martes, 25 de abril de 2023

La danza butō, 15

Los pioneros de la danza moderna japonesa, 6

En el anterior artículo conocimos la experiencia de dos bailarines japoneses que viajaron a Occidente en los albores de los años veinte del siglo pasado. Uno lo hizo sin saber que se iba a dedicar a la danza y el otro llegó a Europa con estudios sobre música y danza realizados en Japón. Hoy hablaremos de un tercero que hizo lo mismo en la siguiente década, en los años treinta, y que fue el primer maestro de Hijikata Tatsumi, el creador del butō.

Eguchi Takaya (1900-1977)

Eguchi Takaya nace en la prefectura de Aomori y a los 25 años se muda a Tokio. En 1929 entra en la escuela de danza que Takata Masao y su mujer Hara Seiko dirigen en la capital nipona. De ellos hablaré en el siguiente artículo.

El viaje a Alemania

A finales de 1931, después de dos años estudiando la técnica clásica en el Instituto de Danza Takata, Eguchi y su mujer Miya Misako (1907-2009), recién casados, viajan a Alemania. En el mes de enero de 1932 llegan a Berlín. Una vez instalados en la ciudad, se ganan la vida dando clases de baile al mismo tiempo que asisten a todo tipo de espectáculos de ópera, música y ballet, hasta que en diciembre ven una actuación de Mary Wigman. Esa experiencia les hace decidirse y en marzo de 1933 se trasladan a Dresde para matricularse en la escuela de la alemana. En octubre de ese año presentan en Berlín varias coreografías propias, entre las que destaca Quirófano, y en diciembre regresan a Japón.

Eguchi Takaya y su mujer Miya Misako. Foto sin datos de fuente desconocida.

El regreso a Japón

Una vez en Tokio, en enero de 1934, el matrimonio Eguchi abre un estudio de danza moderna que denominan Instituto de Danza Eguchi-Miya y donde enseñan los planteamientos de la Neuer Tanz (nueva danza) de Mary Wigman. Los japoneses habían quedado impresionados por las técnicas de improvisación que utilizaba la alemana, por lo que no dudaron en emplear su mismo método en su escuela de Tokio.

Wigman consideraba que el ballet clásico era incompatible con la danza moderna y propugnaba un baile espontáneo, con una gestualidad dramática e instintiva que en ciertos momentos podía llegar a ser violenta. En el artículo noveno de esta serie incluí un clip en el que se veía bailar a la propia Mary Wigman. Si se clica aquí podrá contemplarse ese vídeo en otra pestaña.

En marzo de 1935, Eguchi y Miya presentan en Tokio varias obras que habían estrenado en Berlín, entre las que destacan Quirófano, Tango y Ondas, y en noviembre del siguiente año ofrecen un amplio programa en el Hibiya Public Hall de Tokio con el estreno de La boda de La Scala (también titulada El mensajero de La Scala) además de Ella y él de negro, Tango, Vals y otras obras bailadas a solo o en dúo. La ilustración siguiente es del cartel de esa función. 

Cartel de la actuación de Eguchi Takaya y su mujer Miya Misako el 12 de noviembre de 1935, 
en el Hibiya Public Hall de Tokio. Foto de fuente desconocida.

La siguiente fotografía es de la recreación del año 2011 de la mencionada obra Tango cuando se volvió a presentar en la capital japonesa con motivo de la celebración del centésimo aniversario del primer espectáculo de ballet visto en Japón. La coreografía la habían estrenado los Eguchi en Berlín en 1933 y en Tokio en 1935.

Nakamura Megumi en Tango de Eguchi, 1933. 
Producción de 2011 en el Nippori Sunny Hall, Tokio. 
Foto: web de la Contemporary Dance Association of Japan.

La boda de La Scalatítulo de traducción ambigua que a veces aparece como El mensajero de La Scala en referencia al teatro de ópera milanés, es una coreografía casi perdida de Eguchi Takaya que en el año 2010 se reconstruye a partir de una filmación de la época de poco más de un minuto. Tras una intensa labor de investigación, se reestrena al año siguiente en Tokio. Compárense las siguientes fotos de la producción de 1935 y la de 2011.

Eguchi Takaya en La boda de La Scala,
estrenada en Tokio en 1935.
Foto de fuente desconocida.

Kihara Kōta en La boda de La Scala. Producción
de 2011 en el Nippori Sunny Hall, Tokio. Foto: web
de la Asociación de Danza Contemporánea de Japón.













A mediados de los años treinta del siglo pasado, hacía casi diez que la danza moderna se había introducido en Japón gracias a Ishii Baku, a quien dediqué dos artículos de esta serie, el 12 y el 13. Tanto Ishii como Eguchi habían estudiado con Mary Wigman, pero sus estilos eran diferentes debido a su distinta interpretación de las enseñanzas de la alemana. Mientras Ishii expresaba emociones y sentimientos con los movimientos, Eguchi prefería construir el espacio con ellos.

En esa década, el ambiente dancístico en Japón se estaba poniendo al día respecto al de Occidente. Además de las actuaciones de los artistas japoneses, en pocos años actuaron en el país bailarines europeos de todas las tendencias, como Anna Pavlova, Antonia Mercé más conocida como La Argentina y Harold Kreutzberg, entre otros.

El ambiente prebélico

Sin embargo, en la segunda mitad de los años treinta la situación comienza a cambiar. La escalada militar de Japón en Asia no hace más que aumentar. Con la entrada de la siguiente década, como ocurre con las otras artes, la danza se convierte en un medio más de propaganda. Lo que se pretende es reforzar el espíritu patriótico de las tropas destacadas en los numerosos frentes que Japón tiene abiertos e incrementar su moral. También en esto, las ideas provienen de Alemania. 

En octubre de 1938, una compañía integrada por alumnos del Instituto de Danza Eguchi-Miya presenta en el Teatro Imperial de Tokio Trigo y soldados (Mugi to heitai), basada en la obra del mismo título del escritor Hino Ashihei (1907-1960). Entre 1938 y 1942, como otros artistas contratados por el gobierno nipón, Eguchi realiza varias giras con alumnos y miembros de su compañía por China, Corea, Manchuria, Vietnam, Tailandia, Singapur y Malasia. 

Espectáculo de danza ante los soldados en el frente. Foto sin datos de fuente desconocida.

En 1940, se estrena una pieza titulada
Japón con motivo de la conmemoración de los 2600 años transcurridos desde la coronación del legendario primer emperador de Japón, Jinmu en el 660 a. C. Se trata de una trilogía coreografiada por Eguchi Takaya, Miya Misako, Takata Seiko e Ishii Baku con un guion del crítico de danza Mitsuyoshi Natsuya (1904-1989) y música del taiwanés Jiang Wenye (Chiang Wen-yeh) (1910-1983), quien había estudiado con Yamada Kōsaku.

En esa fecha, algo más tarde que en otras artes como la pintura o la literatura, empieza a notarse claramente el control gubernamental sobre la danza y sus artistas. Por entonces se acuña el término gendai buyō para sustituir al de danza moderna escrito en caracteres occidentales.

La posguerra

En 1946, una vez finalizada la contienda, Eguchi crea la coreografía para la ópera Carmen de Bizet, y en 1950 estrena uno de sus trabajos más conocidos, el ballet El fuego de Prometeo, basado en la leyenda griega. La partitura para esa obra del compositor Ifukube Akira (1914-2006) se creyó perdida durante cincuenta años, pero en 2009 se encontró una copia que permitió recuperarla. Gracias a ello, en 2016 se realizó una puesta en escena del ballet con su música original. Desde entonces, esa producción se ha representado en Japón durante varias temporadas.

Eguchi Takaya en el estreno en 1950 de 
El fuego de Prometeo. Portada del CD de la grabación 
de 2013 de la música de Ifukube Akira. 

Shutō Yasuyuki en El fuego de 
Prometeo. Recreación, 2015. Foto: 
Personal Tess Co. Ltd. Nemoto Kōtarō.












Otra de las obras con más éxito de Eguchi es Taiko japonés, una vistosa coreografía de 1951 basada en leyendas populares y cuya primera parte se titula “Danza de los ciervos”. En 1960 se estrena una segunda parte de la obra llamada El zorro Kenpai”, y en 1963, la tercera y última: “El tambor de damasco”. La siguiente fotografía es de una moderna puesta en escena de 2014 de la “Danza de los ciervos”.  

“Danza de los ciervos” de Taiko japonés (Nihon no taiko) de Eguchi, 1951. Producción de 2014
en el Nippori Sunny Hall, Tokio. Foto: web de la Asociación de Danza Contemporánea de Japón.

Eguchi, además de un notable artista, fue el primer profesor en dar clases de danza en una universidad japonesa. Su influencia en la siguiente generación de bailarines de la vanguardia nipona fue enorme y su papel en la difusión de la danza moderna en su país, decisivo. Baste decir que su escuela, en realidad nacida en Alemania, a miles de kilómetros de distancia, se convirtió en una fructífera fuente de la que bebieron muchos, como Ōno Kazuo. Pero de esto hablaré otro día.

Con esto cierro el artículo de hoy. En el próximo haré una pequeña recapitulación de esta historia de los precedentes del butō. Será dentro de dos semanas.