El teatro japonés moderno, el “nuevo teatro” o shingeki. El Bungaku-za, II
En el anterior artículo vimos
el ambiente que se respiraba en Japón durante los años cincuenta del siglo pasado, cuando la
ideología comunista tenía muchos simpatizantes entre los medios artísticos, un
hecho que se reflejaba en no pocas de las producciones teatrales que se realizaban en las grandes ciudades. Veamos algunas
de las más notables.
Los montajes del Bungaku-za
o Teatro Literario
Hace ya varias semanas comenté
los inicios de la compañía Bungaku-za en los años treinta y los montajes más
importantes que ofreció durante la década de los cuarenta. A partir de 1951, cuando reanudó su actividad
escénica tras cinco años de inactividad, siguió planteando sus temporadas a partir
de espectáculos formados por varias piezas a modo de actos independientes. El número de este tipo de obras cortas que subían al
escenario cada año superaba fácilmente la docena.
En su reinauguración de 1951, la Bungaku-za ofreció un buen
puñado de textos occidentales. Algunos de ellos fueron: Crit
écrit de Jean Cocteau, titulada simplemente como Koe, El tío Vaina de Chéjov,
El largo adiós de Tennessee Williams,
El malentendido de Albert Camus o el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand.
A pesar de que a partir de 1952 las piezas de autores
japoneses comenzaron a ser mayoritarias, no fueron pocas las obras occidentales
de relevancia que montó el Bungaku-za, cada una de ellas encomendada a un
director diferente.
Hasta 1960, de entre los estrenos de obras no japonesas merecen citarse los siguientes. La
puta respetuosa de Sartre, en 1952; Un
tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, en 1953; Verano y humo de Tennessee Williams, en 1954; Seis personajes en busca de un autor de Pirandello, en 1955; El Apolo
de Bellac de Jean Giraudoux, en 1956; El
avaro de Moliere, en 1957; La gata
sobre el tejado de cinc de Tennessee Williams, en 1958; Mirando hacia atrás con ira de John
Osborne, en 1959.
En 1960, el Bungaku-za estrenó Esperando a Godot de Samuel Beckett, muestra de que el realismo en los escenarios japoneses empezaba a tener un nuevo competidor. El teatro del absurdo llegó a Japón por esos años y sus efectos se empezaron a notar muy pronto, como veremos más adelante. La fotografía siguiente es de un montaje de ese mismo año de El rinoceronte, de Ionesco.
En 1960, el Bungaku-za estrenó Esperando a Godot de Samuel Beckett, muestra de que el realismo en los escenarios japoneses empezaba a tener un nuevo competidor. El teatro del absurdo llegó a Japón por esos años y sus efectos se empezaron a notar muy pronto, como veremos más adelante. La fotografía siguiente es de un montaje de ese mismo año de El rinoceronte, de Ionesco.
El rinoceronte de Ionesco, Bungaku-za atelier, 1960. Foto de la producción de 1960: http://www.bungakuza.com/ |
Foto del cartel de la
producción de 2009, dirigida por Matsumoto Yukō, de El rinoceronte de Ionesco. Foto en http://www.bungakuza.com/ |
En 1957, el Bungaku-za llevó a cabo un experimento de fusión de shingeki y kabuki con la obra Akechi
Mitsuhide de Fukuda Tsuneari (1912-1994), en la que intervino el célebre
actor de kabuki Matsumoto Koshirō
VIII (1910-1982).
Mishima Kunio (1925-1910)
Pero sin duda, uno de los aspectos más interesantes de la
actividad del Bungaku-za fue la colaboración que, desde 1952 hasta 1960, se
estableció entre la compañía y el polifacético y controvertido escritor Mishima
Kunio.
A principios de los años cincuenta, Mishima ya comenzaba a
tener un éxito que muy pronto trascendió el entorno literario o cultural. Recordemos
que el escritor se suicidó ejecutando un teatral seppuku que llenó las páginas de todos los periódicos. Personaje
inquieto como el que más, Mishima gustaba de experimentar con todas las formas y
estilos, incluso con las más tradicionales como el nō y el kabuki.
Sus versiones de obras clásicas de teatro nō se han repuesto en salas de todo el
mundo. La primera, Kantan, la publicó
en 1950. Luego siguieron Aya no tsuzumi,
en 1951; Sotoba no komachi, en 1952; Aoi no ue, en 1954, y Hanjo, en 1955. Todas se agruparon en un
libro con el título de Kindai nōgakudō
(Cinco piezas de nō moderno) y fueron las primeras que tradujo al inglés Donald Keene en 1981. En total, Mishima escribió ocho, en doce años.
Como muestra, inserto un extracto de unos cinco minutos de una de esas obras de Mishima, Hanjo. Es una versión moderna, de 2012, de Narumi Kokuhei dirigiendo a la compañía Dainana gekijō en el Centro de las Artes de Mie, en la Casa de Cultura de Nagakute.
Mishima Yukio con su gato, años cincuenta.
Foto
de origen desconocido.
|
Como se aprecia en ese clip de la representación de Hanjo, a pesar del nombre que les dio Mishima, en
realidad, no se trataba de obras de nō,
pues las creó pensando en el entorno del shingeki
y en ellas los actores ni se mueven ni declaman ni cantan como mandan los
cánones del nō. Si bien es cierto que
los títulos y la trama de esas piezas parten de las homónimas del teatro
clásico nipón, las similitudes acaban ahí, pues su acción se desarrolla en el
Japón moderno y en los personajes se incorporan aspectos psicológicos
totalmente ajenos al mundo de la escena tradicional japonesa.
Para los interesados en el teatro nō, les recomiendo que ojeen los artículos que publiqué hace tiempo en este blog. Este enlace les llevará al primero de la serie que dediqué a esa forma teatral japonesa y en la que inserté varios clips de vídeo de una representación de nō.
Mishima también escribió seis piezas de kabuki “moderno”, aunque no son tan conocidas. De entre ellas destacan Jigoku hen (El biombo del infierno), de 1953, basada en el relato de Akutagawa, y Yuya, de 1955.
Para los interesados en el teatro nō, les recomiendo que ojeen los artículos que publiqué hace tiempo en este blog. Este enlace les llevará al primero de la serie que dediqué a esa forma teatral japonesa y en la que inserté varios clips de vídeo de una representación de nō.
Mishima también escribió seis piezas de kabuki “moderno”, aunque no son tan conocidas. De entre ellas destacan Jigoku hen (El biombo del infierno), de 1953, basada en el relato de Akutagawa, y Yuya, de 1955.
Hace ya más de un año, también dediqué al teatro kabuki una serie de varios artículos con vídeos de la representación de una de las obras más célebres de su repertorio. Este enlace lleva al primero de ellos.
Lo que me interesa resaltar aquí es el papel que
desempeñaron las obras de shingeki
que Mishima escribió entre 1957 y 1960 para el Bungaku-za. Muchas de ellas,
siempre innovadoras, se basaban en temas o argumentos occidentales como La bella durmiente, en la que se inspiró
para Bara to Kaizoku de 1958, o la Orestiada, que le sugirió la base
argumental para Nettaiju (El árbol tropical), estrenada en 1960.
Para no hacer demasiado largo este artículo, prefiero dejar
para el siguiente, dentro de catorce días, el
hablar de las principales obras de Mishima estrenadas por el Bungaku-za.
¿Estas interesado en el teatro japonés?, pues busca mi libro El teatro japonés y las artes plásticas. En él hablo de mucho más que de teatro. Leyéndolo descubrirás el trasfondo cultural que existe detrás de todas las artes del Japón tradicional.