La arquitectura de los
castillos japoneses, introducción
A
finales del siglo XVI apareció en Japón una nueva tipología arquitectónica que
desplazó a la religiosa que en épocas anteriores había dominado la actividad
constructiva del país: eran los castillos japoneses. Corría el periodo Momoyama
(1373-1603), unos años en los que la riqueza de los clanes dominantes se
manifestaba en residencias repletas de pinturas doradas y la autoridad de los más
poderosos en fortalezas imponentes que pretendían ofrecerles seguridad frente a
posibles ataques de sus enemigos. Eran las décadas que precedieron a la
unificación y pacificación de Japón, las de sus grandes castillos.
Orígenes
Hasta
el siglo XVI la mayoría de los señores feudales habían construido
fortificaciones de estructura de madera que poco se diferenciaban de las
mansiones convencionales. Su seguridad frente a los ataques de clanes rivales
se la proporcionaban unas discretas murallas y un foso de agua más o menos
grande según su poder económico. En algunos casos, incluso lograban levantar
sus discretas fortificaciones en la cumbre de alguna montaña, hecho que aumentaba
su inexpugnabilidad, sobre todo teniendo en cuenta que el único armamento de
largo alcance que existía en esos años era el arco y las flechas.
Sin
embargo, con la llegada de los portugueses y españoles a mediados del siglo
XVI, los japoneses descubrieron las armas de fuego y, en pocos años, aprendieron
a fabricar trabucos y arcabuces, hecho que trastocó la pretendida seguridad de
los antiguos fortines. Frente al nuevo armamento llegado de Occidente solo
cabía, por un lado, cambiar las tácticas de combate y, por otro, mejorar la resistencia
de las fortificaciones.
Oda
Nobunaga (1534-1582) fue quien empleó por primera vez en Japón las armas de
fuego. Eso ocurrió en 1575 durante su enfrentamiento con Takeda Katsuyori (1546-1582)
en la batalla de Nagashino, acontecimiento relatado en la espléndida película Kagemusha de Kurosawa Akira.
También
fue Nobunaga el promotor del castillo de Azuchi, pionero en la utilización de ciclópeas
murallas que rodeaban el recinto donde se levantaba un impresionante torreón de
siete plantas y en cuyo interior no se escatimaron medios para conseguir el
ambiente más lujoso posible. El jesuita portugués Luís Fróis (1532-1597)
comparó su esplendor con los monumentos más suntuosos de la Europa de la época.
La foto siguiente muestra una vista lejana del castillo de Himeji, seguramente
tan imponente como debía ser el de Azuchi.
Castillo de Himeji, 1609. Foto: J. Vives. |
Características
En los
años momoyama la construcción de
castillos en Japón alcanzó su máximo esplendor, tanto en lo que se refiere a
sus sistemas defensivos como en su aspecto estético. Si nos centramos en los
torreones principales, unos robustos muros de mampostería ciclópea con curvado
talud cerraban totalmente su planta baja, de forma que en todo su perímetro y
altura no había más abertura que la enorme y gruesa puerta de acceso. No existía
en ellos ni una sola ventana que permitiera irrumpir en su interior
subrepticiamente.
Por
encima de ese imponente basamento, que podía tener más de diez metros de
altura, surgía una construcción de varios pisos en los que no faltaban
elementos decorativos, casi siempre situados en las cubiertas y muros hastiales,
que manifestaban el poder del señor del feudo. Dado que toda su estructura era
de madera, para aumentar su resistencia frente al fuego, se revestía
exteriormente con una especie de revoco.
Elementos defensivos
A
continuación voy a describir algunos de los elementos ideados para incrementar
la defensa pasiva del bastión y que se encontraban tanto en el recinto exterior
como en el castillo propiamente dicho.
Fosos
El
primero de los sistemas defensivos de toda fortaleza era el foso. Lo que se pretendía
con él era rodear la muralla exterior con un amplio espacio donde no hubiera nada
tras lo que se pudieran ocultar los atacantes. En los castillos construidos en
montañas ese foso podía ser seco, es decir, en vez de agua se rellenaba con
barro fino extraído de los grandes arrozales vecinos. De esa forma resultaba casi imposible atravesarlo. Cuando la fortaleza se situaba en una llanura
lo usual era llenarlos de agua, que podía alcanzar una profundidad de hasta
ocho metros.
Murallas
Los
recintos de las fortalezas, dependiendo de su tamaño y de la capacidad económica
del señor feudal, se dividían en varias zonas, tres como máximo, cada una de
ellas rodeada por una muralla. Tras la más interior, llamada honmaru, se levantaba el torreón
principal, donde se suponía debía trasladarse el señor en caso de que se
produjera un ataque. En las áreas exteriores, pero todavía protegidas por
murallas, se distribuían la mansión habitual del gobernador del feudo,
almacenes, talleres y residencias de los servidores. Con los años, alrededor de
los castillos se fueron formando verdaderos núcleos urbanos.
La construcción
de las murallas se hacía después de haber excavado los fosos que las rodeaban.
De esa forma se aprovechaba la tierra extraída de dos maneras diferentes. En
primer lugar, se creaban grandes plataformas sobre las que se levantaba el
torreón principal para que fuera visible desde lejos y su perfil destacase
aún más por encima del resto de construcciones. A continuación, sobre los taludes de
esas explanadas se colocaban grandes piedras que los estabilizaban y les otorgaban
su característica presencia. En la fotografía anterior se aprecian los
imponentes muros del castillo de Kumamoto, que en algunos puntos superan los
veinte metros de altura, y cómo su torreón destaca por encima de ellos.
Otra
manera de utilizar las tierras procedentes de la excavación del foso era emplearlas
para rellenar el interior de una muralla exenta revestida conenormes
mampuestos. En este caso, dependiendo de la altura, su grueso podía superar
fácilmente los dos metros. Una forma de demostrar el poder y solvencia de un
señor feudal era utilizar en ellas mampuestos ciclópeos del mayor
tamaño posible. En el castillo de Osaka se encuentran algunos que llegan a
pesar decenas de toneladas que todavía pueden verse hoy.
En la
fotografía de la derecha del castillo de Hikone se aprecia su basamento de piedra
sin abertura alguna. En este caso dada su pequeña dimensión, su perfil no es muy
inclinado. Como en este caso, todos los torreones japoneses dan la sensación de
tener un piso menos de los que realmente tienen, dado que en su planta baja no
aparece ninguna ventana. Obsérvese los elementos decorativos en las cubiertas y las molduras doradas en los tejados de la zona alta.
Aspilleras y ladroneras
Las aspilleras son las aberturas practicadas en una pared
para poder disparar a través de ellas de forma segura flechas o armas de fuego.
La ladronera o matacán es un cuerpo en voladizo, a modo de tribuna, pensado
para echar, a través de unas trampillas escamoteables, piedras o líquidos contra el hipotético
enemigo que
intente escalar el talud de la base. Ambos elementos se encuentran en
los castillos japoneses al igual que en los europeos, aunque el aspecto de estas últimas es diferente.
En la
fotografía anterior se aprecian las aspilleras
situadas en uno de los muros de los pasillos del castillo de Himeji. Su
diferente forma se adaptaba al tipo de arma, fuese un arco o un arcabuz. Obsérvese que interiormente todas tienen un perfil
mayor que en el centro del muro. Eso permitía una amplia zona de barrido para
el disparo, al tiempo que el soldado quedaba protegido del alcance de las armas
del exterior, dado lo improbable de que una flecha o bala atravesara el pequeño
hueco interior.
Ladroneras del castillo de Matsumoto, 1597. Foto: J. Vives. |
Bien creo que después
de esta pequeña introducción ya es momento de comentar al menos un par de los castillos japoneses más notables que han sobrevivido a guerras e incendios. Pero eso lo dejo
para el siguiente artículo.
Ah, si no lo habéis visto aún, os recomiendo acceder a este otro artículo donde he insertado un corto montaje fotográfico sobre castillos japoneses.
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artículo con solo fotografías de este edificio.
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