La arquitectura moderna japonesa: Tange Kenzō, el pabellón olímpico
Después de que la semana pasada
concluyera mis comentarios sobre la piscina olímpica de Tange, hoy debo hablar del
pequeño pabellón que forma con ella parte del mismo conjunto.
Conceptualmente, ese pabellón polideportivo parte de
presupuestos estructurales semejantes a los empleados en la piscina vecina, es
decir, un techo creado con cables suspendidos. Sin embargo, su tamaño y
capacidad es notablemente menor, pues se destina a deportes como el baloncesto,
balonmano y similares y su capacidad es solo de 4.000 espectadores, frente a los
15.000 de la piscina.
Tange Kenzō: Piscina y pabellón olímpicos, 1964. Tokio. Foto: WikiArquitectura. |
Como se aprecia en la ilustración anterior, el pabellón
situado en el extremo oeste del paseo de acceso a ambos edificios solo tiene
una sola zona de entrada, la cual queda definida, como en la piscina, por el
extremo de su cubierta cuando se empotra materialmente en el pavimento exterior.
Las dos construcciones se enraízan en el terreno y muestran un
porte elegantemente discreto a pesar de sus formidables estructuras y
cubiertas. Ni exterior ni interiormente resultan “apabullantes”. Son edificios, modestos en su grandeza, que no pretenden agobiarnos con innecesarios y ampulosos
gestos para demostrar que son capaces de soportar fuertes terremotos o tifones.
Qué diferente resulta esa “postura” de la que adoptan gran
parte de las construcciones que proyectan los modernos arquitectos, empachados con
las casi infinitas posibilidades que ofrecen los actuales medios informáticos.
Basta comparar la discreta elegancia de los pabellones olímpicos de Tange con
el altivo exhibicionismo de, por ejemplo, el estadio inicialmente proyectado por
Zaha Hadid para los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020. En la fotografía
siguiente se puede apreciar esa grandilocuencia, en mi opinión gratuita, aunque
reconozco la gran imaginación y enorme capacidad de la arquitecta iraquí. Seguramente esta afirmación no será compartida por muchos.
Zaha Hadid: primera propuesta para el Estadio olímpico, 2012, Tokio. Foto: archdaily.com. |
Antecedentes
Al igual que en el segundo artículo
consagrado a la piscina de Tange indiqué un par de precedentes de su concepto
estructural, también aquí podemos encontrar una obra que anticipa de alguna
manera la solución del arquitecto japonés. Me refiero al pabellón proyectado
por Le Corbusier para la Phillips en la Expo de Bruselas de 1958. Sin duda se
trataba de un edificio de un altísimo
valor arquitectónico, aunque de volumen mucho menor que el de Tange. En la fotografía siguiente se aprecia el hábil manejo de
la geometría de sus curvas alabeadas.
Le Corbusier: Pabellón Phillips, 1958, Bruselas, derribado. Foto: WikiArquitectura. |
Estructura
Pero centrémonos en el proyecto de Tange. A diferencia de la
piscina y debido a su reducido tamaño, el arquitecto japonés utiliza en el
pabellón un solo pilar a modo de mástil para soportar los cables de su
cubierta. Sin embargo, mantienen la idea del anillo perimetral de hormigón con
ventanas.
En la ilustración siguiente se aprecia perfectamente cómo el
cable principal de su cubierta parte del mástil y tras realizar un giro
helicoidal, forzado por los otros cables que se anclan en el anillo perimetral,
de dirige hacia el gran bloque de hormigón empotrado en el terreno. No se
puede negar que es un modelo inicialmente sorprendente, aunque de una lógica
estructural inapelable. Pero es que, además, el resultado formal es espléndido.
Tange Kenzō: Pabellón olímpico, 1964, Tokio. Foto:
WikiArquitectura.
|
Como hace en la piscina, Tange engloba el volumen interior
en un círculo o mejor dicho en dos descentrados: uno para la pista y otro para
la gradas. También igual que allí, el anillo perimetral de hormigón, que tensa
los cables de la cubierta, abraza el espacio abriéndose en un extremo para marcar la
entrada. De esa forma, el estatismo del círculo se rompe para, tras realizar un elegante giro, permitir que el volumen interior fluya de manera muy contenida hacia el exterior.
En las dos ilustraciones siguientes se refleja perfectamente todo ese sugerente juego de formas cerradas y abiertas. Obsérvese en el dibujo de la derecha los dos círculos descentrados que encierran la pista y las gradas, y cómo el desplazamiento de sus respectivos centros se produce en el sentido que marca la "rotura" de la circunferencia exterior, punto que se aprovecha para situar la entrada.
Como en la piscina, también en este pabellón se emplearon
amortiguadores hidráulicos para adaptar la tensión de los cables en caso de
movimientos sísmicos o fuertes vientos. En la fotografía siguiente se aprecian,
pintados de color rojo, en la cabeza del mástil y en el bloque de anclaje en el
terreno, en la izquierda de la foto.
Tange Kenzō: Gimnasio
olímpico, 1964, Tokio. Foto: Flickr, usuario: Lucie Marti. |
Foto original de Lucie Marti. |
Quiero remarcar que me he tomado la licencia de retocar la fotografía anterior para borrar un par de edificios que aparecían por encima de su cubierta y que no solo distraían, sino que rompían su elegante perfil recortado sobre el cielo tokiota. A la derecha muestro la foto original a menor tamaño. Pido disculpas a la autora por mi osadía.
En el plano de la sección del pabellón, que aparece a continuación, se puede comprobar cómo el cable que parte del mástil queda tensado por los cables secundarios que a su vez se anclan en el anillo periférico de hormigón. Por otro lado, también se observa que en la zona de acceso (la derecha del dibujo) prácticamente no existe fachada: el edificio, es decir, su cubierta, “nace” del terreno otorgándole una escala humana muy agradable.
Tange Kenzō: Gimnasio olímpico, 1964, Tokio. Foto: greatbuildings.com. |
En el dibujo anterior, la sección del pabellón, se refleja muy bien su "enraizamiento" en el terreno y cómo la pista queda por debajo del nivel de acceso del público.
En las dos fotografías siguientes, tomadas desde dos puntos de vista casi opuestos, puede comprobarse que a lo largo de gran parte del recorrido de aproximación al pabellón, apenas se manifiestan sus fachadas, la protagonista es la cubierta.
En las dos fotografías siguientes, tomadas desde dos puntos de vista casi opuestos, puede comprobarse que a lo largo de gran parte del recorrido de aproximación al pabellón, apenas se manifiestan sus fachadas, la protagonista es la cubierta.
Tange Kenzō: Gimnasio olímpico, 1964, Tokio. Foto: Flickr, usuario. Vanessa. |
En la próxima fotografía he vuelto a "borrar" el edifico que aparecía por encima de su cubierta, en esta ocasión de manera mucho más molesta que en la anterior. Me he tomado esa libertad para que se aprecie mucho mejor el ascendente perfil del pabellón. También en este caso inserto a la derecha la foto original, esperando que su autor disculpe mi atrevimiento.
Tange Kenzō: Gimnasio
olímpico, 1964, Tokio. Foto: Flickr, usuario. Naoya Fujii. |
Foto original de Naoya Fujii |
Pero entremos ya en el recinto para ver cómo queda resuelta su cubierta en el interior. Nada más atravesar las puertas nos encontramos con una especie de vestíbulo donde lo primero que vemos es un techo con forma de tienda cuyos nervios se dirigen hacia lo alto, hacia el mástil de hormigón aquí convertido en un muro de hormigón visto.
Tange Kenzō: Gimnasio olímpico, 1964, Tokio. Foto: Flickr, usuario: Gustavo Thomas |
El interior está bañado en una penumbra que nos fuerza a dirigir la vista hacia la luz que penetra desde el punto donde converge todo el techo.
Como se aprecia en la fotografía siguiente, el remolino de
nervios y los tirantes crean un movimiento ascendente ciertamente muy sugestivo.
De nuevo el interior resulta muy acogedor. La idea de Tange, que
comenté en un artículo anterior, sobre el hecho
que una cubierta colgante reduce el volumen de un espacio de gran
dimensión y crea una escala más humana, quedó en este pabellón perfectamente plasmada, como
se aprecia en la fotografía siguiente.
Tange Kenzō: Gimnasio olímpico, 1964, Tokio. Foto: WikiArquitectura. |
Por otro lado, la asimetría de las gradas respecto a la
pista, consecuencia de haber descentrado los dos círculos que las engloban,
contribuye a que el espacio interior resulte mucho más agradable y menos monótono que
si hubiesen sido concéntricos, otra decisión acertada.
Con esto doy por concluida la miniserie que he consagrado a
los pabellones olímpicos de Tange Kenzō y Tsuboi Yoshikatsu. Este es mi pequeño
homenaje a una obra maestra que todavía sigue siendo un modelo insuperado y que
en estos días cumple cincuenta años, pues los XVIII Juegos Olímpicos de Tokio se
celebraron del 10 al 24 de octubre de 1964.
¡Felicidades y larga vida a los
pabellones olímpicos de Yoyogi!
Pero Tange continuó construyendo obras magistrales, como veremos la semana próxima.
Si deseas ampliar la información gráfica de este artículo, te recomiendo que entres en mi blog Arquitectura de Japón, donde hay un artículo con solo fotografías de los pabellones olímpicos de Tange.
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