porcelana en la cerámica japonesa
En los artículos de la semana pasada y anteriores comenté algunos de los planteamientos estéticos de la cerámica tradicional japonesa y cuán alejados estaban de la búsqueda de la simetría y el rechazo de lo imperfecto que regían en la alfarería europea. Pues bien, hoy vamos a adentrarnos en el mundo de la porcelana japonesa para comprobar que también ocurría algo semejante, o al menos parcialmente.
En los artículos de la semana pasada y anteriores comenté algunos de los planteamientos estéticos de la cerámica tradicional japonesa y cuán alejados estaban de la búsqueda de la simetría y el rechazo de lo imperfecto que regían en la alfarería europea. Pues bien, hoy vamos a adentrarnos en el mundo de la porcelana japonesa para comprobar que también ocurría algo semejante, o al menos parcialmente.
Cuando los holandeses empezaron a comerciar con Japón, los
centros de producción de porcelana se dedicaron, una vez más, a copiar
los modelos chinos que por esos años tenían gran éxito en el mercado del Viejo
Continente. Eso ya lo expliqué semanas atrás, pero se debe insistir en que desde el archipiélago nipón nunca, antes de 1860 aproximadamente, se exportaron a
Occidente piezas como las que hemos visto en anteriores artículos, esas que
encantaban a los maestros de té, letrados, señores feudales o samurai cultivados.
La porcelana japonesa
Hasta
el siglo XVI todavía no existía en
Japón nada parecido a la porcelana o celadón
chinos. El primer paso para obtener porcelana y piezas decoradas bajo cubierta*
tenía que ser la construcción de un tipo de horno que permitiese alcanzar
temperaturas muy superiores a los 1000 grados y el segundo, encontrar un
yacimiento de caolín, es decir, de arcilla blanca.
*Cubierta o cobertura es la última capa de
acabado de una pieza cerámica, generalmente un barniz o esmalte.
Ambas
labores las realizaron a cabo artesanos coreanos llegados a la antigua región
de Hizen en la isla de Kyūshū. Precisamente, uno de ellos descubrió en 1616 un
yacimiento de caolín en los alrededores de Arita. Hasta finales de ese siglo,
en Japón solo se fabricó porcelana en esa zona.
Las cortes europeas de la época sentían una especial
atracción por la perfecta porcelana procedente de China. Cuando, como comenté
en el segundo artículo de esta serie, en 1644 se produjo la crisis política en ese país, sus exportaciones cayeron en picado.
Casualmente, ese momento coincidió con el dominio de la técnica de la porcelana
por parte de los japoneses, lo que les permitió introducirse en el mercado
europeo. A partir de esa fecha, la exportación de las piezas de Hizen fue aumentando
año tras año.
Porcelana imari
En un
principio, la porcelana de Japón solo se creaba en la isla de Kyūshū y se
embarcaba hacia Europa en el puerto de Imari. Por ese motivo se conoce en
Occidente como porcelana imari o
porcelana de Imari, aunque realmente se fabricaba en otra población cercana al
lugar donde se extraía el caolín. Sin embargo, a finales del siglo XVII ya
empezó a producirse en Kioto y otras poblaciones, si bien los hornos del sur seguían
dominando el mercado.
Plato imari, c.
1650, porcelana, 39 cm. Museo de Cerámica de Kyūshū en Arita. Foto en Yakimono. 4000 Years of Japanese Ceramics. Hawaii Academy of Arts, 2005. |
En la
fotografía anterior se muestra una típica pieza de Imari como las destinadas para
la exportación a Europa. La decoración de ambiente asiático dejaba claro a sus
compradores que procedía del lejano oriente, mientras que el ondulado de sus
bordes le otorgaba un aspecto ligero y cierto toque sofisticado que se suponía
eran apreciados por los europeos, cuyo gusto se encontraba muy alejado del de
los grandes señores de Japón, como veremos más adelante.
Porcelana kakiemon
Los
japoneses fabricaron durante esos años varios tipos de porcelana de
características muy diferentes. Uno de ellos se denominaba kakiemon, debido a que su decoración policroma sobre cobertura había
sido ideada por Sakaida Kakiemon (1595-1666). Algunos de los rasgos de esas
piezas eran sus finísimas paredes, su nívea base y la sorprendente calidad de
sus esmaltes de colores.
Plato kakiemon, s. XVIII,
porcelana, 27 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto en Michael Dunn: Inspired Design. Japan’s Traditional Arts. 5 Continents, 2005. |
El plato de la fotografía anterior muestra una decoración
polícroma con un tradicional tema de flores y pájaros que resalta sobre el
inmaculado fondo de la porcelana. El descentrado de los dos motivos es una
característica compositiva japonesa que se da muy a menudo en la pintura
tradicional. La amplia superficie blanca, además de huir del típico horror
vacui europeo, permite resaltar la impoluta calidad de la pieza.
Porcelana
kutani
A pesar
de su nombre, la porcelana de Kutani no se fabricaba en esa población, sino que
los señores de ese feudo, los Maeda, la encargaban a los hornos de Arita. Sin
embargo, su inconfundible diseño está indefectiblemente asociado a Kutani, por
lo que se conoce como de estilo kutani.
Los rasgos que definen y diferencian a la porcelana kutani del resto son el fondo dorado y
sus cinco colores: amarillo, verde, rojo, azul y violeta, además del negro.
Semejante exhibición cromática siempre resulta de una brillantez y riqueza
visuales indiscutibles.
Plato kutani verde,
1650-1670, porcelana, 33 cm. Museo de Arte Idemitsu de Tokio. Foto en Christine Shimizu: Toji. La porcelaine japonaise. Massin, 2002. |
En la pieza de la fotografía anterior, el motivo
verde-azulado destaca en gran parte gracias al fondo dorado y al estrellado
negro. La lujosa prestancia y aquilatada elegancia de este tipo de platos son algunas de
las características de la porcelana de Kutani que la convierten en
inconfundible.
Porcelana nabeshima
La
porcelana nabeshima debe su nombre al
clan de los Nabeshima, gobernantes durante la segunda mitad del siglo XVII del feudo de Saga en la isla de Kyūshū. De todos los hornos construidos
en su territorio, uno de ellos se destinó exclusivamente a fabricar porcelana para
regalar a otros señores feudales o incluso al shōgun. La calidad de los materiales empleados y su excepcional
técnica convirtieron a la cerámica nabeshima
en sinónimo de perfección y sofisticación máximas, pero, eso sí, sin dar nunca
la sensación de vacua ostentación.
Plato nabeshima,
c. 1720, porcelana, 28 cm. Museo de Cerámica de Kyūshū en Arita. Foto en Yakimono. 4000 Years of Japanese Ceramics. Hawaii Academy of Arts, 2005. |
La excelencia formal del plato de la fotografía anterior responde
perfectamente a los cánones del estilo nabeshima. En la sencillísima
decoración de grullas, símbolo y augurio de longevidad, se emplearon sutiles
gradaciones de azul, único tono utilizado en la pieza que corrobora la
contención de su autor a pesar de su evidente magnificencia. Esta pieza está catalogada como Importante
Bien Cultural.
Con esto doy por finalizados los artículos dedicados a la cerámica japonesa antigua. El martes próximo, hablaré de los primeros ceramistas del siglo XX.
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