martes, 24 de marzo de 2020

Rasgos y recurrencias en el arte japonés, V

La sugerencia en las artes japonesas, II
En el anterior artículo empecé a hablar de la sugerencia en la pintura japonesa y hoy lo seguiré haciendo, pero en la jardinería .

La sugerencia en el jardín japonés
El tipo de sugerencia que se utiliza en la pintura japonesa, generada mediante la ocultación parcial del objeto vislumbrado, también está presente en la jardinería gracias a la arquitectura. Vamos a explicar un poco esto último.

Cuando, hacia el siglo XV, el jardín japonés se planteó como un paisaje que podía verse y disfrutarse desde el interior de una estancia, sentado en una posición fija, la arquitectura o mejor dicho algunos de sus elementos comenzaron a utilizarse para encuadrar ese jardín exterior. Los pilares, los cercos de las puertas correderas, los aleros y la tarima de la galería se convirtieron en un enorme marco de una determinada vista del jardín semejante a aquellos que encuadraban los óleos en Europa o a las molduras que rodeaban a los frescos en sus palacios e iglesias.

En la siguiente fotografía se aprecia ese marco arquitectónico que encuadra a un pequeño jardín. Los jardines japoneses de este tipo, generalmente de tamaño reducido, se diseñan no para pasear por ellos, sino solo para contemplarlos desde el interior de un edificio y siempre estando sentados sobre un tatami.

El jardín superior de Shisen-dō, Kioto. Foto: J. Vives.

Por eso los japoneses se dieron cuenta muy pronto que no es lo mismo contemplar un paisaje (un jardín no deja de ser un paisaje o retazo de naturaleza) desde una sala estando sentado que hacerlo mientras se pasea por él. Esa manera estática de ver un jardín, a diferencia de la forma dinámica cuando paseamos, permite la introspección. No por casualidad fueron los bonzos budistas quienes descubrieron esa forma de disfrutar de un jardín. 

Pero volvamos a lo de "enmarcar". En la Europa clásica, todas las pinturas "necesitaban" ser enmarcadas por un marco adecuado a su época de creación y a su tema. Ese complemento de la obra artística se convirtió en algo más importante de lo que en un principio parecía a simple vista, cosa que se confirma por el hecho de que, a lo largo de los años, a no pocas pinturas expuestas en los museos se les ha cambiado su marco por otro muy diferente. 

En la ilustración siguiente vemos un óleo italiano del siglo XVI al que, cien años más tarde, se sustituyó su marco original por otro ciertamente recargado, pero muy adecuado.

Rafael Sanzio: Baltasar Castiglione, c. 1415, óleo, 82x67 cm.
Marco del segundo cuarto del XVII. Museo del Louvre. Foto: thefraneblog.com. 

No pensemos que esto del marco de una pintura es un tema nimio, porque los propios artistas han "jugado" con ese elemento como vemos en la ilustración siguiente, un verdadero trampantojo, con un título muy explícito: Huyendo de la crítica. Por cierto, no es mi intención criticarlo y espero que yo no se me considere un "crítico".

Pere Borell del Caso: Huyendo de la crítica, 1874, óleo, 76x63 cm.
Colección Banco de España, Madrid. Foto: thefraneblog.com

Pero centrémonos en el tema y en concreto el qué quiero decir cuando hablo de la sugerencia en un jardín japonés, un concepto muy relacionado con ese matrimonio entre arquitectura y jardín que ha existido en Japón desde muy antiguo.

Uno de los lugares donde puede descubrirse esa interacción entre ambas especialidades y cómo un edificio se convierte en el marco de una pintura tridimensional, pues en eso deviene el jardín, es en el recinto del templo de Tenryū-ji en Kioto. En su edificio principal se distribuyeron las salas de tal forma que desde cada una de ellas se pudieran observar distintas partes del paisaje circundante, pero nunca su totalidad.

En la siguiente fotografía del edificio principal de ese templo, se aprecia la transparencia que permite ver el jardín opuesto al de donde está hecha la foto. Eso ya da una idea de la multiplicidad de vistas que se obtienen cuando se accede a su interior, como veremos enseguida.

Vista cruzada desde el exterior del edificio residencial del prior del templo de Tenryū-ji, Kioto. Foto: J. Vives.

Cuando, al sentarse en los tatami de ese edificio, se contempla el paisaje exterior, todos los elementos arquitectónicos (pilares, aleros de los voladizos, tarimas de las galerías y puertas correderas) conforman un gigantesco marco que encuadra las diferentes zonas del jardín transformándolas en verdaderas pinturas paisajísticas tridimensionales, todas diferentes gracias a los variados puntos de vista que se obtienen desde cada una de las estancias.

En la foto siguiente vislumbramos, justo al entrar en el edificio, que hay varias aberturas tras las que se observa la masa verde del jardín. Cada una de ellas muestra una parte muy diferente.

Varias vistas del jardín desde la residencia del prior del templo de Tenryū-ji (c. 1340), Kioto. Foto: J. Vives.

Enseguida nos damos cuenta de que ninguna de esas grandes aberturas, conseguidas al deslizar las puertas correderas, permiten contemplar la totalidad del panorama exterior. Unas descubren las majestuosas montañas vecinas; otras, el lago con su composición de rocas; algunas, parte de ambos; incluso las hay que se concentran en un rincón próximo y recoleto. Sin embargo, todas son hábiles y premeditadas manipulaciones del encuadre de un paisaje real.

Vista de la montaña vecina desde la residencia del prior del templo de Tenryū-ji, c. 1340. Kioto. Foto: J. Vives.

En la siguiente foto la arquitectura enmarca una zona cercana del jardín, pero de nuevo  ese encuadre no permite ver la copa entera del pino y solo una parque mínima del estanque. Además, vemos que ese árbol tiene una rama horizontal e incluso un soporte en su extremo para mantenerla en esa posición. ¿No es esto último lo mismo que ocurría con el árbol del biombo de Kanō Eitoku comentado en el anterior artículo? La jardinería mantiene algunos de los patrones de la pintura, ¿o es al revés?

Vista del jardín de Tenryū-ji (c. 1340) desde la residencia del prior. Kioto. Foto: J. Vives.

La foto siguiente es de un encuadre que se centra en el foco principal de la composición del jardín: la cascada pétrea que se encuentra en la orilla opuesta del estanque. Por ser el punto más importante del diseño del jardín, esa vista se enmarca con los elementos de la arquitectura para resaltarlo como si fuera una verdadera pintura. Sin embargo, es mucho más que una pintura, porque esa vista cambia con las estaciones. Algo que no puede ofrecer ningún óleo convencional.

Vistas del jardín de Tenryū-ji (c. 1340) desde la residencia del prior. Kioto. Foto: J. Vives.

La forma de la cascada pétrea de Tenryū-ji recuerda mucho a las pinturas paisajísticas chinas, como la de la siguiente fotografía. Cosa lógica, pues los monjes japoneses que habían viajado a China pudieron ver y estudiar de cerca las obras de los artistas del gran país continental. Incluso trajeron consigo no pocas cuando regresaron a Japón. 

Fan Kuan (990–1020): Sentados en el arroyo, tinta y color sobre seda,
156x61 cm, s. XI. Palacio Museo Nacional de Taipei.
Foto. Wikimedia Commons.

La foto anterior es una de esas pinturas realizadas durante la dinastía china  Song (960-1279). Pensemos que el jardín de Tenryū-ji y su cascada de piedras se construyó hacia el año 1340; es decir, ya habían pasado bastantes años y en Japón ya se conocía muy bien el arte chino.

Algunos especialistas consideran que es muy posible que el diseño de la cascada pétrea de Tenryū-ji fuese obra de monjes chinos, no de japoneses. Esa hipótesis la basan en que ese tipo de composición de rocas con un claro sentido vertical no era nada frecuente en esos años en Japón. Compárese la foto anterior con la siguiente de la cascada pétrea de Tenryū-ji.

La cascada pétrea de Tenryū-ji, siglo XIV. Kioto. Foto: J. Vives

Con esto acabo este apartado sobre la sugerencia en la pintura y jardinería de Japón. Es cierto que se podría decir que existe otra forma de sugerencia en los jardines mucho más evidente relacionada con su simbología o alusiones de todo tipo, pero eso daría para una serie completa que quizás acometa en otra ocasión. 

En la siguiente entrega seguiremos con el tema de las constantes en el arte japonés.

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