Tercera constante: indefinición
En el anterior artículo hablé de la naturalidad en la
arquitectura moderna japonesa y hoy lo haré de otra constante que se encuentra
tanto en la clásica como en la más actual. Me refiero a la indefinición de sus
espacios, a la sutil manera, a veces casi imperceptible, de señalar los límites
o las fronteras que separan zonas con usos diferentes. Como otras características, esta también nace del sistema constructivo japonés y en concreto de dos
elementos: el tipo de estructura que sustenta los edificios y la forma de
separar las diferentes salas o habitaciones.
Estructura de pilares y vigas
En
el archipiélago nipón, los inmuebles más representativos nunca se construyeron
con muros que soportasen los techos, como era costumbre en Europa e incluso en
China. Hace unos mil años, las primeras residencias de las villas
aristocráticas ya se levantaban con un sistema de pilares y vigas de madera. La
fotografía siguiente muestra una esquina de uno de los edificios del templo de
Tōshōdai-ji, donde se aprecian los gruesos pilares y el complejo entramado de vigas que soporta su cubierta y permite que sus
voladizos sean realmente muy amplios.
Las estructuras a base de pilares y vigas otorgan un gran
grado de libertad para elegir el tipo de cerramiento a colocar entre cada columna.
Lo más usual en la Europa clásica fue levantar una pared, de ladrillo, argamasa o cualquier otro material, en la que se abrían los huecos para las ventanas o puertas.
Pero en el Japón tradicional esa solución apenas se utilizó. En su lugar, se
prefirió colocar entre pilar y pilar unas ligerísimas puertas de hojas
correderas construidas con un ligero entramado de madera. Si interesaba que la luz penetrara a través de ellas, se
encolaba sobre esa estructura unas láminas de papel translúcido. Si se deseaba que fueran opacas, se utilizaba un cartón. Las
primeras se denominan shōji y las
segundas, fusuma.
Divisiones movibles
Lo que resultó decisivo para la consecución de la
indefinición de los interiores japoneses, especialmente en las viviendas, fue la
costumbre de cerrar los espacios entre las columnas no con paredes de argamasa o
ladrillo, como sí se hizo casi siempre en Europa, sino con esas ligeras puertas
deslizantes que, si era necesario, podían retirarse totalmente. Ese sistema de paneles
correderos se utilizaba tanto para separar estancias contiguas, como para cerrar
el edifico del exterior.
En el primer caso, el
bastidor de las hojas se forraba por ambas
caras con un cartón rígido que frecuentemente se decoraba con pinturas. En el segundo, es decir, cuando cerraban las salas del
exterior, se encolaban láminas de papel en uno solo de sus lados, las cuales
ejercían la función de un vidrio translúcido. Es decir, que en vez de levantar
paredes macizas en las fachadas, en Japón se prefería colocar ligeras puertas
deslizantes. Dada la fragilidad de ese tipo de carpintería, exteriormente y por
delante de ella, se colocaban unos postigos también deslizantes para protegerla
de las inclemencias del tiempo.
La ilustración anterior es del interior del pabellón
Kikugetsu-tei del jardín Ritsurin-kōen en Takamatsu, construido a mediados del
siglo XVII. La división central entre las dos “habitaciones” que aparecen en la
fotografía se hace con cuatro paneles correderos, de los cuales, vemos que los
dos centrales se han abierto situándolos detrás de los que aparecen en ambos
lados.
Dado que esas puertas son muy ligeras, si se desea, pueden retirarse
completamente para que las dos estancias se conviertan en una. Es decir, este
tipo de cerramiento interior otorga una gran flexibilidad de uso, o si se
quiere decir de otro modo, otorga al espacio un carácter indefinido, por cuanto
puede ser una cosa u otra, una sala pequeña y recogida o una pieza amplia y
abierta.
Las correderas que vemos en los laterales de esa foto son
verdaderas puertas exteriores correderas, que en nuestras latitudes se suelen denominar
balconeras, pues se supone que sirven para salir a balcones o terrazas. En este
caso, permiten acceder a la galería o porche que rodea todo el edificio. En la ilustración
anterior se aprecia perfectamente que el papel que hace la función de vidrio,
es translúcido y tamiza la luz de forma muy suave. Si nos fijamos, en el
lado derecho se aprecia que hay tres módulos de un color más claro. Ello es
debido a que esos trozos de papel se colocaron más tarde que el resto por
haberse roto los anteriores.
Fluidez espacial
Con esa solución de paneles movibles y escamoteables, la
diferenciación entre el espacio interior de una sala y la galería o jardín,
resulta ser muy tenue, incluso puede desaparecer si se retiran todas esas
correderas a un lado de la fachada. En la fotografía siguiente se aprecia que una vez desplazadas todas esas puertas deslizantes,
desaparece cualquier signo de división entre interior y exterior. Se produce
una enorme indefinición y fluidez espacial. Estamos dentro tomando un té, pero
es como si estuviéramos en una zona porticada o incluso en medio del jardín.
Esa característica fluidez espacial, no se logró en los
edificios occidentales hasta el siglo XX, cuando se empezó a utilizar pilares
de hormigón o acero y la industria fue capaz de fabricar ventanales metálicos con
vidrios de gran dimensión. Una vez más, Japón se había adelantado a Occidente
en varias centurias en la consecución de un ideal arquitectónico.
Obviamente, en Japón también han existido edificios, como las
viviendas rurales o los almacenes, con fachadas de muros de madera o argamasa y
ventanas y puertas convencionales. Sin embargo, sus características no son muy
diferentes respecto de las tipologías que se encuentran en otros países y, como
consecuencia, no poseen las particularidades que comento aquí. Hace ya tiempo
dedique un artículo de mi blog a este tema.
Pilares, correderas y
tatami
Así pues, con solo con esos dos sistemas, estructura de
pilares y vigas de madera y cerramientos movibles, quedaban definidas muchas de
las cualidades espaciales de la arquitectura japonesa que la convirtieron en
algo único en el mundo. Como complemento también singular, a partir de finales
del siglo XV, el suelo, inicialmente de tablas de madera, se cubrió con los conocidos
tatami, una especie de esteras de
paja trenzada que se colocaban en todas las estancias, excepto en cocina,
almacenes y zonas de aseos. En este otro artículo hablé
del primer edificio en Japón en el que se utilizaron shōji, fusuma y tatami.
Resumiendo, se podría decir que los elementos claves en la
definición de los espacios interiores de los edificios japoneses son tres:
estructura de pilares y vigas de madera; cerramientos, tanto exteriores como
interiores, de paneles correderos, y pavimentos de tatami. Estos últimos son los responsables de la modulación, una
característica que comenté en otro artículo de esta serie hace semanas.
Obsérvese en la ilustración siguiente la sensación de amplitud
y fluidez que se obtiene cuando todas las divisiones interiores se han retirado
y se han abierto las exteriores permitiendo que todo el espacio fluya hacia
el jardín a través de la galería perimetral de suelo de madera.
Un aspecto que no he comentado aún y que se aprecia en la fotografía es la penumbra que suele bañar la zona central de los edificios japoneses. Ese efecto es debido a los amplios voladizos de sus cubiertas, una forma de protegerse de los rayos del sol en verano.
Un aspecto que no he comentado aún y que se aprecia en la fotografía es la penumbra que suele bañar la zona central de los edificios japoneses. Ese efecto es debido a los amplios voladizos de sus cubiertas, una forma de protegerse de los rayos del sol en verano.
Así pues, el concepto de indefinición en la arquitectura de Japón y su
corolario, la fluidez espacial, nacen como consecuencia del empleo generalizado
de esas puertas deslizantes, las interiores opacas y las exteriores translúcidas. Ambas son de una sorprendente ligereza, lo que facilita su desplazamiento
sobre unas guías de madera perfectamente ejecutadas, y ambas son las
responsables de que esos rasgos se manifiesten en dos situaciones: en el
interior y en el exterior.
Indefinición interior
La indefinición interior en las residencias japonesas se
encuentra precisamente en la indeterminación de uso de sus diferentes estancias,
una cualidad que nace de la posibilidad, insisto una vez más, de retirar totalmente y con gran
facilidad los paneles correderos que he comentado.
Dado que en el Japón tradicional apenas existió mobiliario
fijo que determinara una única función, una sala podía ser un estudio por la
mañana, un comedor por la tarde y un dormitorio por la noche. Eso permitía que
las habitaciones se unieran o separaran simplemente deslizando sus puertas,
acción que automáticamente definía su nuevo uso. Ese concepto y el empleo de
paneles y ventanales correderos sigue manteniéndose
en nuestros días en muchos proyectos de los arquitectos actuales más
vanguardistas.
Indefinición exterior
El otro tipo de indefinición espacial, tanto en edificios clásicos
como en modernos, se refiere a la difusa manera de marcar la frontera entre el
exterior y el interior. Una vez más, eso se produce gracias a la posibilidad de
abrir las puertas correderas de tal forma que, aunque consten de
varias hojas, todas puedan quedar recogidas, una sobre otra, en una esquina de
la fachada. Con ello se logra que la estancia se expanda materialmente hacia el
jardín, con el que se fusiona en un maridaje muy buscado desde siempre en Japón,
y también hoy día.
Una vez completamente abiertas las puertas correderas, desaparece todo signo de
división. No obstante, ambos espacios, el interior y el exterior, siguen manteniendo
sus características propias, aunque, eso sí, de forma muy
sutil. El primero gracias a los tatami y el
segundo gracias a sus plantas, piedras y gravilla. No obstante, lo importante acontece
en la zona entre esos dos ambientes, un terreno de nadie que ni es vivienda ni
es jardín o quizás sea ambas cosas. Me refiero a la galería o porche con pavimento
de lustrosas tablas de madera, que en japonés se denomina engawa.
En la fotografía anterior se aprecia que al retirar las correderas desaparece todo tipo de división entre la sala
interior y el jardín exterior; el espacio fluye en todas direcciones sin
obstáculo alguno; han desaparecido las fronteras, la indefinición es total,
¿estamos dentro o fuera?
Antes de hablar de la presencia de estas
características en la arquitectura moderna japonesa, me gustaría comentar algunos aspectos
relacionados con la indefinición o fluidez espacial; pero como este
artículo ya empieza a ser demasiado largo, quizás por haber insistido demasiado en algunas ideas, lo voy a dejar para dentro de quince días.
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