Libro de
arte japonés: relaciones entre la arquitectura nipona y la occidental
Hoy presento un libro que habla de arquitectura japonesa, aunque no solo japonesa, ni solo de arquitectura. Lo ha escrito Ramón Rodríguez Llera, profesor de Historia del Arte y de la Arquitectura
en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid. El sugerente
título elegido por su autor es Japón en Occidente. Arquitecturas y paisajes
del imaginario japonés, del exotismo a la modernidad, y ha sido publicado en 2012 por la
Universidad de Valladolid.
El texto,
que supera las cuatrocientas páginas, se acompaña de más de quinientas
ilustraciones de edificios, jardines, pinturas y esculturas. Todo un despliegue gráfico que resulta imprescindible cuando se
habla de arte japonés y que todo lector agradece, dada la dificultad de acceder a un
tipo de información muy dispersa.
Aunque el
libro se estructura a partir del análisis de la evolución de la arquitectura en Japón durante los
últimos 150 años y sus relaciones con la occidental
coetánea, el profesor Rodríguez Llera no ha caído en la tentación de
concentrarse únicamente en ese ámbito, sino que, consciente de la complejidad
del entorno nipón y del cúmulo de interrelaciones que se han ido tejiendo a lo
largo de los siglos entre las diferentes especialidades artísticas del País del Sol Naciente, ha ido ampliando su campo de visión para no solo hablar de arquitectura,
sino también de pintura, escultura y jardines.
Por un
lado, Rodríguez Llera nos desvela los contactos habidos
entre arquitectos occidentales y sus colegas nipones,
así como la tupida red de interrelaciones que existieron entre sus objetivos teóricos
y sus realizaciones prácticas. Pero por otro, y esto es uno de los valores de
su estudio, nos hace ver y entender la ósmosis de planteamientos que se han generado entre las artes plásticas occidentales y las japonesas en general.
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A lo
largo de los capítulos del libro, el autor va desgranado, poco a poco y con un
despliegue de datos impresionante, los descubrimientos, “enamoramientos” e influencias mutuas que se
han producido entre artistas euroamericanos y
nipones. Uno de los aspectos que más me ha
gustado del texto es la manera en que Rodríguez Llera nos hace ver, a nosotros,
occidentales y europeos, que nuestro etnocentrismo impregnado de un altivo aire de
superioridad no solo es injustificado, sino que resulta ridículo. Toda una cura
de humildad.
Rodríguez Llera ha manifestado que la cultura nipona no la contempla desde dentro, sino desde fuera. Asegura que su mirada es la de un extraño. Afirma que desconoce las sutilezas de ese universo tan lejano. Sin embargo, yo aseguro que su comprensión del espíritu que emana de las artes plásticas del Japón es totalmente acertada y muy profunda.
Las percepciones
de Rodríguez Llera nacen de su hondo conocimiento del arte universal, algo que le
permite entender y descubrir también los valores del japonés. Lo suyo no es tanto una mera
intuición, cuanto un lógico corolario que parte de aquel conocimiento previo. Y como
prueba de lo acertadas que son sus reflexiones, baste citar un hecho insólito
en un libro sobre arte nipón escrito por un occidental:
su extenso recorrido por la arquitectura finaliza con un capítulo dedicado a la
casa de té.
Cuando un
texto sobre arte y
cultura del Japón concluye
hablando del universo artístico nacido alrededor de la ceremonia de té, en este caso de la evolución de la casa de té y de las sorprendentes soluciones planteadas por los
arquitectos actuales más vanguardistas, simplemente indica que su autor ha entendido y
asimilado perfectamente el espíritu del País del Sol Naciente, el que
existe en todas sus artes, sean pintura, arquitectura, escultura, jardinería, cerámica u otras muchas.
Rodríguez
Llera ha mirado de frente a Japón, pero sin perder de vista su propia cultura,
la Occidental. Ello le ha permitido interpretarlo certeramente. Ese es su
mérito y ese, el valor de su libro. Lo podéis comprar en Amazon.