martes, 11 de noviembre de 2014

Arquitectura moderna japonesa: Tange Kenzō, XXII

La arquitectura moderna japonesa: Tange Kenzō, la Expo de Osaka, 1970
A finales de los años sesenta del siglo XX se encarga a Tange Kenzō el Plan Director para la Exposición Universal de Osaka a celebrar en 1970. Es la época de la explosión del movimiento metabolista y cuando Tange ya ha logrado construir algunas obras basadas en sus planteamientos y convertidas muy pronto en verdaderos iconos, como el centro Yamanashi, el edificio Shizuoka o la embajada de Kuwait, todos comentados en artículos anteriores.

Tange Kenzō: Plan director para la Expo de Osaka, 1970. Foto en Japan Architect, nº 9-10, 1971.

El corazón del recinto de trescientas hectáreas de la Expo es una gigantesca plaza que Tange cubre con una espectacular malla espacial de más de 100x200 metros de superficie, levantada a casi a cuarenta de altura sobre solo seis pilares y con unos impresionantes voladizos de treinta metros. Los alveolos de esa estructura tridimensional se cubren con láminas neumáticas de cien metros cuadrados.

En ese ambiente futurista de escala gigantesca aparece una figura: la Torre del Sol del pintor Okamoto Tarō (1911-1996), que como un enorme pájaro abre sus alas para situar su cuello y cabeza por encima de la malla espacial, como se aprecia en la fotografía siguiente.

Tange Kenzō: Recinto de la Expo de Osaka, 1970. Foto en Japan Architect, nº 9-10, 1971.

Después de los Juegos Olímpicos de 1964 en Tokio, Japón vuelve a asombrar al mundo con los avances que presenta en la Exposición Universal de Osaka. Su tecnología en general y también la constructiva ya se sitúan en primera línea mundial y la Expo se convierte en el lugar idóneo para darlas a conocer. Gracias al espectacular evento, los sueños utópicos de los arquitectos metabolistas japoneses pueden plasmarse en su recinto y demostrar su viabilidad.

Tange Kenzō: Plaza del festival de la Expo de Osaka, 1970. Foto en Process Architecture, nº 73, 1987.

Como ejemplo, baste citar al pabellón Takara de Kurokawa, con su ligero esqueleto tetraédrico, en el que se encajan módulos de acero inoxidable a modo de células que se adaptan a las necesidades de cada tema expuesto. En la fotografía siguiente se muestra un detalle de su estructura.

Kurokawa Kishō: Pabellón Takara, 1970, Expo de Osaka. Foto: astudejaoublie.blogpot.fr.

Y también la torre de Kikutake que aparece en la siguiente ilustración, una aérea atalaya de elementos tubulares en los que se insertan esferas de facetas triangulares y que es uno de los pocos elementos de la Expo todavía en pie. 

Kikutake Kiyonori: Torre de la Expo, 1970, Expo de Osaka.
Foto: Wikimedia Commons.

Pero la ilusión y empuje de las ideas metabolistas y su confianza ciega en la tecnología, que alcanzan su zénit en la Expo de Osaka, comenzarán a decaer durante la primera mitad de los años setenta. Las propuestas utópicas no son la panacea para los problemas de las ciudades, ni siquiera para las japonesas. Sin embargo, los arquitectos nipones lograron en esos años abrir nuevas vías de investigación que todavía hoy día, en pleno siglo XXI, son estudiadas. La etapa de dura crítica que padecieron en las dos últimas décadas de la pasada centuria parece ya superada. Pero esto es otra cuestión que no corresponde debatir aquí.

Tange Kenzō: Plaza del festival de la Expo de Osaka, 1970. Foto en Process Architecture, nº 73, 1987.

Han transcurrido más de cuarenta años desde la celebración de la Expo de Osaka y todavía hoy sigue recordándose como una de las más vanguardistas de la historia, un mérito que debe atribuirse, en parte, a arquitectos como Tange y su grupo de “discípulos” metabolistas.

La próxima semana hablaré de obras de Tange Kenzō construidas en las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX.

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