Arquitectura budista japonesa: Hōryū-ji, segunda parte
La pasada semana solo pudimos cruzar el portón
central del recinto oeste de Hōryū-ji y echar una ojeada a su claustro
interior. Hoy vamos a contemplar con tranquilidad los edificios situados en ese
espacio.
Una vez atravesado el gran portal flanqueado por los dos guardianes, lo primero que atrae nuestra atención es una impresionante pagoda y a su derecha el pabellón dorado.
Una vez atravesado el gran portal flanqueado por los dos guardianes, lo primero que atrae nuestra atención es una impresionante pagoda y a su derecha el pabellón dorado.
La pagoda y el pabellón dorado (kondō) de Hōryū-ji, s. VII-VIII, Ikaruga. Foto: J. Vives. |
Son
dos edificios de madera oscurecida por los siglos cuya textura les otorga una presencia nada ostentosa a pesar de la
imponente altura de la pagoda y del complejo sistema de vigas que soportan los aleros de ambas construcciones. En sus respectivos interiores pueden admirarse sendos grupos
escultóricos de los siglos VII y VIII que comentaré en la prometida serie sobre escultura dentro de dos semanas.
La pagoda
La pagoda de Hōryū-ji, s. VII-VIII, Ikaruga. Foto: J. Vives. |
La pagoda de cinco pisos de Hōryū-ji es la más
antigua de las existentes en Japón. Su pilar central se empotra en el terreno
y, después de atravesar todos sus pisos, sirve de soporte a la aguja metálica que
corona su cubierta. Ese remate (sorin), generalmente de bronce, se divide en varias partes. La central está formada por nueve anillos y es la de mayor tamaño. La altura de la pagoda de Hōryū-ji es de 25 metros y si se incluye ese elemento metálico supera los 32.
Sección de la pagoda de Hōryū-ji. Foto: folleto del templo. |
Como se aprecia perfectamente en la foto e ilustración anteriores, la pagoda de Hōryū-ji tiene la particularidad de que
cada uno de sus cinco pisos es de menor superficie que el inferior. Esa
disminución se refleja en su perfil y la hace aparecer más alta de lo que
realmente es. En las pagodas construidas en periodos posteriores esa reducción
es mucho menor. El tejadillo que vemos en la planta baja es una
adición realizada en el periodo Nara (710-794).
Las diferentes cubiertas de las pagodas, a pesar de las barandillas y huecos de sus fachadas, no se corresponden con pisos, dado que solo constan de planta baja. En el interior de la de Hōryū-ji se encuentra un interesante grupo escultórico que representa escenas de la historia budista y que comentaré en la serie que publicaré tras finalizar esta sobre arquitectura.
El pabellón dorado
El pabellón dorado de Hōryū-ji está
alineado con la pagoda formando un eje este-oeste paralelo a la puerta central
de acceso. Se trata de una construcción que exteriormente aparenta tener dos
pisos como el portón central, pero que una vez se accede a su interior se
constata que solo se desarrolla en planta baja. Su cubierta principal, del tipo
irimoya, es algo menor que la
inferior, la cual, como la pagoda, incorpora un tejadillo construido en el periodo Nara para proteger las pinturas exteriores. El 1949 sufrió
un incendio en el que se perdieron gran parte de sus pinturas murales.
En
la pagoda y pabellón dorado de Hōryū-ji aparece ya el impresionante modelo estructural
ideado para conseguir esa apariencia digna e imponente que exhiben los templos
budistas japoneses. La importancia de las cubiertas inclinadas en la arquitectura
tradicional de Japón es obvia a simple vista. En la mayoría de los casos, sus
pronunciados voladizos proyectan una profunda sombra sobre las paredes
de fachada, de tal forma que apenas se distingue su complejo sistema de vigas, ménsulas y cabios. Obsérvese que en las
fotografías anteriores de la pagoda y el pabellón dorado resulta muy difícil
apreciar la estructura que soporta sus aleros.
Estructura de los aleros
Detalle de la pagoda de Hōryū-ji. Foto: J. Vives. |
Si
no somos estudiosos compulsivos de los modelos estructurales, difícilmente
distinguiremos las sutiles variaciones que existen entre edificios levantados
en épocas diferentes o entre los consagrados a las diversas sectas budistas.
Sin embargo, en mi opinión, eso no debería resultar un obstáculo para apreciar
la belleza que emana de la majestuosa presencia de la mayoría de los
templos japoneses.
Sin entrar en tecnicismos, intentaré explicar mínimamente el sistema empleado en Japón para conseguir voladizos importantes en los tejados usando únicamente vigas de madera.
Cinco tipos de hijiki. Foto: fuente desconocida |
A lo largo de los siglos ese elemento fue evolucionando, primero colocándolo en varias “capas” para aumentar su vuelo, luego dándole las formas más variadas y finalmente decorándolo con imaginativas tallas. En la ilustración anterior de la derecha se han dibujado cinco fases de la evolución de ese ingenioso artilugio a partir del más simple de un solo nivel.
Todo ese sistema estructural fue complicándose notablemente a medida que se iban superponiendo varios de esos “brazos-ménsula” para aumentar el vuelo de la cubierta. En la fotografía siguiente del Byōdō-in, construido unos 200 años más tarde que Hōryū-ji y que comenté el 25 de junio, se muestra una solución con dos niveles de "brazos-ménsula".
En
la foto anterior se aprecia cómo los dos niveles de ménsulas permiten colocar, paralelamente a la fachada, unas pequeñas vigas que soportan los cabios de la
cubierta. Las cabezas de estos últimos son las que imprimen ese carácter
singular a los tejados japoneses. Precisamente para acentuar ese efecto, sus testas suelen
pintarse de blanco, como se aprecia en la fotografía siguiente.
La gran puerta de Chion-in, 1619, Kioto. Foto: J. Vives. |
En
la foto anterior de la majestuosa puerta de Chion-in, destaca en primer lugar
la fuerte sombra que arrojan los enormes voladizos de sus tejados y luego el
puntuado blanco de las testas de los cabios que sobresalen casi hasta el borde
del alero. Es una elegante forma de manifestar discretamente la complejidad estructural
del impresionante portón.
Lo
que me interesa remarcar es que los sistemas estructurales de tejados y
voladizos en Japón se fueron complicando y sofisticando técnica y
ornamentalmente a lo largo de los siglos, hasta crear verdaderos fuegos
artificiales en madera, auténticas exhibiciones de su complejidad estructural e incluso, en algunos casos, del decorativismo de sus tallas, como se aprecia en la fotografía siguiente.
Kakuon-ji, Kamakura. Foto: J. Vives. |
Para
recuperarnos un poco de la aridez de esta sesión, pienso que lo mejor es
tomarnos un descanso. La semana próxima volveremos de nuevo a Hōryū-ji.
Si deseas ampliar la información gráfica de este artículo, te recomiendo que entres en mi blog Arquitectura de Japón, donde hay un artículo con solo fotografías de este edificio.
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