martes, 31 de diciembre de 2024

Curso de arte japonés, art. 15º. Entorno religioso, I

En el anterior artículo vimos muy por encima el mito de la creación del mundo según el sintoísmo y hoy hablaremos de otros dos aspectos de esa religión: su iconografía y sus celebraciones o ritos.  

El sintoísmo

En el sintoísmo se pueden destacar tres rasgos que lo diferencian de otros cultos como el cristianismo, el budismo o el islamismo: no tener fundador, no poseer escrituras sagradas y no practicarse en ningún otro país. Quizá por eso, muchos pensadores opinan que no es tanto una verdadera religión como una forma de integrarse en el entorno natural.

Hace dos semanas conocimos a Amaterasu, la divinidad del sol, astro que representa el orden y la pureza, dos de los conceptos más importantes del sintoísmo que se reflejan en muchos aspectos de la sociedad nipona. A través de la iluminación que genera, Amaterasu mantiene la armonía y el equilibrio tanto en la naturaleza como en la sociedad humana.

Torii en el borde del mar, santuario Ōarai Isosaki-jinja, prefectura de Ibaraki. Foto: Wikimedia Commons.

Consolidación del sintoísmo

Hacia el siglo III, una serie de creencias populares basadas en hechos mitológicos cristalizaron en un conjunto de prácticas que más tarde se denominó shintō para diferenciarlo del budismo (bukkyō), el nuevo credo importado desde el continente asiático que se extendió por el país con posterioridad.

En esa época comenzaron a crearse recintos sagrados en lugares a los que se otorgaba un especial significado debido a su emplazamiento o aspecto. Para definirlos debidamente se empleaban modestos sistemas de vallado y señalización mediante diversos métodos. Uno de ellos era rodear los espacios u objetos sacros con una cuerda, hecha con paja de arroz y llamada shimenawa, de la que se colgaban trozos de papel blanco doblado, denominado shide.

En la fotografía siguiente se ve una roca “ritualizada” con la cuerda shimenawa y un shide. Piedras semejantes a esa pueden verse en muchos santuarios sintoístas debido a su simbología. Sazare-ishi significa “piedra pequeña” y su nombre alude a los pequeños cantos rodados o guijarros que con los años se convierten en una roca, al tiempo que es una referencia a una canción popular que se remonta al periodo Heian (794-1185) y a los versos finales del himno nacional japonés: "... hasta que las piedras se hagan rocas y de ellas brote el musgo."

Una piedra del tipo sazare-ishi marcada con shimenawa, Shimogamo-jinja, Kioto. Foto: Wikimedia Commons.

Divinidades

Cedro gigante en el santuario
de Yuki-jinja, Kioto.
Foto: Wikimedia Commons.
Los dioses sintoístas, llamados kami, no tenían representación antropomórfica, sino que los antiguos residentes de Japón solo sentían su presencia en ciertos fenómenos o elementos de la naturaleza. Para ellos, las montañas, cascadas, rocas o árboles emanaban una singular presencia y un impresionante poder que no pocas veces se manifestaba con una fuerza inusitada en forma de tifones, terremotos, lluvias o erupciones volcánicas.

Los kami habitan ocasionalmente en elementos de la naturaleza que se denominan yorishiro y actúan como soporte material de su esencia espiritual durante las ceremonias o ritos que se celebran en su honor. Una vez reside en el objeto en cuestión, a este se le da el nombre de shintai. En todos los casos, el carácter sagrado de esos objetos se indica con una shimenawa. Eso se aprecia en la foto de la derecha y en la inferior.

La foto siguiente es de las populares rocas de Futamigaura, que simbolizan las divinidades sintoístas de Izanami e Izanagi unidas mediante una shimenawa.  Ese tipo de piedras de gran tamaño se denominan iwakura.

Shimenawa en la pareja de rocas de Futamigaura, prefectura de Mie. Foto: Javier Vives.

La enorme popularidad de Futamigaura hizo que fuera el tema de numerosos grabados policromos, los ukiyo-e, como el que se ve en la siguiente imagen. 

Hiroshige Utagawa: Ise, Futamigaura, de la serie 36 vistas del monte Fuji
xilografía, lámina nº 27, 24,5x14,1 cm, 1858. Foto: Wikimedia Commons.

Ritos

A medida que el cultivo del arroz devino una actividad vital, el papel de los kami se volvió más importante en los trabajos agrícolas, especialmente durante las épocas de plantación en verano y de cosecha en otoño, labores para las cuales se organizaban diferentes ritos.

Las divinidades sintoístas volvían al mundo de los humanos de acuerdo con los ciclos de la naturaleza, es decir, con el paso de las estaciones y los cambios climatológicos. Las distintas divinidades no solo eran protectoras de los hombres y fuente de todos sus recursos, sino también fuerzas omnipotentes capaces de vengarse de su negligencia. Esas deidades marcaban el ritmo estacional y el devenir de fenómenos como la lluvia, el viento, el rayo o incluso los terremotos, por lo que resultaba vital no ofenderlas con actuaciones que atentasen contra el orden natural.

La fotografía y el videoclip siguientes son de la celebración de la cosecha del arroz que se lleva a cabo anualmente en el santuario Sumiyoshi-taisha de Osaka.

El rito de la cosecha del arroz que se celebra el mes de junio. Foto: Sumiyoshi-taisha, Osaka.

En YouTube pueden verse varios vídeos de ese matsuri. El que se inserta aquí es uno de ellos. Dura casi once minutos y medio.

Los kami suelen tener un fuerte carácter local que contrasta con el universalismo de las divinidades en otras religiones. La diferencia entre el ser humano y su entorno no es clara y con frecuencia individuos excepcionales son convertidos en kami. Las ideas sintoístas no se asocian tanto a conceptos éticos como a un cierto sentido de respeto y reverencia hacia la naturaleza, a la que no se pretende dominar sino más bien acatar, y a una idea ritual de la pureza que ha contribuido a la insistencia en la limpieza y el gusto por el baño de los japoneses. 

Plantación de arroz en el mes de mayo en Ise-jingū. Foto: Wikimedia Commons.

La foto siguiente es del rito del cocinado del arroz y otros los alimentos, para luego purificarlos en otro acto antes de ofrecerlos a los kami del santuario de Ise-jingū

Rito del imibiyaden en Ise-jingū en el mes de agosto.  Foto: Wikimedia Commons.

Esa actitud de especial reverencia del pueblo nipón a su entorno se mantendrá a lo largo de los siglos conformando una visión del mundo totalmente diferente de la cristiana. Mientras que en Occidente siempre se ha considerado al hombre como dueño y señor de un planeta creado para servirle, en Japón, el individuo se ve a sí mismo como parte de la naturaleza y como tal no debe romper su equilibrio, que es el suyo propio.

Oficiantes

Los monjes sintoístas se denominan en japonés kannushi, y sus ayudantes, que a menudo se mencionan como sacerdotisas o chamanes, se llaman miko. Una miko del siglo XVII, Izumo no Okuni, fue la primera actriz-bailarina de teatro kabuki.

Monjes sintoístas en Meiji-jingū, Tokio. Foto: Javier Vives.

Dos miko en un oficio sintoísta. Foto: Wikimedia Commons.

Inserto a continuación un videoclip, que se encuentra en YouTube, de una celebración en la que intervienen unas miko del santuario de Sumiyoshi-taisha de Osaka. Dura algo más de ocho minutos.

Todas las ceremonias sintoístas tienen en común un concepto de la pureza que desempeña un papel primordial en su liturgia. Antes de cualquier celebración, los oficiantes deben someterse a un proceso de purificación meticuloso que evite su contacto con elementos contaminantes como, por ejemplo, la sangre. Se consideran símbolos de esa limpieza casi mística el agua, la sal, el sake y la ropa blanca, muy utilizada por los monjes.

Como este artículo ya es demasiado largo, dejo para el siguiente, dentro de dos semanas, el continuar hablando del sintoísmo, en concreto de sus recintos y arquitectura.