martes, 24 de septiembre de 2024

Curso de arte japonés, art. 8º. Panorama histórico, VI

En el anterior artículo vimos muy por encima la “llegada” de los grabados policromos japoneses a Europa, especialmente a París. Fue allí donde los pintores impresionistas quedaron fascinados por la frescura de los temas, la osadía de las composiciones y, cómo no, por unos temas que les resultaban especialmente exóticos. De eso vamos a hablar hoy.

El japonismo en la pintura y cerámica

El precio irrisorio y la facilidad de transporte de las estampas japonesas permitieron que en las últimas décadas del siglo XIX llegaran numerosos ejemplares a Europa y Estados Unidos. En consecuencia, muchos artistas occidentales las compraron y se inspiraron en ellas. Lo que más les sorprendía eran las atrevidas composiciones, la asimetría, el abrupto corte de las figuras, los inusuales puntos de vista, todos ellos, aspectos hasta entonces rechazados por la ortodoxia pictórica europea.

En resumen, todos los impresionistas franceses quedaron subyugados por los grabados japoneses. Van Gogh fue uno de ellos, que no solo se limitó a parafrasearlos casi literalmente, sino que numerosas veces aparecían como fondo de sus cuadros, detalle que se aprecia en la siguiente ilustración. Sin embargo, en sus obras no adoptó los fondos lisos japoneses sobre los que parecían flotar las figuras de Utamaro. 

Vincent van Gogh: Retrato de Père Tanguy
óleo sobre tela, 92x75 cm, 1887. 
Museo Rodin, París. Foto: web del museo.

En lo que se refiere a la composición de una pintura y en concreto al “corte del tema protagonista”, rasgo recurrente en el arte japonés de todos los tiempos, podríamos decir que los impresionistas “aprendieron mucho”. Véase, si no, la siguiente ilustración que combina dibujos de Hokusai con unos estudios al pastel de Degas. Los interesados en este tema pueden ver este artículo que publiqué en el año 2020 y que enlaza con otros en los que analizo algunos rasgos del arte japonés.  

Comparación entre pasteles de Degas y dibujos de Hokusai.

Como vemos en la ilustración anterior, Degas, igual que Toulouse Lautrec, utilizó en sus cuadros ciertas posturas, inverosímiles para la pintura clásica de la época, inspiradas en los dibujos de Hokusai, sus denominados Hokusai manga.

Pero también hay otras influencias quizás no tan evidentes, pero no por ello menos profundas. Degas quedó fascinado por la asimetría y los “cortes” de los grabados nipones y no pocos cuadros del francés tienen mucho que ver con las complejas composiciones de algunas xilografías niponas.

En la ilustración siguiente se compara un óleo de Degas de 1875 con un grabado de Kiyonaga de 1787. Degas no solo se atreve a "cortar" literalmente los personajes de sus obras, sino que las miradas de todos ellos apuntan hacia algo que se halla fuera del cuadro, un rasgo que he mencionado innumables veces al comentar pinturas japonesas. En este caso, el fondo de su óleo es casi una mancha plana ocre-amarilla, excepto en su parte alta. Todo muy japonés.

La obra de la izquierda es de Edgar Degas: Plaza de la Concordia, óleo, 78,4x117,4 cm, 1875, Museo Hermitage de San Petersburgo. La de la derecha: Kiyonaga Torii: Mañana de año nuevo, del libro Saishiki mitsu no asa, xilografía, 26x38 cm, 1787. 

Degas: Plaza de la Concordia, 1875 y Kiyonaga: Mañana de año nuevo, 1787.

Más información sobre el japonismo y el impresionismo

La anterior ilustración la he extraído de un vídeo que se encuentra en al canal Art d’Histoire de YouTube. Su duración es de casi cincuenta minutos, pero merece la pena verlo con calma porque se explican de forma muy clara muchos aspectos compositivos comunes entre el arte japonés y los impresionistas. Las dos imágenes de la ilustración anterior son una captura de ese vídeo de los minutos 30:25 y 30:46. 

El japonismo y la cerámica

El japonismo también tuvo una notable influencia en las artes decorativas. A partir de la apertura de fronteras, en Estados Unidos y Europa empezaron a verse, además de los comentados grabados, abanicos, lacas, porcelanas y biombos de Japón. Muy pronto se organizaron subastas y muchos museos. como el de Bellas Artes de Boston y otros europeos, comenzaron a comprar obras japonesas. El de la ciudad norteamericana posee la colección de arte nipón custodiada fuera de Japón más extensa de todas las pinacotecas del planeta, algo que fue posible gracias a dos personajes: el historiador Ernest Fenollosa (1853-1908), de padre español, y el coleccionista William Sturgis Bigelow (1850-1926).

En las ilustraciones siguientes mostraré un par de cerámicas, creadas por un artista galo, que tienen un fuerte aroma japonés. Para constatar este rasgo, tras cada una de ellas insertaré una obra japonesa de similares características formales o compositivas.

Empecemos por una de las muchas piezas cerámica que el tándem Henri Lambert (1836-1909) y el marchante François Eugène Rousseau (1827-1890) crearon en la década de 1870. La atrevida composición del plato que vemos en la siguiente ilustración, yo me atrevería a decir que se inspiró en la costumbre japonesa de que el tema central de una obra, fuese una pintura o, en este caso, una cerámica, “se saliera” de su marco, de los límites del soporte. 

Henri Lambert: cara y cruz de plato llano, servicio Lambert-Rouseau, diámetro: 25,8 cm, 1873-1875. 
Museo de Orsay, París. Foto: web del museo.

En la siguiente foto, vemos que esa misma idea se da en los típicos boles con tapa empleados muy a menudo en la cocina japonesa. Ese efecto es muy frecuente en la pintura clásica japonesa, como veremos más adelante en este curso. La gamba que adorna esa porcelana de Arita, creada un siglo antes que la de Lambert, parece saltar de su tapa al cuenco. Además, en este caso, el motivo se extiende tanto por el interior como por el exterior de la pieza.

Bol imari con tapa  porcelana, 11,3 cm de diámetro, 1740-1760. Colección privada.
Foto: Shimura Tomoko, en Shimura Goro: The Story of Imari.
The Symbols and Mysteries of Antique Japanese Porcelain. Berkeley: Ten Speed Press, 2008.

También del ceramista francés es el plato de la siguiente ilustración. En este caso el motivo decorativo solo se desarrolla en el interior de la pieza, y de nuevo el tema y su ejecución deben mucho al arte del grabado japonés, como se constata simplemente comparándolo con la imagen de la obra de Hokusai que aparece a continuación. 

Henri Lambert: plato llano, servicio Lambert-Rouseau, 
25,8 cm diámetro, 1873-1875. 
Museo de Orsay, París. Foto: web del museo.

Hokusai Katsushika: Poeta viajando bajo la nieve,
xilografía, 49,5x22,5 cm, ca. 1833.
Museo Nacional de Varsovia. Foto: web del museo.

Para no hacer demasiado largo este artículo, lo voy a dejara aquí. Dentro de dos semanas seguiremos hablando del japonismo en el diseño gráfico y en el teatro europeos.