La pintura japonesa de estilo occidental en
el periodo Taishō, Mavo, primera
parte
Hace dos semanas comenté la
obra de algunos de los artistas más radicales de la pintura moderna japonesa del
primer cuarto del siglo XX y hoy hablaré de la que, en mi opinión, es la
asociación de artistas vanguardistas más importante de esos años: Mavo.
Los padres de Mavo fueron, por un lado, los afiliados al
movimiento futurista y, por otro, un artista singular: Murayama Tomoyoshi. De
los primeros hablé muy por encima en los artículos anteriores, de Murayama y
Mavo lo haré a continuación.
Murayama Tomoyoshi (1901-1977)
Murayama Tomoyoshi nació en el seno de una familia de médicos y
profesores, aunque no demasiado solvente desde el punto de vista económico.
Tras el fallecimiento de su padre, la vida del joven Murayama creció bajo dos
importantes influencias. Por un lado, la del entorno cristiano de su madre, gracias al cual conoció la cultura y arte europeos. Por otro, la de sus contactos con importantes activistas sociales que conformaron sus tendencias
contestatarias.
En el fondo, Murayama fue un autodidacta en lo que se refiere
a la pintura. Primero practicó la acuarela y más tarde se inició en el óleo; pero
lo que marcó indeleblemente su futuro como artista fue su viaje a
Berlín en febrero de 1922. Por esos años, la capital alemana atravesaba una enorme
crisis económica y en su ambiente artístico imperaba la crítica y el activismo
social del dadaísmo anarquista, representado por George Grosz y Otto Dix, entre
otros.
De vuelta en Japón, Murayama comenzó a publicar artículos
sobre arte y a exponer sus obras. En mayo de 1923, presentó una serie de cuadros
en una muestra que tituló, en japonés y alemán, Pequeñas obras de constructivismo consciente de Maruyama Tomoyoshi.
La que aparece en la ilustración siguiente es la única de las que incluyó en
esa exhibición que ha llegado hasta nuestros días.
Todas las reproducciones que
incluyo en este artículo pertenecen al libro de Gennifer Weisenfeld: Mavo. Japanese artists and
the avant-garde, 1905-1931. Berkeley: University of Califorma Press, 2002.
Murayama Tomoyoshi: Dedicado a las hermosas jóvenes,
1922,
collage y óleo sobre tela, 93x80 cm.
Colección particular. Ilustración extraída del libro mencionado.
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Ese cuadro de Murayama es una superposición de formas, unas
planas y otras con efecto de claroscuro; guarismos de palabras y números, y
elementos en collage, como el trozo
de tela acolchada con aspecto de L invertida. Su composición tiene poco que ver
con el título de la obra, excepto por haberlo rotulado en el lado izquierdo
de la tela con unas sorprendentes letras de estilo gótico en sentido vertical.
A partir de ese momento, Murayama elaboró una teoría, que
denominó del constructivismo consciente, en la cual repudiaba el realismo al
tiempo que proponía un sistema basado en una abstracción no necesariamente
antifigurativa. En el fondo, era un rechazo directo del postimpresionismo y del
expresionismo.
El nacimiento de Mavo
El bautizo del grupo Mavo se produjo en julio de 1923 cuando
se reunieron, además de Maruyama, cuatro artistas adscritos al movimiento
futurista (la asociación Mirai-ha): Yanase Masamu
(1900-1945), Ogata Kamenosuke (1900-1942), Ōura Shūzō (1890-1928) y Kadomaki
Shinrō (1900-1924).
Como los fundadores de Mavo nunca aclararon suficientemente
de dónde provenía el nombre que habían otorgado a su asociación, muy pronto
aparecieron varias teorías al respecto, algunas incluso basadas en
declaraciones del propio Maruyama. Como he dicho ya varias veces en otros
artículos, siempre que se da este tipo de casos resulta interesante, e incluso divertido,
conocer algunas de esas hipótesis.
Folleto de la primera exposición de MAVO en el templo Denpō-in de Tokio, 1923. Museo de Arte Contemporáneo de Tokio. Ilustración extraída del libro mencionado. |
La más extendida de esas teorías afirmaba que el vocablo Mavo surgió como resultado de lanzar al aire papeletas en las que se había
escrito, en alfabeto romano, cada una de las letras de los nombres de los
participantes en aquella reunión del mes de julio de 1923. Sin embargo, a partir de ese punto, vuelven a existir divergencias entre las diferentes hipótesis sobre cómo se
eligieron únicamente cuatro de ellas. Unas consideraban que se escogieron las
caídas en la mesa donde estaban reunidos. Otras sostenían que se seleccionaron
las más cercanas o quizás las más alejadas. Sin embargo, con la aparición de la
V en la palabra MaVo se producía una contradicción: esa letra no
existe como tal en la transcripción de ningún vocablo japonés.
Ante ese inconveniente, había quien decía que en la reunión
fundacional también estaba presente la pintora rusa Varvara Bubnova (1886-1983), una artista que vivió en Japón de 1923 a 1958. Curiosamente, si hubiese sido así, también se habría tenido que hacer la transcripción al alfabeto romano de su nombre, que en cirílico se escribe Bapвáрa, sin ninguna “v”, aunque es cierto que esa “в”, en el idioma eslavo, es
una consonante fricativa que suele transcribirse empleando la “v”.
Creo que en este blog ya he dicho bastantes veces que me
resulta divertido conocer las elucubraciones que llegan a pergeñarse
para intentar demostrar teorías preconcebidas que muchas veces están basadas en
simples suposiciones. O ¿es que no es posible que semejantes artistas,
iconoclastas como el que más, eligieran el nombre de otra forma aún más
aleatoria? Pero volvamos a la pintura.
La primera exposición
de Mavo
Casi inmediatamente, la recién nacida Mavo organizó una
exhibición en la que se aceptaba a todos los pintores rechazados por la Nika-kai.* Con ello pretendía mostrar su deseo de hacer tabla rasa y enfrentarse no solo a los
estilos ya aceptados oficialmente y a las organizaciones institucionales, sino
incluso a los movimientos pretendidamente vanguardistas que se apoyaban en
reglas establecidas y fijas. El espíritu rupturista de Mavo quedaba patente ya
desde esos inicios.
* La Nika-kai, o Grupo de la Sección Segunda, fue una agrupación de pintores fundada en 1914 con el fin de organizar
exposiciones de los artistas que habían sido rechazados por los salones e
instituciones oficiales.
Muy
pocas obras de esa primera muestra de Mavo han llegado hasta nuestros días y de
otras solo ha quedado constancia fotográfica. Una de las primeras es la que se
muestra en la siguiente ilustración, precisamente un óleo que Murayama había
pintado en Europa y que acarreó consigo en su regreso a Japón.
Murayama Tomoyoshi: Retrato
de una joven judía, 1922,
técnica mixta y óleo sobre tela, 40x27 cm.
Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio.
Ilustración extraída del libro mencionado.
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Se trata de una obra muy similar a la que he comentado en
primer lugar, Dedicado a las hermosas
jóvenes, y que como ella tiene la particularidad de incorporar textos
hebreos y jugar con efectos ilusionistas que representan objetos
tridimensionales pegados al lienzo a modo de collage.
Otra de
las piezas que Murayama expuso en esa muestra, y de la que solo existe
constancia gracias a una fotografía, debió resultar para el público de la época
verdaderamente inverosímil. Se trataba de la obra que se reproduce en la
siguiente ilustración y que superaba el concepto de pintura para convertirse en
un cúmulo de “objets trouvés” al estilo de Duchamp.
Murayama Tomoyoshi: Trabajo
empleando flor y zapato, 1923, técnica mixta, obra perdida.
Fotografía del
catálogo de la primera exposición Mavo. Ilustración extraída del libro
mencionado.
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Murayama utilizó una vieja caja de madera que convirtió en
un insólito escaparate, en el cual un elegante zapato femenino de tacón y un
ramillete de flores con un lazo parecían encontrarse fuera de contexto.
Guiándonos por la fotografía de la obra, en el fondo de esa especie de cajón también se
vislumbran unas figuras y una caligrafía.
Creo que este artículo ya resulta suficientemente denso, así
que propongo seguir hablando de Mavo dentro de dos semanas.
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