La pintura en el periodo Edo, introducción al grabado ukiyo-e
Comienzo hoy una nueva serie dedicada al que, sin lugar a dudas, es el más conocido de todos los tipos de pintura japonesa; aunque seguramente eso ya no sea del todo cierto, pues el ya internacional manga y sus derivados se han convertido en una de las formas de arte popular más difundidas en Japón, como lo fue el ukiyo-e entre 1700 y 1900 aproximadamente. Pero eso del manga es un tema que no voy a tratar en mi blog.
Creo que existen pocas personas que no hayan visto algún grabado japonés con paisajes exóticos, personajes sorprendentes y brillante colorido que les haya sorprendido y al mismo tiempo cautivado. Hoy hablaré del ukiyo-e, es decir de las estampas polícromas japonesas que alcanzaron su máximo esplendor en la primera mitad del siglo XIX, aproximadamente.
Creo que existen pocas personas que no hayan visto algún grabado japonés con paisajes exóticos, personajes sorprendentes y brillante colorido que les haya sorprendido y al mismo tiempo cautivado. Hoy hablaré del ukiyo-e, es decir de las estampas polícromas japonesas que alcanzaron su máximo esplendor en la primera mitad del siglo XIX, aproximadamente.
El ukiyo-e fue la primera forma pictórica realmente apreciada y consumida por las clases medias y populares japonesas, esas que durante el periodo Edo (1603-1868) habitaban en las grandes ciudades de Kioto, Osaka y la antigua Tokio. Un estamento social que surgió precisamente en esos años, una época sin conflictos bélicos que propició la aparición de una incipiente burguesía de comerciantes y artesanos, quienes, al mismo tiempo que se iban enriqueciendo poco a poco, exigían formas de entretenimiento diferentes de las ensimismadas artes, léase el teatro nō y sutilezas literarias semejantes, que entusiasmaban a la aristocracia militar que había dominado el país hasta entonces.
La ilustración siguiente retrata precisamente ese ambiente lúdico, desenfadado y no pocas veces licencioso en el que se movían esas nuevas clases urbanas. En el grabado vemos a unos clientes que salen de una casa de té, de noche, dando tumbos a causa de su embriaguez y apenas soportados por algunas de las mujeres que trabajan en el local de esparcimiento donde han pasado varias horas.
Hiroshige: El restaurante Tagawaya frente al templo de Daion-ji, de la serie Famosas casas de té de Edo, c. 1840. Foto: Wikimedia Commons. |
Sin lugar a dudas, lo más popular del
arte pictórico japonés de la época Edo no se encuentra ni en la producción de
la escuela Kanō, de la que hablé en varios artículos anteriores,
ni siquiera en el espléndido movimiento rinpa,
del que también publiqué algunas entradas en este blog, sino
en la estampa japonesa.
Desde que los impresionistas franceses descubrieron los grabados
polícromos de Hokusai o Hiroshige, entre otros, la composición, cromatismo y
frescura de las xilografías niponas no han dejado de maravillar a artistas,
críticos y aficionados occidentales, algo que sigue produciéndose hoy día en gran medida.
Como muestra de ello, en la ilustración siguiente se compara
el grabado de Hiroshige Flores de ciruelo
en Kameido de la serie Cien vistas de
lugares famosos de Edo, de 1857 y 26x25 cm, con la copia al óleo que
realizó Van Gogh y tituló Japonaiserie,
ciruelo en flor, de 55x46 cm, es decir, de casi el doble de tamaño, y que se custodia en el Museo Van Gogh de
Amsterdam. Obsérvese que el pintor europeo copió ideogramas japoneses en los
laterales de su obra.
Grabado de Hiroshige (izquierda) y copia de Van Gogh. Foto: Wikimedia Commons. |
Otros tipos coetáneos
de pintura
Aunque durante la época Edo los talleres de los Kanō siguieron
manteniendo una actividad más que notable, repitiendo una y mil veces sus temas
de animales, flores y plantas para satisfacción de la familia gobernante
Tokugawa, su estilo poco podía decir ya a la nueva sociedad de comerciantes y
artesanos que estaba naciendo a mediados del siglo XVII en los grandes centros
urbanos de Japón.
Por otro lado, aunque el brillante movimiento rinpa también puede considerarse como
representativo de una nueva forma de entender la pintura que reflejaba el
espíritu del periodo Edo, poco pudo hacer ante la enorme popularización del grabado
entre la pujante clase urbana de la época, sin duda favorecida por la
posibilidad de editar numerosas copias de cada obra.
Finalmente, si bien es cierto que existieron otros artistas
de gran nivel que nunca practicaron el grabado, como Maruyama Ōkyo (1733-1795), Ike no Taiga (1723-1776) o Yosa Buson (1716-1783), de los que aún no he hablado en
este blog, sus respectivas producciones nunca pudieron competir con la difusión
de estampas que se imprimían en tiradas que rápidamente se agotaban a poco que
tuvieran un mínimo éxito.
El declive de la
escuela Kanō
Durante el siglo XVII, la escuela Kanō seguía manteniendo una
actividad más que notable. Sin embargo, aunque Kanō Tan-yū (1602-1674), nieto
del gran Eitoku, recibía importantes encargos para decorar los grandes castillos
de Osaka, Nagoya, Edo y Nijō, tras su muerte, las obras que surgían de
los talleres Kanō parecía estancadas en un estilo que ya no se podía considerar
representativo de la época Edo, como sí lo eran la escuela rinpa, nacida a principios del XVII, y sobre todo el innovador ukiyo-e, cuya brillante eclosión creativa
se produjo en la siguiente centuria.
Kanō Tan-yū: Bambú y ciruelo en la nieve, 1634, tinta
y oro sobre papel, 191x135 cm cada fusuma, Castillo de Nagoya. Foto: Wikimedia Commons. |
En el panel de la derecha de la ilustración
anterior, se observa como unas cañas de bambú apenas son visibles entre la nieve. Las retorcidas
ramas de un viejo ciruelo, una vez más, se extienden horizontalmente quebrándose para
sortear un par de tiradores de las puertas. Gran parte de la superficie de las
cuatro mamparas queda vacía y cubierta por una nebulosa que difumina el fondo
dorado. Un ave que parece haber saltado desde la rama del árbol vuela para
escaparse del encuadre. Mientras, en el extremo derecho, apenas se distingue un
nido con polluelos a donde se dirige un diminuto pájaro.
Como supongo
habrá detectado el avieso lector, mi descripción del párrafo anterior es muy
parecida a las que he realizado de otras obras en artículos precedentes. Es así
porque el enfoque y composición de ese biombo, a pesar de su innegable maestría
técnica, repetía por enésima vez unos planteamientos que el abuelo de Tan-yū ya
había aplicado en las puertas del templo Jukō-in cuando
solo tenía 24 años, siete décadas antes. Es decir, bien entrado el siglo XVII,
los Kanō ya no aportaban innovaciones al panorama pictórico japonés. Esa labor
la llevaron a cabo otros artistas.
Qué es el ukiyo-e
La
técnica de impresión de textos o dibujos sobre papel, mediante planchas de
madera previamente talladas, se introdujo en Japón desde China en el siglo VI.
En un principio, ese método se empleaba para la publicación de libros budistas, fuesen ilustrados o no, y no fue hasta el XVI cuando aparecieron las primeras estampas independientes de escenas cotidianas.
Los
grabados japoneses se conocen genéricamente como ukiyo-e, un vocablo que convendría matizar. Para ser precisos, en
Japón, la xilografía se denomina han-ga,
es decir, “plancha de madera” (han) y
“pintura” (ga).
El
nombre de ukiyo-e apareció en un
momento determinado para definir un tipo concreto de pintura, no necesariamente
un grabado, cuyo tema se refería a los ambientes relacionados con las
diversiones que ofrecía la gran ciudad de Edo a la nueva clase urbana. De ahí
proviene su nombre: uki, “fugaz” o
“pasajero”; yo, “mundo”, y e, “pintura”.
La
traducción que internacionalmente se ha dado a ese término, es muy acertada y
evocadora: “imágenes del mundo flotante”. Es decir, ilustraciones de los
ambientes repletos de los evanescentes placeres que ofrecía la gran ciudad de
Edo, la antigua Tokio, a sus habitantes.
Por
esos años, las refinadas y preciosistas artes tradicionales no resultaban nada
estimulantes para un público ávido de entretenimientos más espectaculares y
hedonistas. Una de las diversiones que más éxito y popularidad alcanzó en esa época fue el
teatro kabuki, y en consecuencia sus
obras y actores fueron plasmados innumerables veces en grabados de la época. El
lector interesado en esa forma teatral puede ver mi serie
dedicada al teatro kabuki.
En
puridad, no se debería aplicar el término ukiyo-e a cualquier tipo de grabado, sino
únicamente a los que representen escenas en entornos relacionados con el
entretenimiento durante el periodo Edo. Es decir, de ambientes en los que se
movían elegantes mujeres, actores, luchadores de sumō y poco más. Por el mismo motivo, ciertas pinturas en biombos o
sobre seda pueden considerarse como obras de estilo o tema ukiyo-e. Más adelante comentaré algunas de ellas. Sin embargo, dado
que está muy extendido considerar que ukiyo-e
es todo grabado japonés creado en ese periodo, no voy a ser yo quien niegue ese
“pedigrí” a xilografías de pájaros, plantas, paisajes, guerreros o leyendas que crearon casi todos
los artistas.
Así
pues, bienvenido sea el nombre de ukiyo-e
para que todo el mundo interprete inmediatamente que estamos hablando de
xilografías polícromas japonesas, creadas entre los siglos XVII y XIX,
aproximadamente; aunque también se denominan así muchos grabados creados en el siglo XX.
Utagawa Kunisada I: Madre y niño, c. 1844, xilografía, 36x23 cm. Museo de Brooklyn. Foto: Wikimedia Commons. |
Creo que la sesión de hoy ya es suficientemente larga. La semana próxima continuaré esta serie hablando de los inicios del ukiyo-e. Hasta entonces.
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