La arquitectura del Pabellón
de Plata, Ginkaku-ji
Cien
años más tarde de la construcción de Kinkaku-ji, del que hablé la semana pasada, el octavo shōgun de los Ashikaga, Yoshimasa (1435-1490), también decidió edificar
una villa donde retirarse para disfrutar de sus aficiones artísticas: era Ginkaku-ji.
A
diferencia de su antepasado Yoshimitsu, el promotor del ostentoso Pabellón de
Oro, las ideas de Yoshimasa eran mucho más contenidas, aunque no menos refinadas.
Estaba madurando la estética de la naturalidad, la sencillez y la sobriedad, aspectos que no tenían por qué estar reñidos con la elegancia y que
brotaban de la concepción vital del budismo zen.
Una de las primeras materializaciones arquitectónicas de esos conceptos fue
Ginkaku-ji, popularmente conocido como el Pabellón de Plata.
Historia
Aunque Ashikaga
Yoshimasa decidió construir su villa en 1460, no fue hasta el año 1482 que se pudieron
iniciar los trabajos y 1489 cuando se finalizaron. La comparación de Ginkaku-ji
con Kinkaku-ji resulta inevitable. Ambos eran pabellones singulares que
formaban parte de unas fincas en cuyo jardín se distribuían diversos edificios
y ambos se habían concebido como retiro de dos shōgun, quienes, después de dimitir de sus cargos en favor de sus
respectivos hijos, se recluyeron en ellas.
Yoshimitsu
había sido el mecenas de Zeami, el creador del teatro nō, mientras que Yoshimasa era un entusiasta del pintor Kanō Masanobu (se quien hablaré en una próxima serie dedicada a la pintura) y devoto aficionado a la
ceremonia de té y el arreglo floral. Tras la muerte de Yoshimasa el
recinto se convirtió por su expreso deseo en un templo zen con el nombre de Jishō-ji.
Los
casi cien años que separan Ginkaku-ji y Kinkaku-ji pueden servirnos para
entender las enormes diferencias entre las concepciones de ambos edificios, o quizás
deberíamos decir entre las de sus promotores.
El nombre
En
primer lugar he de explicar el porqué del nombre Pabellón de Plata, dado que
nunca estuvo revestido de ese metal. Parece ser que, en un principio, Yoshimasa
tenía la intención de recubrir con láminas de plata las fachadas del edificio, pero
esa idea nunca llegó a concretarse y en su lugar su estructura de madera se
protegió únicamente con pintura de laca. No fue hasta el periodo Edo
(1603-1868) cuando empezó a denominarse popularmente Ginkaku-ji, es decir “templo
del Pabellón de Plata”, quizás debido a su reflejo en las aguas del pequeño estanque
ante el que se levantaba o posiblemente como una forma de emparejarlo con Kinkaku-ji.
Desde entonces, ese es el nombre por el que se le conoce.
Diferencia entre oro y plata
Hay que
remarcar que a pesar de que actualmente nos parezca que revestir un edificio de
plata es tan ostentoso como hacerlo de oro, la concepción japonesa del arte no lo interpreta exactamente así. El
oro mantiene su brillo y aspecto durante años y cuando refleja la luz se
convierte en un material que se muestra deslumbrante e inmutable, yo diría que casi de
manera altiva. La plata, por el contrario, pierde brillo rápidamente y cambia
de tono manchándose de forma irregular.
A
diferencia del oro, la plata es un material nada arrogante y que envejece
espléndidamente sin ocultar el paso del tiempo, propiedades muy apreciadas por el zen y que se encuentran en todas las
manifestaciones artísticas que giran alrededor de esa orden budista. Ahí radica
la sustancial diferencia entre ambos pabellones, el dorado y el plateado, a
pesar de que este último nunca lo fuera.
El Pabellón de Plata, 1489, Kioto. Foto: J. Vives. |
En la
fotografía de la derecha se aprecia cómo el Pabellón
de Plata aparece casi tímidamente entre la vegetación del jardín. Su presencia
no tiene nada que ver con la del Pabellón de Oro, cuyo orgulloso protagonismo no
acepta situarse en segundo plano y le lleva a emplazarse frente a un amplio espejo líquido
que duplica su imagen.
En la concepción general de Ginkaku-ji se encuentran ya gran parte de los rasgos de todo el arte clásico japonés y especialmente dos: naturalidad que no artificiosidad y sencillez que no pomposidad.
En la concepción general de Ginkaku-ji se encuentran ya gran parte de los rasgos de todo el arte clásico japonés y especialmente dos: naturalidad que no artificiosidad y sencillez que no pomposidad.
El edificio
El
Pabellón de Plata tiene solo dos pisos, y no tres como el Pabellón de Oro, pero
como este utiliza el recurso de retrasar el último a modo de ático y emplear
estilos diferentes en cada planta: el residencial en la baja y el zen en la superior. Obsérvese en la
fotografía siguiente las ventanas acampanadas tan características de los
edificios en los templos zen y que
también vimos en Kinkaku-ji la semana pasada.
Sin
embargo la diferencia más radical entre ambos se encontraba en un nuevo tipo de
espacio interior que apareció en el Pabellón de Plata y que fue el germen de
toda la posterior arquitectura residencial japonesa.
El Pabellón de Plata, 1489, Kioto. Foto: J. Vives.
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El interior
La
superación definitiva del estilo shinden, que comenté en un artículo anterior, se produjo con la normalización y
el empleo extensivo de tres elementos: las puertas exteriores deslizantes y
translúcidas (shōji), las puertas interiores también correderas pero
opacas (fusuma) y las
esteras de paja (tatami). Todos se emplearon conjuntamente y por primera vez en el Pabellón de Plata. Ahí radica la importancia que tuvo en la historia de la arquitectura japonesa, a pesar de que a primera vista su aspecto exterior pueda parecer
poco brillante.
Esos
dos tipos de puertas deslizantes y ese pavimento supusieron un cambio
trascendental respecto a las soluciones empleadas hasta entonces en los
edificios residenciales más representativos.
Si la
planta baja del Pabellón de Oro se había cerrado con pesados postigos que se
abatían hacia el techo, en el Pabellón de Plata se emplearon las mencionadas
correderas translúcidas y ligeras denominadas shōji.
Mientras en los pisos del Pabellón de Oro había un único espacio
o sala, los del Pabellón de Plata se subdividieron en pequeñas estancias
mediante las puertas deslizantes (fusuma),
uno de los elementos más característicos de los interiores japoneses.
Finalmente,
si en el Pabellón de Oro los suelos eran simples entarimados, en el Pabellón de
Plata se utilizaron tatami
para cubrir totalmente las tablas de madera, una solución que con los años se extendió a
todas las viviendas y sirvió de módulo para la construcción de cualquier tipo de edificio en
Japón.
Vista desde el interior de la planta baja del Pabellón de Plata. Foto: folleto del templo. |
En la foto anterior se aprecian los shōji deslizantes, ya abiertos para contemplar el jardín, así como los tatami que cubren el suelo del interior de Ginkaku-ji. Al fondo, entre la maleza y tras el enigmático cono de arena, se vislumbra el Togudō, un edificio que comenté en otro artículo y en el que también se emplearon los tres elementos mencionados.
Los fusuma, shōji y tatami, de los
que ya hablé más detalladamente y con fotografías en una entrada anterior, a partir de ese momento definieron para
siempre y de forma inequívoca todos los interiores japoneses, y junto con otros
pocos componentes conformaron los edificios residenciales de estilo shoin que también expliqué en este otro artículo.
Pues
bien, ese conjunto de elementos, que a partir de entonces comenzaron a aparecer en todas las viviendas niponas, nacieron precisamente en Ginkaku-ji
y todos ellos pueden contemplarse en el Pabellón de Plata y en el mencionado Togudō.
Con
esto doy por finalizada esta cortísima serie sobre la arquitectura japonesa del
periodo Muromachi. Para no “empachar” a los lectores, en la próxima serie cambiaré de menú. De nuevo, hablaré de pintura.
Hasta entonces.
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Si deseas ampliar la información gráfica de este artículo,
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de Japón, donde hay un artículo con solo fotografías de este edificio y su
jardín. Este enlace te lleva al de arquitectura y este al de jardines.
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