martes, 15 de julio de 2025

Curso de arte japonés, art. 29º. Cerámica, VII

El anterior artículo lo concluimos hablando de las últimas fases de la cerámica premoderna japonesa. Hoy seguiremos avanzando para entrar en la edad moderna, pero centrándonos en el lapso que va desde el año 1912 al 1945. Es decir, todo el periodo Taishō y el inicio del Shōwa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

La cerámica del siglo XX hasta 1945

Las primeras décadas del siglo XX fueron una época de verdaderas innovaciones en todos los campos. Por un lado, las asociaciones de ceramistas independientes formaron un frente común ante lo que consideraban anquilosados salones oficiales y comenzaron a organizar sus propias exposiciones. Por otro, las vanguardias de las artes plásticas, especialmente de la pintura, tuvieron su reflejo en la alfarería. Finalmente, aparecieron dos revistas especializadas en cerámica, Tōji y Chawan, además de la Gran Enciclopedia de la Cerámica de Arakawa Toyozō, de quien se hablará más adelante en otro artículo.

Tomimoto Kenkichi (1886-1963)

Uno de los artistas más convencidos del nuevo papel que debía adoptar un artesano en el siglo XX fue Tomimoto Kenkichi, quien, durante su estancia de dos años en Inglaterra, conoció de primera mano el movimiento Arts and Crafts. Cuando regresó a Japón, ejerció la docencia, publicó varios trabajos sobre William Morris y fundó sendos departamentos de cerámica en la Escuela de Bellas Artes de Tokio y en la Escuela de Artes y Oficios de Kioto.

Tomimoto Kenkichi: plato grande de porcelana con diseño tipo chintz,
40,0 cm de diámetro y 6,5 cm de alto, periodo Shōwa, s. XX.
Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo

Tomimoto fue miembro junto con Yanagi Sōri (1915-2011), Hamada, Kawai y Leach del denominado movimiento mingei, cuya doctrina reivindicaba el valor de las artes populares, como hacía el Arts and Crafts inglés, y del que se hablará enseguida. Sin embargo, Tomimoto concedía a la creatividad individual un enorme valor, por lo que estaba en desacuerdo con el concepto de anonimato intrínseco a las artesanías. En consecuencia, no tardó en abandonar el grupo. 

Más información sobre Yanagi Sōri

El 9 de enero de 2018 publiqué en este blog el primero de los artículos dedicado al diseñador Yanagi Sōri. Este enlace lleva a esa entrada.

Tomimoto Kenkichi: caja con diseño de helechos en oro y plata, 26,4x26,4x12,2 cm, 1959.
Museo Nacional de Artesanía de Kanazawa.
Foto: web del MOMAT

Tomimoto siempre decía a sus discípulos que, al igual que los pintores europeos, tenían que realizar croquis o esbozos previos antes de acometer la ejecución material de una pieza. La gran importancia que otorgaba a la ornamentación le llevó a crear, en 1920, simples placas de porcelana pensadas para colgar en una pared a modo de cuadros. El aspecto decorativo de sus obras, aunque evidente, nunca resultaba excesivo, sino todo lo contrario, necesario e imprescindible para lograr un efecto elegante y brillante pero no ostentoso. Hacia 1936, después de haber estudiado la técnica kutani, (véase el artículo 27) comenzó a trabajar con ornamentaciones polícromas en las que a menudo empleaba tramas geométricas doradas.

El movimiento mingei

Yanagi Sōetsu (1889-1961) y los ceramistas Hamada Shōji (1894-1978) y Kawai Kanjirō (1890-1966) compartían una misma atracción hacia cualquier tipo de artesanía, fuera japonesa, china o coreana, y en 1925 fundaron un movimiento inspirado en el Arts and Crafts inglés que denominaron mingei. Con él buscaban preservar el enorme patrimonio de las artes populares y renovarlo como alternativa a los movimientos modernos e individualistas.

Plato japonés mingei con diseño de berenjena, 95,2x95,2 cm,
Galería de Bellas Artes de la Universidad de Vanderbilt, Nasville, Tennessee. Foto: web del museo.

Hamada Shōji (1894-1978)

Hamada Shōji y Kawai Kanjirō se conocieron en 1912 y desde entonces se estableció una fructífera amistad entre ambos. Hamada Shōji ha sido y es todavía hoy uno de los alfareros de Japón más conocidos en Occidente, en gran parte gracias a amistad y colaboración con Bernard Leach (1887-1979). En 1952, Hamada y Leach, verdaderos embajadores de la cerámica japonesa, viajaron a Estados Unidos para ofrecer una serie de cursos y conferencias que dejaron una gran huella en los norteamericanos. Partidario del anonimato del artesano, Hamada siempre se negó a colocar su sello en las piezas que modelaba, aunque sí firmaba las cajas de madera en las que se guardaban.

Hamada Shōji: bandeja rectangular con bordes y pies, 43,2x31,1 cm, alto: 10,2 cm,
1950-1959. Colección Particular. Foto: galería Joan B. Mirviss.

Una de las causas por las que el trabajo de Hamada resultaba tan atrayente para las vanguardias norteamericanas de los años cincuenta del pasado siglo era el tipo de decoración de sus piezas. Los espontáneos trazos de su pincel, educado en la caligrafía japonesa, y las manchas aleatorias que provocaba en sus platos estaban muy cerca de lo que promovían los pintores expresionistas abstractos estadounidenses.

Hamada Shōji: plato con dos trazos, diámetro: 27,3 cm, alrededor de 1955.
The Cleveland Museum of Art, Ohio. Foto: web del museo.

Kawai Kanjirō (1890-1966)

Kawai Kanjirō inicialmente trabajó en el Instituto de Investigación Cerámica de Kioto, pero en 1920 abandonó su puesto y construyó un horno de diez cámaras de esa ciudad. Ese taller y la vivienda anexa son actualmente el museo que lleva su nombre.

Kawai, Hamada y Yanagi compartían la opinión de que la cerámica no debía ser un objeto de lujo, sino de uso diario. De ellos partió la idea de crear el movimiento mingei. Sin embargo, en 1945, Kawai se alejó de los postulados mingei replanteándose el papel de la cerámica frente al arte internacional. A partir de ese momento, comenzaron a surgir de sus manos vasijas con cuerpos romboidales, bocas descentradas, texturas contrastadas e incluso platos con relieves.

Kawai Kanjirō: frasco rectangular,
alto: 15,2 cm, cuerpo: 9,5x5,7 cm, s. XX.
Brooklyn Museum. Foto: web del museo.

En los años sesenta, las afinidades de Kawai con las vanguardias euroamericanas quedaron patentes. Kawai fue el primer ceramista que expuso en una galería de arte como los pintores o escultores.

Kawai Kanjirō: jarrón azulado con doble boca,
alto: 35,2 cm, cuerpo: 33,8x15,7 cm, c. 1958. 
Museo Nacional de Artesanía de Kanazawa.
Foto: web del MOMAT.

Kitaōji Rosanjin (1883-1959)

Kitaōji Rosanjin (1883-1959) nunca estuvo interesado en el movimiento mingei porque le parecía desproporcionada su idealización de la labor del artesano anónimo. Antes de entrar en el mundo de la alfarería, Kitaōji regentaba un restaurante en Tokio, un negocio donde descubrió que un buen alimento o condimento requería un plato o recipiente adecuado que realzara su presencia. Hacia 1925 decidió crear él mismo su menaje, para lo cual construyó su propio horno en Kamakura.

Kitaōji Rosanjin: plato cuadrado con bordes redondeados, 26,0x26,7 cm y 4,4 cm de alto, 1953.
The Museum of Modern Art de Nueva York. Foto: web del museo.

El espíritu investigador de Kitaōji le llevó a ser un personaje ecléctico que probaba y ensayaba con todos los tipos y estilos de cerámica, ya fuese porcelana u objetos bizen, shino o shigaraki. En 1954, después de pasar por Estados Unidos invitado por la Fundación Rockefeller, visitó a Picasso en Vallauris.

Kitaōji Rosanjin: vasija con arcilla de Shigaraki, 30,5 cm, 1953.
The 
Museum of Modern Art de Nueva York. Foto: web del museo.

Más información sobre los ceramistas mingei

El 4 y el 11 de febrero de 2014 publiqué en este blog el dos artículos dedicados al movimiento mingei  en los que hablé de Tomimoto Kenkichi, Hamada Shōji, Kawai Kanjirō y Kitaōji Rosanjin por este orden. Este enlace lleva a esa primera entrada, y este otro, a la segunda.

Ishiguro Munemaro (1893-1968)

Ishiguro Munemaro (1893-1968) fue un verdadero autodidacta que desarrolló un estilo propio caracterizado por decoraciones elaboradas con escuetas pinceladas y una paleta muy restringida.

Ishiguro Munemaro: plato decorado, 30,0 cm, 1930-1940.
Victoria & Albert Museum de Londres. Foto: web del museo.

Una de sus vasijas más admiradas, creada en la segunda mitad de los años cincuenta y expuesta en el Museo Nacional de Arte Moderno de Kioto, es un buen ejemplo de su manera de hacer. Gracias a su habilidad, mediante un simple y discreto uso del color, Ishiguro logra convertir una sencilla jarra en un objeto con gran capacidad ornamental empleando solo dos tonos: el anaranjado de los caquis y el negro de su enrejado de soporte. En Japón ese fruto se asocia al otoño, una alegoría estacional sobre la brevedad de la belleza y la vida misma.

Ishiguro Munemaro: vasija con diseño de caquis de nombre “Otoño tardío”,
c. 1955, alto: 22,5 cm, cuerpo: 21,2x21,0 cm.
Museo Nacional de Arte Moderno, Kioto. Foto: web del museo.

Con esto finaliza este artículo. En el siguiente entraremos ya en la modernidad.