La pintura en el periodo Edo, los pioneros del grabado ukiyo-e, II
Enlazando con el artículo de la semana anterior, voy a acabar este capítulo dedicado a los pioneros del ukiyo-e, comentando la obra de dos artistas.
Enlazando con el artículo de la semana anterior, voy a acabar este capítulo dedicado a los pioneros del ukiyo-e, comentando la obra de dos artistas.
Kaigetsudō
Ando
Kaigetsudō
Ando (1671-1743) nunca realizó grabados en madera, sino
únicamente pinturas sobre seda, lo que, si no somos demasiado estrictos, no
impide incluirlas en el apartado ukiyo-e,
dado que este término, como ya dije en el primer artículo de esta serie, se refiere más al tema de la obra que a su
técnica, aunque no se puede negar que gran parte del éxito que alcanzó el ukiyo-e se debió, además de a las amplias
posibilidades de la estampación polícroma y sus múltiples efectos de acabado, a
sus grandes tiradas.
En las obras
de Kaigetsudō vemos siempre a “hermosas mujeres “ (el término japonés para ese
tipo de pinturas es bijin-e, “pinturas
de bellezas”) flotando sin arrojar sombra alguna en un ambiente virtual sin
suelo ni fondo aparentes. El artista hace desfilar por ese entorno irreal a sus atractivas jóvenes enfundadas en kimono de brillantes
colores, al tiempo que dibuja con su cuerpo una delicada S que remata con la cabeza casi siempre inclinada.
Esa es
la subyugante belleza que respiran sus personajes. Son habitantes de otro mundo, de un
universo flotante, evanescente, que no es el nuestro, pero que, aunque sea solo
por unos instantes, se nos aparece gracias a la labor de artistas como
Kaigetsudō.
La ilustración anterior es de una de las obras más
espléndidas de Kaigetsudō. En ella observamos una joven tensando las cuerdas de
un shamisen poco antes de su
actuación, seguramente frente a algún cliente. A su lado, su asistente parece
esperar alguna orden. Sobre el irreal fondo, un farolillo tiene ya encendida su
llama, está anocheciendo.
Por una vez, el lujoso kimono
de la mujer parece perder protagonismo ante la profusión de colchones y cojines
de vistosos estampados y brocados que ocupan una parte importante de la
composición. El autor nos presenta a una cortesana de alto nivel y, como es
usual, en un entorno sin sombras, todo se desarrolla en un mundo plano.
Las
pinturas de actores de kabuki de Torii Kiyonobu que vimos la semana pasada y las de
bellezas de Kaigetsudō Ando se convirtieron en dos de los más representativos tipos
del ukiyo-e y de los que mejor reflejaban
el ambiente de los barrios de placer de la antigua Tokio.
Okumura
Masanobu (1686-1764)
El
siguiente paso en la evolución de la xilografía japonesa lo dio Okumura
Masanobu gracias a las innovaciones que introdujo en su concepción y en su proceso
de estampación. Por un lado, ideó un nuevo formato para permitir que los
grabados pudieran colgarse en los estrechos pilares de madera de los
edificios japoneses. Eran las denominadas hashira-e, o pinturas de pilar, cuyas medidas solían rondar los diez centímetros de ancho por unos setenta de altura. Como puede comprenderse, semejante formato condicionaba
enormemente su composición y tema, algo que se aprecia en la siguiente ilustración.
Okumura Masanobu: Zancadas del caza demonios Shōki, c. 1764, xilografía coloreada a mano, 69x11 cm. Foto: Wikimedia Commons |
Otra de
las aportaciones que Okumura comenzó a utilizar hacia 1739 fue la perspectiva geométrica
occidental, algo que aprendió de las obras holandesas que pudo estudiar por esos años. Esa
técnica la empleó principalmente en las vistas de interiores de teatros de kabuki y en sus paisajes urbanos. La
ilustración siguiente es una de las muchas estampas que publicó de ese primer tipo.
Okumura Masanobu:
Representación de kabuki, 1743, xilografía, 32x46 cm. Foto: Wikimedia
Commons.
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Okumura también ideó la puesta a punto de un sistema que le permitía imprimir una misma hoja dos veces con sendas planchas, cada una de ellas con un color diferente. Era el primer paso para conseguir xilografías verdaderamente polícromas, algo que se logró en la segunda mitad del siglo XVIII.
Su método consistía en crear en las dos placas de madera unas
referencias, llamadas kentō, que permitiesen situar la lámina de papel exactamente
en la misma posición en ambas. De esa manera, las zonas coloreadas quedaban
situadas sin desplazamiento alguno respecto a las líneas de su contorno y al resto de colores, es decir, lo que se denomina en perfecto registro.
Hasta
ese momento, aunque los grabados japoneses se coloreaban a mano, su técnica
llegó a ser bastante sofisticada, como muestra la estampa de la ilustración
siguiente. Uno de los nuevos recursos empleados era utilizar laca para obtener determinados efectos. Como el nombre japonés de la laca es urushi, a esos grabados se les dio el nombre de urushi-e.
Okumura Masanobu: Ichikawa Danjurō II en
el papel de Soga no Gorō. 1727, xilografía coloreada a mano, 31x14 cm. Foto: Wikimedia Commons. |
Cuando en un artículo anterior de este blog hablé de un biombo de Kanō Sanraku, dije que este había utilizado
polvo extraído de conchas marinas para crear un discreto relieve en los pétalos de las flores.
Esa técnica y las empleadas por Okumura en la obra anterior se aplicaron innumerables
veces en la xilografía japonesa con el fin de obtener una textura adecuada y, en
muchos casos, para simular el aspecto del brocado de un kimono.
Resumiendo
un poco, hasta mediados del siglo XVIII, los grabados en Japón se
coloreaban a mano con suaves tonos ocres, rosáceos, naranjas o rojizos. Además, para
conseguir acabados más variados, se utilizaba la laca o se espolvoreaban
limaduras de metales como cobre, plata u oro. Como consecuencia de todas esas
técnicas, las estampas resultaban tanto más laboriosas y costosas de editar
cuanto más complejo era su proceso de acabado y coloración.
Pero todavía faltaba dar un paso más para lograr que los
grabados resultaran tan brillantes como los biombos de Kōrin,
o las pinturas de los Kanō o Tosa. Eso se producirá, precisamente gracias a las
innovaciones introducidas por Okumura Masanobu, a finales del siglo XVIII.
Pero no será hasta el martes próximo cuando lo veamos.
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