Concluyo hoy el capítulo dedicado a Ōta Shōgo que inicié
hace quince días. En este artículo comentaré
tres de sus obras más conocidas y que inicialmente conformaban la trilogía que cité
en la anterior entrada. Con los años, el autor japonés añadió otras piezas a ese trío, y de dos de ellas insertaré un vídeo.
En no pocos montajes de la compañía de Ōta no existe diálogo
alguno. Como consecuencia, los actores se ven
obligados a utilizar su cuerpo como único medio expresivo, pero no su cara, y a ejecutar
sus movimientos con extremada lentitud. Esas dos
características, la impasividad facial y la parquedad de los
gestos, recuerdan mucho al teatro nō.
Con semejante contención, el espectador es libre de hacer su propia
interpretación; es más, se ve obligado a hacerla. Pues bien, la obra que comento a
continuación fue la primera en la que Ōta prescindió totalmente de los
diálogos. Su título es La estación del
agua.
Dicho esto, enseguida nos viene a la mente una pregunta: si en esa pieza no
hay diálogos ¿cómo es su guion? En su traducción inglesa, cada
página se divide en cuatro columnas. En dos de ellas se hace un comentario en
verso libre de lo que Ōta considera dos escenas: una central o principal y otra de apoyo o
secundaria. En la tercera columna se indican las entradas e instrucciones para
los actores, la iluminación y la música. En la última se detallan las
relaciones entre el sonido de la fuente, es decir, del agua, y la música.
La trilogía de Ōta
En el anterior artículo ya dije que en los años ochenta Ōta
llevó a la escena tres obras tituladas La
estación del agua (Mizu no eki)
(1981), La estación de la tierra (Chi no eki) (1985) y La estación del viento (Kaze no eki) (1986). En los años
noventa, el autor amplió esa serie con La
estación de arena (Suna no eki)
(1993) y dos nuevas versiones de La
estación del agua (1995 y 1998).
Las cuatro fotografías siguientes de Kimberly Jok, Klaus
Seewald y Phillip Zarrilli son de La
estación de agua. Proceden de la web del actor y director americano Phillip Zarrilli y corresponden al montaje que
realizó en Singapur en el año 2004 con la compañía Theatre Training and
Research Programme de esa ciudad. Con anterioridad, en 1998, Zarrilli había dirigido esa
producción en el Ronald E. Mitchel Theatre de Madison, Wisconsin, USA. Y en el año 2015 la repuso en el Nordland Teater de Noruega.
La estación del agua
Tras su estreno en 1981, La
estación del agua recibió el Premio de Drama Kishida. Ese mismo año y en
1983 se representó en varios países europeos, y en 1984, en Australia. Sus
dos horas de duración son una continua muestra del concepto de simplificación
extrema, casi de despojo absoluto de todo lo prescindible, una de las
características del teatro nō que Ōta
considera muy fructífera.
La estación de agua
de Ōta Shōgo, dirigida por Phillip B. Zarrilli,
Teatro Estudio Esplanada, Singapur, 2004. Foto de la mencionada web del director. |
El escenario es un terreno baldío. Unos caminantes acarrean bolsas, maletas y todo tipo de enseres. Se detienen frente a una fuente que gotea continuamente para luego proseguir su viaje. Un hombre sentado sobre un montón de chatarra los observa mientras se cepilla los dientes, lee el periódico o toma café. Una niña sostiene su muñeca. Una pareja empuja un carrito de bebé repleto con sus pertenencias.
La estación de agua
de Ōta Shōgo, dirigida por Phillip B. Zarrilli,
Teatro Estudio Esplanada, Singapur, 2004. Foto de la mencionada web del director. |
Lo que contempla el espectador es un paisaje en el que se
mueven unos personajes mudos, solo en algunos momentos parece que hablan, aunque
el público nunca logra oír lo que dicen. Es como si se contemplara la escena
desde muy lejos, tanto que no llegan las palabras. Los sonidos y la música
generan la atmósfera de cada momento y dan pistas del ambiente en el que se
mueven.
La estación de agua
de Ōta Shōgo, dirigida por Phillip B. Zarrilli,
Teatro Estudio Esplanada, Singapur, 2004. Foto de la mencionada web del director. |
Los actores se desplazan con parsimonia. Para hacer más
palpable la lentitud del paso del tiempo, Ōta rompe ese tempo en unas pocas ocasiones haciendo que algún personaje se mueva
rápidamente. Uno de esos momentos es cuando dos hombres se pelean por
beber agua de la fuente.
La estación de agua
de Ōta Shōgo, dirigida por Phillip B. Zarrilli,
Teatro Estudio Esplanada, Singapur, 2004. Foto de la mencionada web del director. |
La estación del agua
es una de las obras de Ōta más internacionales y una pieza maestra
del teatro no hablado o no verbal, aunque en palabras de su autor “Sí hay
palabras en ella,… solo que no podemos oírlas.”
Reconozco que puede resultar difícil para un aficionado al
teatro ver una obra de este tipo en una grabación, pues se pierde gran parte
de las sensaciones que solo se experimentan en una representación en vivo,
sobre todo cuando estas piezas se pensaron para pequeños locales con aforo muy
reducido. Advertido esto, inserto un fragmento de unos
trece minutos de la producción del grupo de teatro experimental Fūshokuijingai
dirigida por Koshiba Kikkō en el Festival de Teatro de Sapporō en 2012.
La estación de tierra
La estación de la
tierra se estrenó en Japón en Utsonomiya, una población situada al norte de
Tokio, a una hora de tren aproximadamente. Ōta deseaba para su montaje un local
mucho mayor de lo que era habitual en todo el teatro underground, casi siempre representado en reducidos espacios con
capacidad para unos doscientos o, como máximo, cuatrocientos espectadores. Para esa
ocasión, Ōta descubrió una cantera en Utsonomiya con un recinto subterráneo de
paredes y techo de roca viva que le pareció idóneo para su montaje.
La escena está ocupada por una gran montaña oscura de unos
cinco metros de alto y más de veinte de ancho formada por objetos de desecho,
un verdadero vertedero de tubos, televisores, engranajes, coches y todo tipo de
residuos. Una especie de camino en zigzag recorre su falda hasta llegar a la
parte alta. Por la izquierda, aparece una figura, una mujer de aspecto pobre. Parece apesadumbrada. Inicia su ascenso por el empinado camino, muy
lentamente. Este comienzo recuerda el de La historia de Komachi que comenté en el anterior artículo.
Van apareciendo más personajes. Empiezan a subir por el
camino en zigzag, muy poco a poco, sin expresión alguna. Llegan a la parte alta del
vertedero. Allí se vislumbra un árbol. Todo se ha desarrollado en silencio. Durante la obra solo se escuchará una frase y música de Satie y Vivaldi, como en La estación de agua.
La estación del
viento
La trilogía de Ōta finalizó en 1986 con La estación del viento, aunque diez años más
tarde la amplió con otra obra. Como en las dos anteriores “estaciones”, también
la ausencia de diálogo es total, algo que, no se puede negar es un camino que
muy pocos autores japoneses, ni occidentales, se han atrevido a seguir.
Semejante propuesta no solo resulta un desafío para la capacidad de
concentración del espectador, sino que exige del actor una elevadísima introspección.
Las tres obras de Ōta poseen ciertos elementos comunes que crean
una línea argumental clara. En todas aparecen personajes que acarrean sus
pertenencias y se mueven “a cámara lenta”, como en una atmósfera lunar. En la
primera, el agua es el foco que atrae a todos los que pasan por ahí; en la
segunda, un montón de piedras; en la tercera, un cúmulo de desechos de la
civilización. La interpretación queda abierta, pero nunca es desesperanzada, a
pesar de muchos momentos críticos. Siempre hay un toque de humanidad, sea el
deseo carnal de la pareja, sea cierto rasgo de humor. En cualquier caso, la
trilogía de Ōta es un caso único y seguramente irrepetible que quizás solo conduzca a un callejón sin salida.
En 1993, Ōta amplió su trilogía con La estación de arena (Suna no
eki). La fotografía siguiente es de la representación en el Teatro Público
de Setagaya de Tokio en noviembre de 2011. Ese mismo montaje se vio en Seúl y en
Pusan en el mes de octubre. La dirección en ambos casos corrió a cargo de la
coreana Kim A-ra (1956-), quien ya había dirigido en su país La estación del viento dos años antes.
En todos los casos, entre los actores se encontraba la bailarina de butō Uesugi Mitsuyo (1968-).
La estación de arena, escrita por Ōta Shōgo. Foto: en la web de la compañía coreanaTHEaPRO. |
Para acabar este artículo, inserto un vídeo de YouTube de
menos de dos minutos de duración donde se muestra el ensayo de ese montaje de 2011
de La estación de arena para el
Teatro Público de Setagaya en Tokio.
Dentro de quince días publicaré el último artículo consagrado al
teatro japonés underground que nació
en los años sesenta de la pasada centuria. Con él finalizaré esta larga serie que he dedicado al teatro moderno japonés y que inicié hace ya casi un año, el 6 de septiembre de 2016, hablando del teatro shinpa de finales del siglo XIX.
¿Estas interesado en el teatro japonés?, pues busca mi libro El teatro japonés y las artes plásticas. En él hablo de mucho más que de teatro. Leyéndolo descubrirás el trasfondo cultural que existe detrás de todas las artes del Japón tradicional.