Tras el último artículo dedicado a la cerámica, hoy comenzamos un nuevo apartado de este curso que dedicaremos a la escultura. A
diferencia de otras especialidades artísticas japonesas, la escultura, después
de una época de gran esplendor, pasó por un periodo de cientos de años, entre
el siglo XIV y mediados del XIX, en los que su actividad quedó drásticamente
reducida tanto en cantidad como en calidad. Pero no adelantemos acontecimientos
y empecemos por el principio.
La escultura prehistórica
Cuando hablé de la alfarería prehistórica en los primeros artículos del apartado dedicado a la cerámica de este curso de arte japonés (ver la entrada 23 y la entrada 24), mencioné de pasada que en el periodo Jōmon aparecieron una serie de pequeñas esculturas, denominadas dogū, de las que ahora vamos a hablar un poco más extensamente.
La siguiente fotografía es de una de esas
imágenes de terracota de la misma época aproximadamente que las vasijas
prehistóricas que vimos con decoraciones flamígeras en aquel artículo.
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Figura dogū,
periodo Jōmon tardío (1000-300 a. C.), alto: 36,1 cm, hombros: 21,0 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo. |
En esa entrada califiqué aquellas vasijas de expresionistas, término que también puede aplicarse a estas pequeñas esculturas de terracota. Un detalle que no suele mencionarse es que la mayoría de esas figuras estaban acabadas con laca, un material que muchos siglos más tarde los japoneses usarían en esculturas budistas y todo tipo de objetos de artesanía.
Los dogū como el de la anterior ilustración
eran casi siempre figuras
femeninas que seguramente estaban relacionadas con ritos de fertilidad. Sus adornos
con relieves ondulados las emparentaban con la decoración de los recipientes
comentados y les imprimían, al margen de su apariencia figurativa, un aspecto
irreal.
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Figura dogū, periodo Jōmon tardío
(2000-1000 a. C.), alto: 30,5 cm. Colección privada. Foto: Wikimedia Commons. |
Igual que vimos que aquellas elaboradas vasijas de bocas con abundantes adornos flamígeros desaparecieron en el periodo siguiente, esas figuras también dejaron de crearse en la misma época aproximadamente. Ese interés inicial por los diseños complicados se perderá en el futuro en casi todas las artes niponas, en las cuales primarán lo natural y lo sencillo. Es muy posible que el aislamiento de la sociedad jōmon permitiera crear prototipos específicos muy diferentes de los que nacieron a partir de la siguiente era, la denominada Kofun (300-538).
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Figura dogū,
periodo Jōmon tardío (1000-400 a. C.), alto: 15,0 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo. |
No fue hasta el siguiente periodo denominado Kofun cuando volvieron a crearse figuras de terracota, aunque con otras funciones. El nombre de kofun proviene de los montículos funerarios en los que se hacían enterrar los gobernantes del distrito de Yamato. En su interior se inhumaba el cuerpo del difunto junto con armaduras, armas, espejos de bronce y joyas que se creía debían servirle en su viaje al otro mundo. En todo su perímetro se colocaban objetos de terracota de hasta un metro y medio de altura que se conocen por el nombre de haniwa.
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Kofun Takamatsuzuka, final s. VII, Asuka, prefectura de Nara. Foto: Wikimedia Commons. |
En un principio, las haniwa eran simples cilindros de arcilla cocida que consolidaban el terreno y permitían estabilizar los taludes. Sin embargo, más tarde evolucionaron convirtiéndose en figuras escultóricas de guerreros, sirvientes, animales o edificios situados sobre una base que se empotraba en el terreno alrededor del túmulo. Esas imágenes representaban el patrimonio del difunto y su nivel social.
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Figura de guerrero haniwa, periodo Kofun, 124,4
cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo. |
Si bien gran parte de las haniwa recuperaron la tradición antropomórfica de los dogū del periodo Jōmon, formalmente eran mucho más realistas que estos. Gracias a su escueta volumetría y a su superficie sin relieves ni decoración superpuesta, resultaban mucho más naturales y cálidas. Además, la expresión de sus caras quedaba muy lejos del encantamiento mágico propio del periodo Jōmon y sus posturas reflejaban las actividades cotidianas de la época.
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Figuras de músicos haniwa, periodo Kofun, 58,9, 73,1 y 58,5 cm. Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo. |
Cuando las haniwa se colocaban a lo largo del perímetro del montículo funerario servían de contención de las tierras en talud. Las situadas en la parte alta del promontorio solían ser pequeños edificios que simbolizaban la residencia del espíritu del difunto. Y por último, las ubicadas en el interior representaban a los sirvientes de la persona enterrada.
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Casa con cubierta a dos aguas haniwa, periodo
Kofun, 80,0 cm de largo. Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo. |
Con esto finaliza esta entrada dedicada la escultura prehistóricas japonesa. Dentro de quince días veremos ya “verdaderas” esculturas de mayor tamaño.