La pintura moderna
japonesa en el periodo Taishō, Umehara Ryūzaburō
Como indiqué hace dos semanas, hoy continuaré hablando de artistas
de la pintura japonesa de estilo occidental activos durante el periodo Taishō
(1912-1926).
De la misma manera que en su día comparé las vidas de Kishida Ryūsei y YorozuTetsugorō, hoy comentaré la obra de Umehara Ryūzaburō, un pintor que también suele asociarse con otro, Yasui
Sōtarō, de quien hablaré en el siguiente
artículo.
Ambos artistas
nacieron en Kioto y en el seno de familias de comerciantes. Ambos acudieron al
mismo instituto para estudiar pintura occidental y tuvieron el mismo profesor. Ambos se trasladaron a París en la misma época. Finalmente, ambos impartieron
clases en la Escuela de Bellas Artes de Tokio tras la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, a pesar de todas esas coincidencias, sus respectivas obras fueron
muy diferentes, tanto como su forma de ser: Umehara era elegante y refinado;
Yasui, descuidado y sencillo.
Umehara Ryūzaburō (1888-1986)
Umehara Ryūzaburō estudió en el taller de Asai Chū antes de marchar a París en 1908, donde conoció a Renoir y Picasso, entre otros. Precisamente, el pintor malagueño le recomendó que viajara a España para familiarizarse con un tipo distinto de luz. En 1913 regresó a Japón.
Uno de los rasgos más evidentes de la obra de Umehara es su fuerte cromatismo, una característica que algunos especialistas consideran que es una influencia del ambiente que se respiraba en el negocio de su familia en Kioto, un local donde se realizaba el teñido y estampado de telas para kimono.
Tal y como manifestó él mismo varias veces, Umehara quedó muy pronto prendado del color y optimismo que desprendían los cuadros de Renoir, de quien fue pupilo y admirador incondicional; algo parecido a lo que le ocurrió cuando conoció los murales de Pompeya, lugar que visitó en 1912 por recomendación de su maestro francés. Los frescos de Pompeya, que copió y estudió in situ, le inspiraron una serie de obras que tituló Narciso. Una de ellas se reproduce en la ilustración siguiente.
Las figuras de Umehara no pueden negar la influencia de Renoir. Incluso él mismo escribió: “Últimamente, no sé bien cuánto de mi obra es mío y cuánto es de Renoir”. Una duda que puede resolverse contemplando el óleo de la ilustración siguiente. A diferencia de Yorozu, de quien hablé en el artículo anterior, Umehara fue fiel a un único estilo que fue depurando y refinando a lo largo de su extensa carrera.
Cuando
Umehara visitó Pekín en 1939, quedó impresionado por la prestancia de los
edificios de la ciudad. A partir de los apuntes que tomó durante su estancia en
China, una vez en su país, pintó numerosos óleos donde dominaban el rojo y
verde aplicados con vigorosas y espesas pinceladas, algo que se aprecia en la
ilustración siguiente.
Umehara Ryūzaburō: El palacio de
Tzu-chin-ch’eng, 1940, óleo sobre tela, 59x45 cm. Fundación Eisei bunko, Tokio. Foto en Penelope Mason: History of Japanase Art. Pearson Prenticer Hall, 2004. |
En la última etapa de su vida, Umehara intentó fusionar las
posibilidades de su paleta impresionista con las de los pigmentos tradicionales
japoneses. Para ello, no dudó en mezclar ambos medios en busca de nuevos
efectos. De esa época es la obra de la ilustración siguiente, unos años durante
los cuales el artista realizó un giro radical en su obra. Fue entonces cuando abandonó su temática preferida, la figura
humana, para dirigir su mirada al paisaje.
En el próximo artículo, dentro de dos semanas, hablare del mencionado
compañero de Umehara: Yasui Sotarō.
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