En el anterior artículo vimos los comienzos de
la escultura “moderna” japonesa hasta los años treinta del siglo pasado. Hoy
comentaremos la evolución de esa especialidad artística a partir del final de la
Segunda Guerra Mundial.
La
escultura de 1945 a 1980
La situación de Japón tras la capitulación era ciertamente desesperada. La carencia de suministros vitales, la falta de vivienda y la dificultad para encontrar empleo conducían a la desmoralización. Como contraste y en comparación, las fuerzas de ocupación norteamericanas exhibían una abundancia de medios y recursos casi insultante. A pesar de todo, la sociedad japonesa iba cambiando de forma más rápida de lo esperado.
En la capital en ruinas, poco a poco, la actividad empezaba a renacer con muchos esfuerzos. Los primeros restaurantes baratos abrían sus puertas cerca de las estaciones ferroviarias. Los artistas de todas las especialidades reanudaban sus encuentros y exposiciones. Sin embargo, debido a los materiales con los que trabajan, piedra y bronce, los escultores tenían más dificultades para llevar a cabo su trabajo que, por ejemplo, los pintores.
El nacimiento de la escultura japonesa de posguerra la propiciaron dos grupos aparecidos en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX. El primero de ellos, Gutai, trascendió el mundo pictórico experimentando con el espacio, con todo tipo de objetos y con rompedoras acciones e instalaciones. Los miembros de Gutai a menudo crearon obras de escultura abstracta, aunque ellos mismos no se consideraban escultores, pues su visión del arte buscaba superar las clasificaciones clásicas.
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Los miembros históricos de Gutai en la 45ª
Bienal de Venecia de 1993. Foto utilizada en el artículo XXVI de la serie dedicada al grupo Gutai en este blog. |
Más información sobre Gutai
El 12 de enero de 2019 publiqué en este blog la primera entrada de una serie de 27 artículos que dediqué a Gutai. En ella se habla de su actividad como asociación y la de sus artistas individualmente.
Mono-ha
El segundo grupo, esta vez claramente escultórico, lo formaron los integrantes de la Mono-ha, un movimiento o tendencia que nació en 1968 y perduró hasta mediados de los años setenta alrededor de unos jóvenes que estudiaron con Saitō Yoshishige (1904-2001), profesor en la Universidad de Bellas Artes Tama en Tokio desde 1968 a 1973. Todos sus integrantes, excepto uno, trabajaban con las tres dimensiones y usaban materiales comunes como la tierra, madera, piedra, algodón o papel. Lo que buscaban era concentrarse en las relaciones de las cosas (mono) con su entorno.
En 1968, Sekine Nobuo (1942-) creó una obra que se considera el manifiesto del grupo y que vemos en la ilustración siguiente. Enseguida comentaremos la producción de ese artista.
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| Sekine Nobuo: Topo-tierra, 1968, tierra, 270 cm de alto y 270 cm de diámetro. Bienal de Escultura Contemporánea al Aire Libre de Kōbe. Foto: Murai Osamu en Wikimedia Commons. |
Lee Ufan nació en Corea, pero en 1956 abandonó la
Universidad de Bellas Artes de Seúl para viajar a Japón, donde residía un
familiar suyo. Allí reanudó sus estudios de pintura. A partir de 1967, Lee Ufan
comenzó a exponer en galerías privadas sus piedras asentadas encima de
soportes de diferente consistencia como el caucho, el algodón o el vidrio. El
primero apenas modifica su aspecto bajo una roca, el segundo se deforma
engulléndola y el tercero se rompe bajo su peso. Esa observación de las
interacciones entre objetos es lo que siempre ha interesado a Lee, quien inició una serie de
trabajos en los que presentaba las posibles relaciones entre elementos básicos,
pero sin hacer uso de la histórica manipulación de la materia por parte del artista.
Para esas obras utilizó un título recurrente, Relatum. Sus primeros
trabajos teóricos sobre la Mono-ha los publicó en 1969.
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| Lee Ufan: Relatum con cuatro piedras y cuatro láminas
de acero, 1978. Schlosspark Haus Weitmar, Bochum, Alemania. Foto: Wikimedia Commons. |
Sekine Nobuo (1942-)
Un poco más arriba, ya hemos visto la obra titulada Topo-tierra que
Sekine Nobuo presentó en
la Bienal de Escultura Contemporánea al Aire Libre de Kōbe. Se trataba de una
obra efímera que mostraba un insólito y gigantesco cilindro levantado con la
tierra extraída de la excavación de un pozo situado frente a él. El hoyo y el
gigantesco tambor de tierra tenían el mismo volumen. Eran lo mismo siendo diferentes.
Una vez clausurada la exposición se rellenó el hueco y el entorno recuperó su
estado inicial.
Lo esencial de ese juego entre lo cóncavo y lo convexo, el positivo y el negativo se encontraba en la presencia de la tierra, la cual adquiría protagonismo gracias a la voluntaria renuncia del artista a asumirlo. El acto creativo se negaba por cuanto, según palabras de Sekine, si el mundo existe ¿cómo pretendemos crearlo? Lo único que podemos hacer es ser como somos y dejar que el universo sea tal como es.
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| Sekine
Nobuo: Fase-esponja, 1968, esponja y
metal, 130x120x120 cm. Museo de Arte Contemporáneo de Nagaoka. Foto: Hara Eizaburō en la web del artista. |
Sekine conoció a Lee Ufan unas semanas más tarde de la creación de su obra efímera en Kōbe, y enseguida lo presentó a sus amigos. Durante más de un año se reunieron para establecer los principios básicos de la Mono-ha. Lo que discutieron durante ese tiempo fue cómo trascender el concepto occidental de modernidad a través del fin de la representación como medio para llamar la atención sobre el aspecto físico de las “cosas” (mono) y los límites de la creatividad.
Suga Kishio fue el teórico de la Mono-ha junto
con Lee y uno de los que durante más tiempo permaneció fiel a los principios
del grupo. A Suga le gusta trabajar en espacios exteriores y anónimos donde deja que
objetos naturales como maderas, piedras, papeles, plásticos “estén ellos solos”
y generen “situaciones” que reflejen las relaciones entre esos elementos
y el espacio.
En la instalación de 1971 titulada La ley de la situación y que vemos en la siguiente ilustración, Suga colocó unas piedras sobre una lámina de material plástico que dejó a
la deriva en un lago. De esa manera, con el discurrir del tiempo, se podían apreciar las
variaciones e influencias entre el aire, el agua y unas simples rocas que parecía flotar en el gran estanque.
Las obras de Suga, como las de Sekine, son el paradigma perfecto de lo que la Mono-ha pretendía. El objeto empleado no es más que un recurso para que el observador pueda percibir el entorno, el cual solo se modifica ligeramente para después restituirlo a su estado original. Tras ello la labor del autor desaparece.
Un artista
independiente
Teshigahara Sōfū
(1900-1979)
En el entorno de un arte tridimensional como la escultura, hay que mencionar ineludiblemente a uno de los personajes más notables del panorama artístico nipón de la posguerra y un infatigable animador de los movimientos vanguardísticos: Teshigahara Sōfū, el fundador en 1927 de una escuela de ikebana que se convirtió en un importante polo de atracción para los más inquietos creadores de la segunda mitad del siglo XX.
Ya desde sus inicios a finales de los veinte,
Teshigahara se atrevió a introducir en sus trabajos el metal, la madera y otros
materiales hasta entonces nunca utilizados, transgrediendo así las normas que
durante siglos imperaron en el ikebana. Con el tiempo, su interés se fue
desplazando hacia objetos más duraderos que los perecederos arreglos florales.
Debido a ello, su producción bordea el campo de la escultura abstracta cuando
no cae claramente dentro de él. La nofiguración resultaba para Teshigahara más cotidiana
y cercana que para los que se habían educado en la tradición de la estatuaria
clásica europea. En ese sentido, sus orígenes como maestro de ikebana le
permitieron una aproximación más directa y sin rémoras academicistas a la
escultura.
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| Teshigahara Sōfū: Inochi,
madera y metal, 117x184x105 cm, años 1950. Fundación Sōgetsu. Foto: Fundación Sōgetsu en la web de Taka Ishii Gallery. |
Dejamos aquí este artículo y dejamos para el siguiente el continuar hablando de escultores japoneses que se han calificado de pos-Mono-ha.





