El movimiento mingei en la cerámica japonesa, segunda parte
Como dije la semana pasada, voy a seguir hablando de los integrantes del movimiento de reivindicación de la artesanía popular denominado mingei, aunque como entonces solo me centraré en la cerámica japonesa.
Como dije la semana pasada, voy a seguir hablando de los integrantes del movimiento de reivindicación de la artesanía popular denominado mingei, aunque como entonces solo me centraré en la cerámica japonesa.
Kawai Kanjirō
(1890-1966)
El
tercero de los artistas que se agruparon para promover el movimiento mingei fue Kawai Kanjirō. Tras graduarse
en estudios cerámicos en Tokio, Kawai se trasladó a Kioto, donde en 1920
construyó un horno que en los años cincuenta y sesenta alquiló a numerosos artistas para cocer sus piezas.
En 1924
Kawai se encontró con Hamada, recién llegado de
Inglaterra y con quien estableció una fructífera amistad. A las tertulias que periódicamente celebraban ambos en la vivienda de Kawai también
asistía Yanagi Sōetsu (1889-1961), intelectual, filósofo y escritor que había
conocido a Bernard Leach en 1910. Precisamente, fruto de esas reuniones nació
en 1925 el movimiento mingei. Sin embargo, en 1945, Kawai como Tomimoto también se distanció de los postulados mingei.
Por
esos años, Kawai inició una etapa de la que comenzaron a surgir vasijas con
cuerpos irregulares, bocas descentradas, texturas contrastadas e incluso
relieves en la masa, algo por otra parte que no era nuevo en la cerámica
japonesa como vimos en mi artículo titulado Cerámica japonesa: la época de madurez. Parte de esas características
pueden observarse en la pieza de gres de la fotografía siguiente, cuyas manchas
y goteos nos recuerdan mucho las obras del expresionismo abstracto de la época.
Kawai Kanjirō: botella,
1962, 22x31x18 cm. Casa Museo de Kawai Kanjirō, Kioto. Foto en Samuel Lurie y Beatrice L. Chang: Contemporary Japanese Ceramics. Fired with Pasion. Eagle, 2006. |
La
ilustración siguiente muestra un plato en el que Kawai estampó materialmente sus
manos en la masa de arcilla, creando vertiginosos remolinos azules que reflejaban su casi visceral energía. Esta estimulante pieza se encuentra muy cerca de la
gestualidad de la Action Painting estadounidense.
Kawai Kanjirō: plato, 1955,
32 cm. Casa Museo de Kawai
Kanjirō, Kioto. Foto en Samuel Lurie y Beatrice L. Chang: Contemporary Japanese Ceramics. Fired with Pasion. Eagle, 2006. |
El espíritu inconformista y rebelde de Kawai le llevó a
renunciar al título de Tesoro Nacional Viviente. Fue el primer ceramista que
expuso en una galería de arte como los pintores o escultores.
Kitaōji Rosanjin
(1883-1959)
Kitaōji Rosanjin, artista individualista y rebelde como Kawai, también
rechazó el título de
Tesoro Nacional Viviente, incluso por dos veces consecutivas. En realidad el
movimiento mingei nunca le interesó, aunque para ser más exactos debería
decirse que detestaba la idealización del trabajo del alfarero anónimo.
Kitaōji
fue siempre un aficionado a la cerámica, aunque su actividad como creador no la inició
hasta pasada la cuarentena y casi por casualidad. Dueño de un restaurante en
Tokio, muy frecuentado por artistas e intelectuales de la época, constató que
un buen alimento o condimento requería un soporte adecuado que realzara su
presencia. A partir de ese momento, decidió crear él mismo el menaje para su
negocio, para lo cual compró un terreno en Kamakura para construir un
horno.
El espíritu investigador de Kitaōji le llevó a ser un personaje ecléctico que probaba y ensayaba con todos los estilos sin importarle crear cualquier tipo de cerámica, fuese porcelana esmaltada u objetos bizen, shino o shigaraki como el que muestro a continuación.
La
pieza de la fotografía anterior es una perfecta muestra de cómo puede ser el
soporte de un alimento de temporada otoñal, quizás un pescado.
Kitaōji
Rosanjin: bol con camelias, loza, 1935, 11 cm.
Museo de Arte Setagaya de Tokio.
Foto en Samuel Lurie y Beatrice L. Chang: Contemporary
Japanese Ceramics. Fired with Pasion. Eagle, 2006.
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En el
tazón de la anterior ilustración, la decoración de camelias satisface
perfectamente el deseo de su autor: adecuarse a la estación, en este caso el final del invierno o principio de la primavera, épocas de su floración, y a las viandas de temporada que se sirvan
en él.
En los
años 50 y 60 del siglo XX, los promotores del movimiento mingei, con su apoyo y apreciación de las artesanías populares,
obtuvieron un gran reconocimiento internacional, en primer lugar en América y
luego en Europa.
A lo
largo de los dos artículos que he dedicado al mingei, he insistido, quizás demasiado, que la forma de decorar las
piezas de sus integrantes tenía mucho en común con los movimientos pictóricos vanguardistas como el expresionismo abstracto, el gestualismo, el tachismo o el
informalismo, cuyos artistas precisamente revalorizaban la espontaneidad del
acto creativo, algo que los japoneses ya conocían desde hacía siglos y habían
puesto de manifiesto en sus pinturas de tinta china y sobre todo en sus
caligrafías.
Con esto doy por finalizados los artículos consagrados a la cerámica tradicional japonesa. Pero no
se crea el lector que lo voy a dejar aquí, porque el martes próximo me gustaría concluir esta serie con una muestra de
lo que es la cerámica japonesa actualmente. Así pues, hasta entonces.
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