martes, 22 de abril de 2025

Curso de arte japonés, art. 23º. Cerámica, I

La cerámica prehistórica

Hace dos semanas concluyeron los artículos introductorios que forman la primera parte de este curso dedicado a las artes japonesas que estoy publicando cada quince días. A partir de ahora me centraré en especialidades artísticas en concreto y hoy comienzo el apartado dedicado a la cerámica que constará de nueve artículos. 

Los motivos por los que he decidido empezar este curso por la cerámica en vez de, por ejemplo, por la pintura son dos. Primero, porque las piezas más antiguas de alfarería japonesa son miles de años anteriores a las de pintura, incluso de los pocos ejemplos descubiertos de obras rupestres. Y segundo, porque la evolución de la cerámica prehistórica desembocó muy pronto en unas piezas que reflejaban muy bien las características de lo que, a partir del siglo X aproximadamente, se ha entendido por gusto japonés, es decir, de los rasgos más singulares de las artes plásticas japonesas.

Hasta la primera década del siglo XXI se creía que la cerámica más antigua del planeta era la japonesa. Sin embargo, en el año 2009 se descubrieron el Daoxian, en la provincia china de Hunan, restos de al menos dos vasijas de entre 15.000 y 18.000 años antes de nuestra era.

De cualquier forma, hace muy pocos años que se han empezado a realizar excavaciones y estudios sobre la terracota prehistórica china. Además, hasta hoy solo se han encontrado restos como los que muestra la siguiente ilustración. En cambio, en los museos japoneses e incluso en no pocos occidentales pueden verse vasijas prehistóricas completas o casi, como veremos enseguida.

Fragmentos de restos de cerámica china prehistórica reconstruida en forma de vasija de 29 cm de alto
y 31 cm de boca, datada hacia 18.000 a. C. Foto: David Cohen, Ofer Bar-Yosef , Xiao Hong Wu, Ilaria Patania y Paul Goldberg: “
The emergence of pottery in China: Recent dating of two early pottery cave sites in South China”, en Quaternary International, nº 441, 2017, pp. 36-48, accesible en la web Researchgate.

martes, 8 de abril de 2025

Curso de arte japonés, art. 22º. Entorno cultural, III

Después del anterior artículo en el que se comentaron algunos rasgos de la sociedad nipona muy diferentes de los de la occidental, hoy acabaremos este apartado dedicado al entorno japonés hablando de ciertos patrones de comportamiento que nos suelen chocar a los occidentales. Ya he comentado anteriormente que siempre creemos que son los japoneses quienes actúan de forma diferente o al revés que nosotros, cuando desde su punto de vista, somos nosotros los que hacemos muchas cosas al revés que ellos. ¿Quién marca o define el patrón de referencia de un determinado comportamiento? y ¿qué o quién le otorga la potestas o auctoritas para establecerlo? 

Costumbres y protocolos sociales

Voy a entrar en unos terrenos, los de la sociología y antropología, en los que reconozco mi ignorancia, por lo que pido disculpas a los expertos por mi osadía. Con los siguientes comentarios solo intento descubrir para los interesados en el tema, pero no especialistas, algunos rasgos del arte japonés que tienen, en mi opinión, mucho que ver son sus costumbres sociales. Veamos.

La ambigüedad

Los japoneses suelen tolerar muy bien la ambigüedad y su lengua acentúa aún más un cierto grado de indefinición o vaguedad que en algunos casos puede causar confusión a los extranjeros. La ambigüedad quizás sea uno de los factores que contribuyen a mantener la armonía en la sociedad nipona. La gente aprende a ser consciente de lo que piensa el interlocutor, algo que le permite tomar la iniciativa llegado el momento. Como ejemplos de ambigüedad en el lenguaje están las respuestas que nunca son ni sí ni no. Por ejemplo, chotto o demo, o incluso maa, maa son formas de cortés imprecisión, de privacidad que se usan con bastante frecuencia.

En el arte, especialmente en la pintura, esa ambigüedad se plasma mediante la sugerencia, el no mostrar todo. Las dos ilustraciones siguientes de la celebérrima pintura de Sesshū las he utilizado como ejemplo en numerosas ocasiones porque semejante obra maestra nunca deja de maravillarme. Por eso la inserto aquí una vez más como paradigma de la indefinición, de la sugerencia, del no mostrar todo, del dejar que sea la persona que la contemple quien recree la imagen, su imagen.

Datos de la obra de Sesshū que vemos en las dos ilustraciones que flanquean este texto: Sesshū Tōyō: Paisaje haboku, tinta sobre papel, dibujo (derecha): 38,4x32,7 cm; montada con caligrafía (izquierda): 148,6x32,7 cm, 1495. Museo Nacional de Tokio. Foto derecha: Wikimedia Commons. Foto izquierda: web del museo.