La representación de
Kantan, II
Tras el preludio musical de la semana pasada, hoy veremos ya la actuación de uno de los personajes de la obra de teatro nō, titulada Kantan, que iremos viendo en los próximos artículos. Me refiero a la dueña de la posada donde pernoctará el protagonista de Kantan. En el teatro nō
todos los papeles son encarnados por actores masculinos, aunque existen
compañías de aficionados que son mixtas y otras formadas únicamente por mujeres.
El representar un personaje femenino no solo “a cara
descubierta”, como en este caso, sino con una tesitura de voz claramente
varonil nos puede resultar chocante, pero es uno de los rasgos del teatro nō que contribuyen a reforzar el ambiente irreal y poético de sus obras. Si bien en el kabuki, una forma escénica que nació dos siglos más tarde que el nō, los actores que encarnan papeles femeninos hablan con falsete y sus movimientos idealizan los femeninos, no
ocurre lo mismo en el nō.
Un maduro actor sexagenario de voz ronca puede interpretar a
una joven princesa o campesina con tal maestría que con solo una abstracta y
mínima gestualidad nos transporta a un mundo mágico en el que solo existen las
emociones. Aunque la majestuosidad y riqueza del vestuario nos pueda hacer
creer en un principio que estamos asistiendo a un espectáculo donde lo visual
es lo fundamental, no es así. Precisamente, es gracias a ese contraste entre
exuberancia formal y contención expresiva como se alcanzan las más altas cotas
en un simbolismo poético único: el que nace en un escenario de teatro nō.
La poesía del nō nos habla siempre del más allá, y en la obra Kantan, de un sueño revelador que hace
entender a un joven que todo en este mundo es fugaz. Pero eso lo iremos
descubriendo poco a poco, sin prisas.
Hoy veremos una posadera de presencia casi aristocrática,
encarnada por un joven artista perteneciente a una reconocida estirpe de actores de kyōgen. El kyōgen es una forma teatral de piezas cortas, de unos veinte minutos
de duración, que se representan como entreactos cómicos entre dos obras de nō. Confío que en algún momento podré dedicarle una serie
como esta.
Por cierto, fíjense, o fijaros, en la impostación de la voz del actor que encarna a la posadera.
Su nombre es Nomura Mansai, un brillante artista, polifacético, gran
divulgador del teatro japonés clásico y al que se le ha visto también en la escena moderna en papeles como Hamlet o Edipo. La ilustración siguiente es del cartel que anuncia la obra Edipo rey protagonizada por el actor japonés.
Nomura Mansai como Edipo en el Bunkamura de Tokio en 2011. |
A los 19 años, Mansai intervino en la película Ran de Kurokawa interpretando a Tsusumaru, un joven paje o escudero del patriarca del clan Ichimonji. La ilustración siguiente muestra un momento de esa soberbia película en el que aparece el joven Nomura.
Nomura Mansai como Tsuzumaru en Ran de Kurosawa, 1985. |
Por cierto, ya dije en un artículo anterior que si se compara mi traducción (y todas) con lo que
recita el actor, se apreciará que su alocución es mucho más larga. Ese efecto
se produce primero por lo florido del lenguaje empleado en el texto original de la obra, que ya he comentado es
de léxico, estructura y sintaxis antiguas, y luego por el ritmo que los actores de nō imprimen a sus recitados, basado en células de cinco y siete sílabas, algo imposible de trasladar sistemáticamente a otro idioma.
Veamos ya la salida a escena de la posadera de Kantan. La primera parte de su monólogo dura más de dos
minutos, un ejemplo de que el tiempo en el teatro nō se alarga hasta límites inverosímiles en Occidente. Si estamos dispuestos
a entrar en otro mundo, vamos ahí.
Clip 02: entrada de
la posadera, duración 4 minutos
En el escenario hay una tarima que primeramente será una
cama y más tarde, durante el sueño del protagonista, representará un palacio
imperial. En otros montajes más “clásicos” unos ayudantes de escena, a la vista del público, colocan esa
tarima en su sitio.
Entra la posadera llevando una almohada china.
Posadera:
Tienen antes ustedes a una posadera de esta ciudad, Kantan. Mi nombre es Ryōsen. Hace ya mucho tiempo ofrecí aposento a un caminante que era monje de una orden que practicaba las artes mágicas y en concreto las de los seres inmortales. Al irse, me entregó una almohada que tenía, según él, poderes mágicos. Quien duerma sobre ella, me dijo, en un momento verá el pasado y el futuro, y así despertará iluminado. Se llama la almohada de Kantan y la ofrezco a todos los que se alojan en mi posada. (Alargando la última sílaba y subiendo el tono de voz).
Se dirige hacia la tarima, deja la almohada en la cama y se vuelve a situar donde estaba.
Escuchad, si viniese hoy algún viajero, hacédmelo saber para que lo reciba. Tenedlo en cuenta, por favor, tenedlo en cuanta, por favor.
Se retira a su sitio en la hashigakari (la pasarela por donde entró en escena).
Con esto doy por finalizada la sesión de hoy. Creo que es mucho mejor no “atiborrarnos” de este tipo de manjares, que reconozco son muy diferentes de los que normalmente paladeamos por estos lares. La semana próxima seguiros viendo la función.
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