La planeidad en las artes japonesas, IV. La arquitectura, II
En el anterior artículo hablé de la planeidad en la arquitectura japonesa y hoy concluiré el tema con unos pocos ejemplos más.
En aquella entrada comenté que en la arquitectura clásica italiana se utilizaban pilastras, frontones, molduras e incluso el hueco de las ventanas y puertas para resaltar el grueso del muro, algo que otorgaba sensación de solidez al edificio, y en consecuencia empaque y representatividad. Esa idea se ha mantenido en muchos de los edificios modernos occidentales hasta hace bien poco.
En el anterior artículo hablé de la planeidad en la arquitectura japonesa y hoy concluiré el tema con unos pocos ejemplos más.
En aquella entrada comenté que en la arquitectura clásica italiana se utilizaban pilastras, frontones, molduras e incluso el hueco de las ventanas y puertas para resaltar el grueso del muro, algo que otorgaba sensación de solidez al edificio, y en consecuencia empaque y representatividad. Esa idea se ha mantenido en muchos de los edificios modernos occidentales hasta hace bien poco.
Giulo Romano: Palacio del té, Mántua, 1534. Foto: Wikimedia Commons.
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En la fotografía anterior se aprecia perfectamente la sensación de solidez que desprende la fachada del Palacio de Té de Mantua, precisamente gracias a las profundas sombras que arrojan las gruesas juntas de los sillares y los elementos de los órdenes. Toda una manifestación de intenciones.
En el caso japonés suele ser lo contrario. Se resaltan las esquinas y aristas para que los distintos paños, siempre lisos, que se encuentren en ese punto queden definidos e individualizados como si se hubiera producido un corte con un cuchillo. Eso se aprecia perfectamente en la segunda fotografía que incluí en el anterior artículo.
Cada pared se convierte así en un plano independiente, un paramento desmaterializado que parece no tener peso, una sensación que se ve reforzada por los ligeros paneles deslizantes que, dado que apenas hay muros, casi son las únicas divisiones entre las diferentes salas de una vivienda.
Cada pared se convierte así en un plano independiente, un paramento desmaterializado que parece no tener peso, una sensación que se ve reforzada por los ligeros paneles deslizantes que, dado que apenas hay muros, casi son las únicas divisiones entre las diferentes salas de una vivienda.
En consecuencia, la arquitectura japonesa se transforma en un entorno casi virtual, como el que se ve en la foto siguiente. ¡Qué diferente es la sensación que producen esas puertas correderas japonesas si la comparamos con la que dan las de una residencia europea!
Casa Ohashi, 1796, Kurashiki. Foto: J. Vives.
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La ilustración anterior es de una vivienda urbana del periodo Edo, cuando todavía se mantenían en Japón las mismas maneras de construir que en el siglo XVI. Sus escasas paredes y puertas correderas, interiores y exteriores, se perfilan con líneas oscuras de tal forma que recuerdan la composición de las fachadas del neoplasticismo europeo.
Gerrit Rietveld: casa Schöder, 1924, Utrecht. Foto: Wikimedia Commons.
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La arquitectura clásica japonesa y en especial la Villa Imperial de Katsura suelen compararse con edificios neoplasticistas, como la casa Schröder de la foto anterior, o con cuadros de Mondrian.
Hace tiempo publiqué un artículo sobre ese tipo de relaciones entre el clasicismo arquitectónico japonés y las vanguardias occidentales.
Las salas de la Villa Imperial de Katsura, c. 1647, Kioto.
Foto en Virginia Ponciroli: Katsura la villa imperiale. Electa, 2004.
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Para la fotografía anterior he recurrido de nuevo al interior de la Villa Imperial de Katsura, un verdadero pozo sin fondo de los rasgos más característicos de la arquitectura de Japón y paradigma de la “modernidad” de su arquitectura tradicional.
Pero existen muchos más ejemplos de esa planeidad que otorga a los edificios japoneses su sensación de modernidad. Uno de ellos lo tenemos en el encuadre de la fachada del santuario sintoísta Kamigamo-jinja de Kioto que aparece en la siguiente ilustración. También vimos una solución muy similar en la foto del Palacio Imperial de Kioto que inserté en este otro artículo.
Kamigamo-jinja, Kioto. Foto: J. Vives. |
Comparemos la foto anterior, con los pilares y vigas de madera oscura que cuadriculan la fachada blanca, con uno de los cuadros monocromos, o casi, de Mondrian, como el de la siguiente ilustración.
Piet Mondrian: Composición n.º 1 con gris y rojo,
105x102 cm, óleo sobre tela, 1939.
Museo Guggenheim, Venecia. Foto: Wikimedia Commons.
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Creo que el lector podrá extraer sus propias conclusiones sin necesidad de que me extienda más. Así pues, con esto voy a dar por finalizado el tema de la planeidad en el arte japonés. En el siguiente artículo continuaré esta serie hablando de otro rasgo.
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