La pintura japonesa de estilo occidental en
el periodo Meiji, introducción
Comienzo hoy la publicación de la primera serie que dedico a
la pintura moderna japonesa. Mi idea es que, poco a poco, vaya publicando artículos
consagrados a los diferentes movimientos artísticos que surgieron en Japón a partir de
mediados del siglo XIX, es decir, desde el periodo Meiji (1868-1912) hasta
llegar a nuestros días.
De momento, esta serie tratará únicamente de la pintura
japonesa de estilo occidental entre 1868 y 1945, y constará de dieciséis entregas. Eso es lo que tengo previsto. Como
comenté en la anterior serie dedicada al ukiyo-e,
he decidido que mis artículos aparezcan cada catorce días y
no cada siete como hasta ahora. De esa forma, todos iremos un poco más
relajados. Así pues, sin más preámbulos, voy a entrar ya en materia.
Pintura de estilo occidental y pintura de estilo japonés
Los cuadros de artistas japoneses que utilizan técnicas
occidentales, fundamentalmente el óleo, aunque también cuando representan temas figurativos y emplean la perspectiva y el claroscuro, se denominan pintura yōga. En esta serie solo voy a hablar de
este tipo, pero más adelante confío dedicar otros artículos a la de estilo
japonés, es decir, a la llamada nihonga.
Ambos vocablos se crearon en el siglo XIX para diferenciar la producción de los
artistas que en esa época decidieron seguir la vía del arte europeo frente a la
de los que continuaban empleando métodos y temas tradicionales japoneses.
Como ya es costumbre en este blog, realizaré un recorrido
sensiblemente cronológico. Por eso comienzo por el periodo Meiji, pues mi anterior serie consagrada a la pintura trataba de las obras realizadas en la época Edo (1603-1868).
La apertura de
fronteras
Antes de hablar del arte moderno japonés, creo conveniente hacerlo
mínimamente de lo que suele llamarse modernización u occidentalización de
Japón. Para los interesados en conocer en detalle ese proceso les recomiendo
que acudan a las publicaciones que existen sobre el tema. Leer un libro siempre
aporta mucho más de lo que puede ofrecer un blog.
Por recomendar solo un par, yo mencionaría el de W. G.
Beasley: La restauración Meiji, de
Satori Ediciones. En él se explican los acontecimientos políticos y sociales de
esa época. El segundo sería el de Ian Buruma La creación de Japón, 1853-1964, de la
editorial Mondadori, quien plantea un enfoque diferente en un texto más reducido.
Todo
comenzó el 8 de julio de 1853, cuando cuatro navíos estadounidenses, dos de ellos a vapor y todos comandados
por el comodoro Matthew Calbraith Perry, anclaron en el puerto de Uraga, en la
bahía de Tokio. Creo que podemos imaginarnos el estupor que su llegada debió producir en los lugareños. La ilustración siguiente es de un retrato de Perry.
Tras un primer contacto en el que no pudieron entenderse, finalmente, gracias a que uno de los japoneses que se acercaron en barca a los navíos extranjeros hablaba holandés y que entre los marineros americanos había alguien que también entendía ese idioma, Perry pudo concertar un día para entregar una carta del presidente de los Estados Unidos en un acto protocolario donde ambas partes intentaron impresionar al contrario con sus mejores galas. Sin embargo, no hay duda de que la imponente presencia y el poderío armamentístico de la comitiva extranjera deslumbraron a los japoneses. El grabado de la ilustración siguiente muestra ese encuentro entre ambas delegaciones.
William Heine: Recibimiento de Perry en Yokohama en 1854, litografía, c. 1855.
Foto: Wikimedia Commons. |
La misión de Perry era conseguir que Japón abriese sus fronteras para establecer relaciones comerciales entre ambos países y permitir que los barcos de Estados Unidos pudieran repostar en puertos del archipiélago nipón. Al año siguiente, Perry regresó para firmar el tratado que deseaba entre ambos países. A partir de ese momento, Rusia, Francia, Holanda y Gran Bretaña siguieron los mismos pasos y solicitaron semejantes pactos con Japón. La apertura a Occidente era imparable.
La modernización de Japón
La
presencia de extranjeros en el archipiélago nipón, no hizo más que acelerar el
gran cambio social que ya se estaba fraguando en el país. Por esos años, parte
de la clase dirigente japonesa ya cuestionaba el estricto régimen implantado
por el gobierno del shōgun. Pero la
nueva situación generó una serie de tensiones entre los partidarios de la apertura de Japón hacia
Occidente y los contrarios a ella que aceleraron las trascendentales
transformaciones que iba a experimentar el país en poco tiempo.
Todos
esos cambios quedaban simbolizados por la figura del nuevo emperador Meiji
(1852-1912), quien dio nombre a sus años de reinado y a ese proceso
modernizador: el periodo Meiji y la restauración Meiji, respectivamente.
Uchida
Kuichi: retrato del emperador Meiji, 1873. Foto: Wikimedia Commons.
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No es
mi intención hacer un relato histórico de esa época en Japón, pero creo que es
importante hacer notar que si bien esos cambios sociales y políticos experimentados
en el último tercio del siglo XIX resultaron sorprendentes por su amplitud y
profundidad. Los que se produjeron en el ámbito de las artes no les fueron a la
zaga.
La pintura en el
periodo Meiji
Los artistas japoneses no se quedaron al margen del frenesí
renovador que se extendía por todo el país y, una vez abiertas las fronteras,
viajaron a Europa para conocer de primera mano tanto el arte clásico del Viejo
Continente como las nuevas tendencias. Muchos de ellos permanecieron en Francia
o Alemania varios años, durante los cuales intentaron quemar etapas en su
aprendizaje.
Hay que tener presente que durante más de 200 años
Japón mantuvo un aislamiento casi absoluto respecto del mundo exterior. A lo
largo de dos siglos, su única relación con Europa la mantuvo a través de la
Compañía Holandesa de la Indias Orientales, a cuyos tripulantes se les tenía
confinados en una minúscula isla artificial en el puerto de Nagasaki, ciudad
muy alejada de los grandes centros urbanos como Kioto, Osaka o Tokio. En la ilustración siguiente se representa ese minúsculo islote cuya mayor dimensión solo tenía ciento veinticinco metros.
Plano de la isla de Dejima en Nagasaki, 1824-1825. Foto: Wikimedia Commons. |
Tras esas dos centurias de reclusión, resultaba lógico que
casi ningún japonés tuviera conocimiento de la historia social y cultural
europea y que la visión de un cuadro italiano o francés le resultara no solo
sorprendente, sino incluso casi incomprensible. La vestimenta de los
personajes, la forma de los edificios y por supuesto los temas históricos o
mitológicos que se trataban en las obras occidentales resultaban totalmente
indescifrables para un japonés.
Pero aún hay más, con la perspectiva geométrica, el dominio del claroscuro y la amplia paleta cromática que se lograba con los pigmentos al óleo se conseguían unos resultados sorprendentes por su increíble realismo. Algo que nunca antes habían visto los primeros artistas nipones que pudieron contemplar directamente obras europeas cuando viajaron al Viejo Continente.
La pintura de estilo
occidental frente a la de estilo japonés
Pues bien, esos incipientes y entusiastas contactos con la
pintura occidental, tan diferente de la que se había realizado en Japón hasta
entonces, si exceptuamos las escasas obras ejecutadas durante la presencia de
los misioneros latinos en los siglos XVI y XVII, tuvieron un efecto casi
esquizofrénico, si se me permite esta licencia seguramente excesiva.
Me refiero a que las diferencias en los sistemas de
aprendizaje, planteamientos artísticos, recursos pictóricos, medios técnicos y resultados, entre lo que podríamos llamar pintura “clásica”
europea y de la pintura “tradicional” japonesa, eran tan radicales que condujeron a
una división clara entre los artistas que decidían consagrarse a una u otra
forma de expresión.
A partir de ese momento, se crearon dos vocablos para
definir cuál era el tipo de pintura que practicaba un artista japonés. Se
denominó yōga a las obras que
utilizaban técnicas europeas, mientras que si empleaban métodos y temas
japoneses se calificaban como nihonga.
Takahashi Yuichi: Enoshima,
1877, óleo sobre tela, 47x74 cm. Museo de Arte Moderno de Kamakura.
Foto:
Wikimedia Commons.
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La ilustración anterior muestra un óleo de uno de los pioneros de esa técnica,
de la denominada pintura yōga. Pero para no hacer demasiado largo esta entrada, prefiero dejar para
el siguiente artículo, dentro de dos semanas, el
hablar de este y otros artistas precursores de ese nuevo hacer pictórico japonés.
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