martes, 24 de marzo de 2015

Teatro japonés: la obra de nō "Kantan", I

El teatro japonés, introducción a la obra Kantan
Tras el vídeo introductorio que publico hoy mismo, comienzo con este artículo una serie consagrada al teatro japonés, en este caso al teatro (muchas veces escrito noh). Su esquema será el mismo que tuvo la que dediqué hace meses al kabuki: en las dos primeras entregas comentaré algunos aspectos del texto de la obra, que en este caso se titula Kantan, para que se pueda captar mejor su mensaje, y en las siguientes incluiré clips videográficos de una representación con su correspondiente traducción.

En mi opinión, asistir a una representación de teatro sin una mínima información previa puede resultar desalentador para muchos, aunque reconozco que otros quedarán fascinados por el ambiente que se genera en la escena. Lo curioso es que esto último puede producirse aunque no se entienda absolutamente nada de los diálogos ni del argumento de la obra, esa es la magia del teatro. 

Al escribir esto último, me acuerdo de un comentario que solía repetir Ohno Kazuo, el gran artista de la danza butō y de quien prometo hablar otro día. Cuando tras su actuación se le acercaba algún espectador, si le decía que había entendido lo que había visto, se desanimaba irremediablemente; mientras que si otro le explicaba que se había emocionado sin saber por qué, se sentía reconfortado. 

Algo parecido puede suceder cuando se contempla por primera vez una representación de teatro , o quedamos impresionados sin más o nos deja totalmente desconcertados. A quien se haya encontrado en este último grupo le digo que no se desanime y que si dedica un poco de su tiempo a informarse y ver más representaciones, hoy día mucho más fácil que hace solo unos pocos años, gracias una vez más a internet, seguramente irá descubriendo las sutiles esencias del teatro

Mi intención con los dos primeros artículos de esta serie es comentar algunos aspectos de los diálogos de la obra que veremos dentro de dos semanas, en concreto los que se refieren a temas de la cultura japonesa y china poco conocidos en Occidente. De esa manera confío que se disfrutará más de los videoclips que iré incluyendo a lo largo de las semanas.

Los interesados en profundizar un poco más en las características del teatro , pueden consultar mi libro El teatro japonés y las artes plásticas. En la pestaña Mis libros de este blog pueden ver todos sus datos, así como el enlace para comprarlo en Amazon o directamente en la editorial. También en la parte derecha de esta pantalla, en color amarillo, tienen los enlaces directos a sus datos, índice y un extracto.

La obra Kantan
La pieza de teatro que he elegido para esta ocasión se titula Kantan, igual que el nombre de una población de China. Como su argumento se basa en una antigua leyenda de ese país, la obra está plagada de referencias al entorno cultural chino más que al nipón. En estos primeros artículos comentaré mínimamente unas pocas de ellas.

Entorno cultural chino y japonés
Es bien conocida la influencia de las culturas del Asia continental en la japonesa, especialmente las más próximas: la china y la coreana. Así pues, no debería resultar extraño que algunas leyendas y tradiciones niponas tengan su origen en esos países. Esto lo veremos en la obra que presento en esta serie.

El país de los inmortales
El protagonista de la obra Kantan, como ya he dicho ambientada en China, sueña que vive en un reino donde sus gentes son inmortales. Esa trama toma como referencia ancestrales leyendas taoístas, según las cuales al este de la costa china, en un lugar nunca visto, perdidas en el mar, flotaban cinco islas apoyadas sobre el caparazón de una enorme tortuga y en las que vivían seres inmortales que volaban sobre grullas.

El mito del país de los inmortales nació mucho antes de la llegada del budismo a China y es posible que ese tipo de creencias basadas en paisajes fantásticos e imaginarios, se inspiraran en lugares reales de singular belleza y espectacularidad como, por ejemplo, los de Guilin o Huangshang.

Resulta fácil entender la misteriosa fascinación que podía provocar hace más de dos mil años ver aparecer y desaparecer bajo la niebla picos tan majestuosos como los de la ilustración siguiente, los de Huangshang, la reina de las montañas chinas. Paisajes como este no solo dieron lugar a mitos y leyendas, sino que inspiraron a innumerables artistas plásticos a lo largo de los siglos.

Huangshang, China. Foto: fuente desconocida.

Esa idílica imagen se trasladó a la mitología japonesa reinterpretándola para conformar la idea del paraíso budista que, curiosamente, también se creía que estaba situado en el mar, más allá del horizonte y hacia el oeste. Es decir, en ambas culturas ese olimpo mítico-religioso se encontraba en el océano que separaba China del archipiélago nipón. Un intento de representación de ese cielo budista se encuentra en el denominado Pabellón del Fénix, situado en las afueras de Kioto y que comenté hace meses en este artículo.

Pues bien, en ese mito se encuentra el origen de que en Japón se considere a la grulla y a la tortuga como símbolos y augurios de longevidad.

Kanō Eitoku: Flores y pájaros de las cuatro estaciones, 
detalle de una hoja del lado oeste, c. 1566,
tinta y oro sobre papel, 176x142 y 176x74 cm cada hoja.

 Jukō-in, Daitoku-ji, Kioto. Foto: Wikimedia Commons.
   
Hago notar que esos dos animales también se mencionan en la obra de kabuki a la que dediqué una serie de diez artículos. Este es el enlace al que habla de ello. 

Fuentes de la obra
El tema la obra de teatro Kantan se basa en el mito de que la vida es un mero sueño. La versión más antigua que se conoce de esa leyenda china aparece en una narración titulada El cuento de la almohada del escritor Li Pi (722-789). Seguramente, el autor de Kantan debió de conocer alguna versión china posterior, pues la primera mención japonesa de ese cuento data de 1456, trece años después de la muerte de Zeami (1363-1443), antiguamente considerado el autor de Kantan.

Otra fuente de inspiración de Kantan, esta vez japonesa, puede ser el libro XXV del Taiheiki (Crónica de la gran paz), de finales del siglo XIV. En su capítulo titulado “El sueño de Ōryō”, el protagonista también tiene un sueño, aunque en su caso no busca la iluminación, como veremos que pretende el de Kantan, sino el éxito y la riqueza. Por otro lado, la descripción del palacio imperial en Kantan parece basada en la que se hace del palacio de Kan'yō en el Heike monogatari.

La leyenda china
El argumento de la versión china de la leyenda es el siguiente. Un joven ambicioso se dirige a la capital en busca de fortuna. A medio camino, decide descansar en el pueblo de Kantan. Allí, un viejo sabio taoísta le presta una almohada que, según él, proporciona sueños maravillosos. Al acostarse sobre ella, el muchacho sueña que es recibido por el rey. Asombrado este por su enorme saber, le convierte en su consejero favorito. Al cabo de treinta años, el monarca, poco antes de morir, le concede la mano de su hija. Tras el sepelio real, sus vasallos le coronan como nuevo soberano. Transcurridos cinco decenios, la reina le da un hijo, pero tres años más tarde este y su madre fallecen ahogados. En ese momento, el joven se despierta y observa que sólo ha pasado un instante desde que se acostó.

Con su sueño, el joven se ha convencido de que el éxito muy pronto es desbancado por la desgracia. Así pues, decide volver al pueblo de donde había partido.


 El joven protagonista de Kantan, ya convertido en rey y sentado en el baldaquino,
dos ministros y una bailarina de la corte, a la izquierda. Foto de la representación.

Adaptación a la obra
Para adaptar la leyenda china en que se basa Kantan a la estructura de una obra de teatro , su trama se ha simplificado enormemente, dejando solo los elementos imprescindibles que permiten crear una atmósfera onírica.

Tres son las diferencias principales de la historia de Kantan respecto al mito original. El sabio-chamán es simplemente mencionado sin aparecer en escena. Sin que nada lo justifique, el protagonista se ve convertido rápidamente en emperador. Poco después, celebra sus cincuenta años de reinado, tras lo cual despierta de su sueño y constata que este apenas ha durado el tiempo que tarda en cocerse el mijo, mucho menos que el necesario para el arroz.

Para no alargar demasiado este primer artículo, creo conveniente dejar para la semana próxima la explicación de algunas de las referencias a conceptos o tradiciones orientales que aparecerán en los videoclips que insertaré en las siguientes entregas.

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