martes, 5 de abril de 2022

Japón y el mundo del té, XXI

La ceremonia de té en Japón. La arquitectura 5

El anterior artículo lo dediqué a comentar una sala de té construida hace más de trescientos años en una villa imperial y en el de hoy hablaré de las influencias que la vía del té, el chadō, ejerció en la arquitectura japonesa en general, algo a lo que ya me he referido varias veces sin concretar.

Durante la época Muromachi (1333-1573), los grandes señores y los samurai de alto rango acostumbraban a conversar sobre asuntos de todo tipo mientras tomaban una infusión de té. Ese hábito llegó a extenderse por todo el país cuando, en el siglo XVII, los comerciantes de la región de Osaka comenzaron a practicar esa misma afición. El estar sentado alrededor de un fuego y escuchar el borboteo de agua en un entorno más o menos sofisticado de acuerdo con el nivel social del anfitrión se consideraba uno de los placeres sociales más refinados.

Esa ocasión servía para presentar a los invitados algunos objetos de arte propiedad del maestro de ceremonia que demostraban su nivel cultural. La habitación en la que se celebraba el encuentro era la más representativa de la vivienda y muy pronto se aprovechó su tokonoma para exponer unas pocas piezas artísticas, casi siempre de origen chino. 

Tokonoma con una caligrafía y un arreglo floral en la casa de té Shiguretei 
en el jardín de Kenroku-en, Kanazawa. Foto: Wikimedia Commons.

Esas reuniones se convirtieron enseguida en una manera de mostrar a los invitados el nivel social y económico del anfitrión a través de los acabados de la estancia donde se celebraban, de los utensilios empleados en la preparación del té y de los objetos expuestos en el tokonoma.

Un caso extremo de ostentación fue la casa de té que mandó construir Hideyoshi de forma que pudiera trasladarla a donde deseara, como así hizo varias veces. Lo extravagante en ella era que estaba revestida totalmente de oro, un lujo que ya tenía un precedente en el famoso Kinkaku-ji. En la actualidad, existen varias reproducciones de esa insólita habitación, una de ellas se muestra en la siguiente fotografía.

Réplica de la casa de té dorada de Hideyoshi. Museo de Arte de Atami, MOA. Foto: Wikimedia Commons.

La casa de té dorada de Hideyoshi se completaba con utensilios también de oro, una más de las excentricidades del mandatario. La casi insolente ostentación de semejantes objetos estaba en las antípodas de los preceptos que recomendaba Sen no Rikyū, quien había sido maestro de Oda Nobunaga y del propio Hideyoshi.

Réplica de los utensilios de té que empleaba Hideyoshi en su casa de té dorada. 
Museo de Arte de Atami, MOA. Foto: Wikimedia Commons.

En los años momoyama (1573-1603) y los posteriores del periodo Edo (1603-1868), muchas residencias de grandes señores, samurai de alto rango y superiores de templos budistas exhibían un lujo y refinamiento en sus acabados como nunca se había visto en Japón. La fotografía siguiente es una muestra de ello: elaborados artesonados, pinturas como fondo del tokonoma, maderas perfectamente talladas y empleo extensivo del pan de oro, entre otros muchos ostentosos detalles. 

Interior del shiroshoin de Nishi Hongan-ji, c. 1636. Kioto. Foto: Wikimedia Commons.


El jesuita portugués Luís Fróis (1532-1597) tuvo ocasión de conocer a varios mandatarios japoneses como Oda Nobunaga y se convirtió en un cronista excepcional de la vida y costumbres niponas. Sus escritos sobre el país son una fuente de información excepcional para conocer el Japón de la época.

Como ejemplo de la magnificencia y lujo de las construcciones de esos años, Fróis dijo del torreón principal del castillo de Azuchi construido por Nobunaga que “[…] tiene un aspecto mucho más noble y espléndido que nuestras torres”.

De su interior escribió: “[…] los muros están decorados con pinturas ricamente ejecutadas con oro y diferentes colores, mientras que el exterior de cada uno de esos pisos está pintado en varios colores”.

Y de las construcciones anexas, que: “[…] están cubiertas con tejas azuladas más resistentes y hermosas que las que usamos en Europa”.

Y para acabar dijo: “En una palabra, todo el edificio es hermoso, excelente y deslumbrante”. 

Estancias situadas en la zona oeste del shiroshoin de Nishi Hongan-ji, c. 1636. Kioto. 
Foto: Wikimedia Commons.

En ese espléndido entorno, las casas de té que proponía Sen no Rikyū, verdaderas chozas de troncos sin descortezar y techumbre de paja, eran casi un revulsivo frente al lujo y esplendor de semejantes construcciones. Sin embargo, muy pronto caló entre las clases altas, y también entre los primeros comerciantes que empezaban a disfrutar de cierta solvencia económica, otra forma de entender el refinamiento, en el fondo no menos sofisticado, que buscaba reflejar el alma de las cosas. Se trataba de encontrar la belleza en los materiales y acabados naturales sin enmascararlos con pinturas o dorados.

Cuando Sen no Rikyū pensó construir un lugar específico para las reuniones alrededor de un cuenco de té, que él convirtió en verdaderas celebraciones de carácter casi místico, buscaba crear un entorno que permitiera a los participantes el alejamiento de su cotidianeidad, tanto fuese esta lujosa como anodina. Llamó a esa estancia chashitsu y propuso que debía ser de la más extrema simplicidad.

La fotografía siguiente refleja ese espíritu rústico tan característicos de los interiores de las casas de té, cuyos pilares no solo eran simples troncos sin descortezar, sino que, además, se buscaba que no fueran excesivamente rectos.

Casa de té Chisui-tei en la Dai Nihon Chadō Gakkai, Tokio. 
Foto en Tanaka Sen’ō: The Tea Ceremony, Kodansha, 2000.

Con el tiempo, los rasgos de ese tipo de estancia, entre los que destacaban su sencillez y naturalidad, influyeron en la arquitectura residencial y dieron lugar a un nuevo estilo denominado sukiya, que no era más que la plasmación de los preceptos de la vía del té en el ya consolidado estilo shoin empleado en la construcción de viviendas. El indiscutido paradigma de ese estilo sukiya es la villa imperial de Katsura en Kioto, a la que he dedicado varios artículos en este blog y que vemos en la siguiente fotografía.

Exterior del edificio residencial de la villa imperial de Katsura, Kioto, mediados del siglo XVII. 
Foto: Wikimedia Commons.

Dado que ya he hablado del estilo shoin en otras entradas, remito al lector a ellas si desea conocer sus características, pues aquí solo voy a comentar cómo los preceptos de simplicidad, naturalidad y ausencia de boato se trasladaron al estilo shoin sin que por eso los edificios dejaran de ser elegantes, incluso refinados, aunque de otra forma.

La sofisticación de esas construcciones no era aparente, no intentaba “apabullar” a nadie. Esa era la marca indeleble que dejó la vía del té en la arquitectura residencial japonesa. Obviamente, en algunos casos no se aplicaban esos nuevos preceptos, como hemos visto en las anteriores fotografías de los pabellones del templo de Nishi Hongan-ji en Kioto.

La ilustración siguiente de la tercera y última fase del edifico residencial de la villa imperial de Katsura, no puede ser más explícita al respecto. Ni siquiera el hermano del emperador hacía ostentación de su estatus. Casi al contrario, su retiro parecía el de un sencillo personaje. 

Interior de la tercera fase, el nuevo goten, de la villa imperial de Katsura, s. XVII, Kioto. 
 Foto en Virginia Ponciroli (edit.): Katsura, la villa imperiale. Milán, Electa, 2004.

El tema daría para mucho, pero debo dejarlo aquí para no hacerme demasiado reiterativo. Dentro de quince días hablaré de las influencias de la vía del té en la jardinería japonesa.

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