martes, 20 de mayo de 2025

Curso de arte japonés, art. 25º. Cerámica, III

La cerámica del siglo VII al XII

En el anterior artículo vimos las últimas fases de la cerámica prehistórica y hoy seguiremos avanzando en ese tema para entrar en la Edad Antigua japonesa que abarcará desde el año 538 hasta el 1185, aproximadamente. Es decir, desde el periodo Asuka pasando por el Nara y hasta llegar al Heian.

Durante los siglos VI y VII aumentó de forma notable el número de centros alfareros por todo Japón. Sin embargo, seguían manteniéndose las técnicas y tipologías de la época Kofun. Por un lado, la cerámica haji ofrecía una gran variedad de utensilios muy apropiados para los usos cotidianos del pueblo llano. Por otro, las piezas sue se distribuían entre la corte y los templos para emplearlas en ceremonias funerarias y rituales religiosos.

Ya comentamos en el artículo anterior que el vitrificado de las piezas sue se producía accidentalmente, pues los alfareros de la época tenían escaso por no decir nulo control del proceso de la cocción de la cerámica.

Cerámica sue, periodo Kofun, s. VI, 37,5 cm.
Museo Nacional de Kioto. Foto: web del museo.

Ya sabemos que, hasta el siglo IX, la influencia china en toda la cultura y artes de Japón fue decisiva para su nacimiento y posterior evolución. Obviamente la cerámica no podía escapar a ese influjo.

En la ilustración siguiente vemos uno de los primeros ejemplos aparecidos en Japón del empleo del esmalte para impermeabilizar los recipientes. Hay que tener presente que hasta entonces todas las piezas cerámicas eran porosas debido a su cocción a baja temperatura. En realidad, esas vasijas, como la que vemos en la siguiente ilustración, eran copias de otras semejantes creadas en China durante la dinastía Tang (618-907).

Urna sansai de tres colores para cenizas funerarias, periodo Nara, s. VIII, altura: 22,5 cm,
cuerpo: 27,6 cm. Museo Nacional de Kioto. Foto: web del museo.

A principios del siglo VIII comenzaron a llegar al archipiélago nipón celadones y vasijas de tres colores procedentes de China, hecho que permitió a los artesanos japoneses aprender a impermeabilizar sus jarras y tazones con barnices plúmbicos que los hacían muy atractivos y fáciles de limpiar. El siguiente paso consistió en fabricar piezas polícromas de tonos blanco, verde y amarillo como los modelos continentales. 

Así nacieron las cerámicas Nara sansai, es decir, “tres colores de Nara”, así denominadas para diferenciarlas de las de origen chino. La cerámica tricolor de Nara fue la primera vitrificada de forma voluntaria en la historia de Japón y se usaba principalmente en rituales budistas. A partir de ese momento, durante bastantes años convivieron tres tipos de productos: los haji, los sue y los sansai.

Sin embargo, esos inicios decorativos y policromos no tendrán continuidad en la cerámica japonesa. Los alfareros nipones se decantarán por colores "naturales" y tonos generados por la propia cocción, es decir, por la acción de fuego, rehuyendo los excesivos efectos cromáticos en aras de sutiles variaciones de un único tono. Aquellos blanco, verde y amarillo se fueron eliminado paulatinamente hasta quedar solo uno, el verde.

Este hecho es una muestra más del austero gusto nipón, muy diferente del chino. La policromía no parecía agradar mucho a los japoneses y a finales del siglo VIII dejaron de fabricarse objetos polícromos. Más adelante comprobaremos que esa tendencia también se dio en la arquitectura de Japón, casi siempre muy alejada del cromatismo de los edificios chinos.

El descubrimiento del vitrificado natural

En cierto momento, allá por los siglos VIII y IX, los alfareros nipones descubrieron que cuando en sus hornos se superaban los 1000 o 1100 grados se creaba accidentalmente un vitrificado muy característico. Eso se producía debido a que las cenizas que volaban por el interior del horno se precipitaban sobre la superficie de arcilla de las piezas produciendo una especie de acabado de aspecto vítreo que las impermeabilizaba. 

Así pues, decidieron provocar ese efecto de forma voluntaria controlando mínimamente la atmósfera en el interior del horno e impregnando las piezas con una disolución realizada con cenizas de madera, caliza, feldespato y otros elementos debidamente triturados.

En la siguiente foto vemos tres de los aspectos que se lograban en ese proceso: una sola tonalidad general que variaba sutilmente; una textura muy marcada donde aparecían restos de las cenizas que habían salpicado la superficie de la vasija y unos lagrimeos producidos por la fusión del recubrimiento de cenizas.

Vasija sanage, periodo Nara, s. IX, altura: 28,5 cm, boca: 12,1 cm.
Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo.

Pues bien, dos de esos tres rasgos, los acabados irregulares y las texturas rugosas serán las marcas de identidad de toda la cerámica japonesa a lo largo de su historia, incluso en nuestros días.

Aunque fue en la población de Sanage, una zona montañosa cerca de Nagoya que había sido un centro productor de piezas sue, donde se fabricaron por primera vez recipientes vitrificados a alta temperatura, enseguida se empezaron a crear en otros lugares piezas vitrificadas que eran contenedores impermeables idóneos para líquidos, un tipo de utensilio muy demandado en el mundo rural.

Vasija sanage, periodo Nara, final s. VIII, altura: 24,3 cm, boca: 12,4,6 cm.
Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo.

Para lograr esa vitrificación natural, aunque buscada, se tuvo que modificar el horno empleado hasta entonces, construyéndolo encima de una base más inclinada y separando los espacios del hogar y la cámara. Esos avances técnicos, muy pronto se conocieron en otros centros alfareros como el de Tokoname.

Vasija tokoname, s. XII, altura: 17,5 cm, boca 14,5 cm.
Museo Nacional de Kioto. Foto: web del museo.

Esa manera de inducir la vitrificación se mantuvo en Japón hasta el siglo XVI, cuando, gracias de nuevo a la importación de técnicas continentales, se consiguió fabricar objetos con decoración esmaltada sobre la cobertura.

Más información sobre la cerámica japonesa

En el mes de enero de 2014 publiqué un artículo en el que explicaba muy por encima algunas características de la cerámica de Japón del siglo XV al XVII.

Con el final del periodo Heian en el año 1185 y el declive de su aristocracia, se cerraba una etapa social y una fase en el mundo de la cerámica. Como si fueran conscientes del cambio que se avecinaba, muchos de los artesanos de Sanage se trasladaron a la población de Seto, donde empezaron a desarrollar su actividad en la naciente Edad Media. De esa etapa hablaremos dentro de dos semanas.