La pintura japonesa
de tinta china: los artistas de la sumi-e,
Sesshū
La semana pasada hablé de un
gran artista de la pintura japonesa de tinta china. Hoy lo haré de un verdadero
gigante: Sesshū.
Sesshū
Tōyō
Sesshū Tōyō (1420-1506) es el más
valorado de todos los pintores del periodo Muromachi que utilizaron en su obra la
tinta china como principal medio de expresión. Aunque nacido en una solvente
familia samurai, Sesshū ingresó de
muy joven en un templo zen. A los
veinte años se trasladó a Kioto, donde estudió con Shūbun en el monasterio de
Shōkoku-ji de la capital japonesa, verdadera cuna de muchos artistas de la época. En 1468
viajó a China, donde conoció a pintores de la corte de Pekín y eruditos monjes que le descubrieron la pintura de la
dinastía Song (960-1279). En 1469 regresó a Japón, pero en vez de recluirse en
un templo, se dedicó a peregrinar por todo el país pintando la naturaleza.
Una de
las obras más conocidas de Sesshū es el denominado Rollo del largo paisaje de las cuatro estaciones o también Rollo largo del paisaje de las cuatro
estaciones. El calificativo de “largo” se le dio para diferenciarlo de otra
pintura del mismo formato pero de menor longitud que se conoce como Rollo corto y del que inserté un detalle
en el tercer artículo de esta serie.
El Rollo del largo paisaje de las cuatro
estaciones es una de las obras más importantes de Sesshū y tiene una longitud de dieciocho metros, algo que hace que
resulte prácticamente imposible reproducirlo adecuadamente aquí. Sin embargo,
intentaré adjuntar algunas ilustraciones de un par de fragmentos para que se pueda apreciar la minuciosa
ejecución de cada detalle.
La obra
nos muestra un paisaje imaginario que se despliega ante nosotros como en una
especie de inacabable travelling cinematográfico. Montañas, bosques, valles y ríos van
apareciendo a medida que enrollamos y desenrollamos la pintura. Poco a poco, el
panorama cambia según las estaciones.
El
vigoroso trazo de Sesshū recorre los metros y metros de papel, dieciocho en
total, quebrándose en densas pinceladas o diluyéndose en suaves veladuras, para
sugerir el universo que envuelve al viajero, una naturaleza grandiosa que
empequeñece al ser humano. Sin duda es esta una de las pinturas más complejas y
sugerentes de toda la historia del arte japonés, una obra en la que siempre se
descubre algo nuevo.
La primera de las dos ilustraciones
siguientes es un fragmento de esa obra, mientras que la segunda es un detalle ampliado
de su zona izquierda.
En las
ilustraciones anteriores se manifiesta la personal manera que tenía Sesshū de
pintar los riscos o las rocas. Sus densos y nerviosos trazos se quiebran en aristas
que sugieren el peso de peñascos y montañas, mientras que su
volumen lo refleja mediante tintas diluidas en las que se aprecia la inclinación del pincel. Esa peculiar manera de representar las piedras la
encontraremos más tarde en la obra de muchos pintores cuando necesiten asentar y equilibrar sus asimétricas composiciones de árboles de inverosímiles ramas
horizontales con primeros planos de rocas y pedruscos.
Dos de
las pinturas más representativas de Sesshū son sus Paisaje de otoño y Paisaje de invierno, una
pareja de sumi-e que formaba parte de un conjunto de cuatro dedicado a las estaciones.
Sesshū las creó durante su estancia en China y su factura y estilo evidencian
una clara influencia del arte pictórico de ese país.
En esas
obras, que aparecen en las dos ilustraciones siguientes, la pincelada densa y
quebrada modula el espacio de manera semejante a cómo lo hizo Cézanne cuatro
siglos más tarde. En ellas podemos ver la peculiar manera que tenía Sesshū de representar las
rocas. Los trazos curvos casi desaparecen en favor de las
pinceladas rectas. La estructura de ambas pinturas se apoya en dos
diagonales: una principal que parte de la zona inferior y una
secundaria que la intersecta para crear otro plano de la composición.
Sesshū: Paisaje de otoño, segunda mitad s. XV, tinta sobre papel, 46x30 cm, Museo Nacional de Tokio. Foto: Wikimedia Commons. |
Sesshū: Paisaje de invierno, segunda mitad s. XV, tinta sobre papel, 46x30 cm. Museo Nacional de Kioto. Foto: Wikimedia Commons. |
En mi
opinión, en Paisaje de invierno, Sesshū
intentar liberarse de las ataduras figurativas. Parece que desea escapar del
encuadre dirigiendo su pincel hacia lo alto en un intento de huir de una
representación demasiado realista y como queriéndose escapar del marco que le constriñe. Si se me pidiera que salvara tres obras de
toda la historia de la pintura japonesa, esta, Paisaje de invierno, sería una de ellas y otra la que ahora mismo
voy a comentar y muestro en las dos ilustraciones siguientes. La tercera, me lo tendría que pensar.
Uno de
los trabajos de Sesshū que desde siempre más me han impresionado es el conocido
como Paisaje haboku, una composición creada tres años después del
descubrimiento de América. Es bien cierto que los artistas chinos ya habían
realizado pinturas de abstracción semejante mucho antes, pero debo reconocer
que cuando descubrí esta obra de Sesshū lo desconocía. Quizás eso hizo que mi
sorpresa fuera mucho mayor de lo que podía haber sido. Sin embargo, todavía
hoy, cada vez que contemplo esta pintura me asombra y emociona profundamente.
Sesshū: Paisaje haboku, 1495, tinta sobre papel,
58x33 cm y 147x33 cm con
la caligrafía superior.
Museo Nacional de Tokio. Foto: Wikimedia Commons.
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Sesshū: Paisaje haboku. Foto: Wikimedia Commons |
En mi
opinión, esta pintura de tinta china es al suiboku-ga
lo que el jardín seco de Ryōan-ji es al kare-sansui:
la quintaesencia del despojamiento de lo accesorio, la demostración de que el
vacío puede estar cargado de significado y emoción gracias, eso sí, al
magistral empleo del trazo. Sin temor a equivocarme, digo que estamos ante una de
las obras más contundentemente modernas de todo el arte japonés clásico.
El término pintura haboku se traduce generalmente
como pintura de salpicaduras. Sin embargo, también podría denominarse pintura
«tachista» debido a su similitud con ciertos movimientos abstractos
occidentales del siglo XX, como los gestualistas o expresionistas abstractos, todos
ellos fuertemente influidos por el arte japonés.
Sesshū
trasladó al papel las sutilezas de la luz gracias a su selectiva pincelada. Sus
livianas transparencias y densos negros crean el sentido de profundidad en el paisaje.
Su gesto le condujo a la rotura de la continuidad del trazo, haciéndolo
explotar en mil fragmentos que flotan sobre el blanco del papel. El vacío debe
tanto al lleno como este último al primero.
A
diferencia de los pintores de China, que estudió durante su estancia en ese
país, Sesshū nunca dibujó paisajes reales en su obra; lo que hemos visto hasta
ahora son paisajes imaginarios. Solo al final de su carrera pintó uno real: Amanohashidate, que se reproduce en la
siguiente ilustración.
Sesshū: Amanohashidate, c. 1505, tinta y color sobre
papel, 89x179 cm. Museo Nacional de Kioto. Foto: Wikimedia Commons. |
En esta
obra, el artista parece volver a su etapa juvenil cuando en China viajaba de
templo en templo para estudiar y aprender de sus pintores clásicos. No vemos
aquí el tenue y sugestivo trazo del Paisaje
haboku, sino más bien una pincelada insistente y precisa que refleja la
lejana resonancia de un paisaje remoto contemplado a vista de pájaro y que todo
japonés conocía y conoce muy bien todavía hoy.
La
influencia de Sesshū en generaciones posteriores resultó ser importantísima. Fue él
quien mostró el camino para que la pintura de tinta china pudiera dar el salto
de los pequeños formatos a las puertas correderas o biombos, aunque los
primeros pasos ya los había dado Shūbun. Parece que Sesshū también pintó sobre esos soportes, aunque muchas obras de ese tipo que
se le atribuyen lo son con reservas. A continuación muestro una de ellas, en realidad una pareja de biombos con el recurrente tema, como veremos en posteriores artículos, de Pájaros y flores de las cuatro estaciones.
Atribuido a Sesshū: Pájaros y flores de las cuatro estaciones, segunda mitad s. XV, tinta y color sobre papel, biombo izquierdo de 151x351 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: Wikimedia Commons. |
Atribuido a Sesshū: Pájaros y flores de las cuatro estaciones, segunda mitad s. XV, tinta y color sobre papel, biombo derecho de 151x351 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: Wikimedia Commons. |
En
cualquier caso, lo que sí puede afirmarse es que el potente, denso y quebrado
trazo de Sesshū se mostró muy adecuado para poder realizar el cambio de escala
del pequeño formato de las pinturas para colgar a los amplios biombos o puertas correderas, algo que
supieron captar sus discípulos y sucesores y que veremos en próximas entregas.
Con
este ya son siete los artículos dedicados a la pintura japonesa de tinta china.
La semana próxima seguiré hablando de pintores,
aunque a diferencia de lo visto hasta hoy sus obras destacarán por sus brillantes colores.
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