martes, 26 de septiembre de 2023

La danza butō, 26

Hijikata Tatsumi, 2

“Si uno considera el cuerpo en relación con la danza, es entonces cuando realmente se da cuenta de lo que es el sufrimiento: parte de nuestras vidas.” Hijikata Tatsumi

El anterior artículo fue solo una pequeña introducción a la vida y obra de Hijikata que nos permitió conocer los artistas con los que compartió muchos momentos. En el de hoy ahondaremos un poco más en su biografía.

Hijikata Tatsumi (1928-1986)

Hijikata nació en 1928 en un pueblo costero a las afueras de la ciudad de Akita, en el norte de la isla de Honshū. Su verdadero nombre era Yoneyama Kunio. En esa época, su región, Tōhoku, caracterizada por unos inviernos largos y muy fríos, se encontraba entre las más pobres de Japón. Hijikata era el noveno de once hermanos y su familia poseía campos de arroz que le permitían vivir algo mejor que la mayoría de los habitantes de la zona.

Hijikata experimentó la presencia de la muerte desde muy joven. Los inicios de la década de los treinta del pasado siglo fueron especialmente malos para los granjeros de Tōhoku pues, como consecuencia de perder toda su cosecha dos años consecutivos, muchos de ellos se vieron forzados a vender sus hijas. Parece ser que la hermana mayor de Hijikata tuvo ese desdichado sino, algo que parecía insinuar cuando comentó: “Mantengo viva a una de mis hermanas en mi cuerpo. Cuando estoy absorto creando una pieza de butō, ella arranca la oscuridad de mi cuerpo […].”

Hijikata nunca fue llamado a filas porque solo tenía trece años cuando Japón entró en guerra contra Estados Unidos. Sin embargo, perdió sus tres hermanos mayores , uno a uno llamados a filas y enviados al frente. Él mismo contó que “Cuando volvieron eran grises cenizas contenidas en urnas.” No debería extrañar que esas vivencias del niño Hijikata, por entonces aún llamado Yoneyama Kunio, le dejaran una profunda huella e influyeran años más tarde en su trabajo como creador del butō. 

Hijikata de joven. Foto de fuente desconocida.

Ōno Kazuo y Hijikata Tatsumi vivieron la Segunda Guerra Mundial de forma diferente. Ohno siendo soldado y Hijikata, aún niño, creciendo en una de las zonas rurales más deprimidas de Japón. Sin duda, sus respectivas experiencias les hicieron entender el significado de la vida y la muerte y les impulsaron a reinterpretarlas de un modo nuevo a través de su danza.

Hijikata finaliza sus estudios en la Escuela Industrial de Akita (Akita Kōgyō Gakkō) en 1946, tras lo cual entra a trabajar en una cercana fábrica de acero. Parece ser que, en cierto momento, cuando todavía iba a la escuela, vio una actuación de Ishii Baku, también originario de Akita, tras lo cual decidió tomar lecciones de danza con Masumura Katsuko, alumna de Eguchi Takaya y su mujer Miya Misako, quienes habían estudiado con Mary Wigman a principios de los años treinta en Alemania. Eso podría explicar el interés del joven Hijikata por la danza germana y su afán por buscar información sobre ese tema en revistas ilustradas de la época.

Mucho más tarde, Hijikata explicó que antes de entrar en el estudio de Masumura, donde solo había alumnas, no acababa de entender qué quería significar la expresión “danza extranjera” (gaikoku dansu) empleada en esa época. Sin embargo, en cuanto Masumura le explicó que se trataba de danza alemana se apuntó a sus clases inmediatamente.

La situación del país en esos primeros años de posguerra están marcados por la ocupación estadounidense y, sobre todo, por una durísima recuperación tras el colapso bélico. Además de esas circunstancias, las características de la vida rural y los habitantes del norte de Japón también dejaron su impronta en la concepción de la danza de Hijikata. 

Hosoe Eikō: fotografía del álbum Kamaitachi, 1969, reimpreso facsímil en 2005
y reeditado con nuevas fotos en 2009. Hijikata llevado en hombros por lugareños.
Foto: web del Museo de Arte Moderno de San Francisco, SFMOMA.

La fotografía anterior y las dos siguientes, todas de Hosoe Eikō, se publicaron en 1969 en el ya clásico libro Kamaitachi, del cual pueden verse diecisiete fotos en la web del Museo de Arte Moderno de San Francisco en California. Kamaitachi es un monstruo japonés (yōkai) con aspecto de comadreja que aparece cuando hay fuertes torbellinos de viento. Varios años antes de la publicación de ese álbum, en 1965, Hijikata y Hosoe visitaron una pequeña población rural de Tōhoku, en el norte de la isla de Honshū, donde el fotógrafo captó a Hijikata interactuando libremente con los lugareños y el propio entorno en una especie de performance o improvisado espectáculo de butō. De esas largas sesiones, desarrolladas a lo largo de tres años, nació el mencionado libro.

Pero no nos adelantemos y volvamos a finales de los años cuarenta. Después de asistir durante varios años a clases de ballet europeo, Hijikata constató que su cuerpo no era el más adecuado para ejecutar los etéreos saltos y amplias aperturas tan frecuentes en el repertorio clásico de la danza europea. Sus piernas cortas, arqueadas y rígidas nunca le aportarían la ligera elegancia de los bailarines occidentales.

Hosoe Eikō: fotografía del álbum Kamaitachi, 1969, reimpreso facsímil en 2005
y reeditado con nuevas fotos en 2009. Hijikata ante algunos de sus paisanos.
Foto: web del Museo de Arte Moderno de San Francisco, SFMOMA.

A partir de esa constatación, Hijikata decidió concentrarse en sus particularidades físicas, las del japonés medio y las de los campesinos de su región, y dirigir su mirada hacia sus raíces rurales. La forma de moverse de sus vecinos aldeanos, siempre cerca del suelo, sentados, de cuclillas o caminando con las piernas arqueadas fue una de sus fuentes de inspiración, como veremos en las fotografías y vídeos de sus obras que insertaré en los próximos artículos.

Hosoe Eikō: fotografía del álbum Kamaitachi, 1969, reimpreso facsímil en 2005
y reeditado con nuevas fotos en 2009. Hijikata asustando a niños lugareños.
Foto: web del Museo de Arte Moderno de San Francisco, SFMOMA

Después de sus primeros pasos como bailarín en Akita, a finales del 1948, Hijikata decide viajar a Tokio, en esa época el único lugar en todo Japón donde podía verse arte y danza experimentales. Sin embargo, apenas pudo pasar unos meses en la capital, pues fue incapaz de sobrevivir por sí mismo en una urbe mucho más inhóspita que su pueblo natal. A pesar de ello, un hecho le marcó profundamente: la actuación de Ōno Kazuo (1906-2010) en el auditorio Kyōritsu kōdō de Kanda. Según sus propias palabras:

En otoño de 1948, en Tokio, asistí a una maravillosa representación de danza, desbordante de lirismo, ejecutada por un hombre que llevaba una camisa. Cortando el aire una y otra vez con su mentón me produjo una impresión imborrable. Durante años, ese baile quedó grabado en mi memoria como una droga. La danza se ha transformado ahora en un veneno y una sola cucharada de él contiene todo lo que necesito para paralizarme.

Casi diez años más tarde, a finales de los años cincuenta, Ōno Kazuo se convertirá en su socio más cercano. Tras esa corta experiencia en la capital, Hijikata regresó a su ciudad, donde permaneció los tres años siguientes. Durante ese lapso logró crear un pequeño grupo de danza.

En 1950 tiene su primera actuación como bailarín, con la obra La luna en la playa (Tsuki no hamabe), en un cine-teatro de Akita y comienza una pequeña gira por la región con la compañía de su profesora Masumura Katsuko. Finalmente, con 24 años, decide volver a Tokio.

En 1952, Hijikata se traslada definitivamente a la capital japonesa, donde, además de trabajar para mantenerse, al año siguiente entra en el Instituto de Danza de Andō Mitsuko (1910-1984), más tarde llamado Instituto Noriko. Allí estudia ballet clásico además de danza moderna, jazz, claqué y flamenco. A partir de 1954, interviene en algunas de las coreografías que Andō Mitsuko presenta en teatros e incluso en la televisión. En una de ellas baila por primera vez con Ōno Kazuo.

En 1958, Hijikata abandona la compañía de Andō Mitsuko, se integra en la Asociación de Artes Teatrales Contemporáneas, fundada por el músico y director de escena Imai Shigeyuki (1933-2014), y estudia mimo con Yoneyama Mamako (1935-) y Oikawa Hironobu (1925-2019) y danza con Tsuda Nobutoshi (1910-1984), de quien hablaré en el próximo artículo. 

Imai Shigeyuki veinteñero.
Foto: Kosugi Taihirō.
Yoneyama Mamako hacia 1960.
Foto de fuente desconocida.












La foto siguiente de Oikawa Hironobu se ha extraído de una entrevista cuya grabación de más de dos horas que se encuentra en YouTube y puede verse si se clica en este enlace.

Oikawa Hironobu, 2004.
Foto: captura de una entrevista disponible en YouTube.

Finalmente, en ese mismo año de 1958, Hijikata crea varias coreografías y en diciembre presenta la obra Danza de las haniwa (Haniwa no mai), en la que baila una pequeña sección. Las haniwa son unas esculturas prehistóricas de arcilla que se colocaban en los túmulos funerarios de los gobernantes en el periodo Kofun (300-538). A partir de entonces deja de ser Yoneyama Kunio y adopta el nombre artístico de Hijikata Tatsumi. 

Haniwa de terracota, 130,5 cm, s. VI.
Museo Nacional de Tokio. Foto: Wikimedia Commons.

Hijikata no rechazaba ninguna fuente de inspiración. Su interés por el ballet clásico y en concreto por el bailarín ruso Vaslav Nijinsky (1889-1950) es bien conocido. Ya desde muy pronto, estudió con detenimiento tanto los solos de Mary Wigman como las danzas folclóricas japonesas. A pesar de algunas interpretaciones que se han hecho de su carrera, Hijikata no renunciaba al pasado ni deseaba borrar la historia. A grandes rasgos, su trabajo se centraba en el proceso de degradación del cuerpo, en el enfrentamiento con la muerte y en la exploración de los niveles de conciencia.

En las obras de Hijikata, más allá de interpretar su erotismo como un revulsivo para las convenciones sociales de la época, debemos ver una indagación de las posibilidades de transformación o metamorfosis del ser humano que le permitansi no convertirse en un animal, una planta o incluso en algún objeto inanimado, como se ha dicho a veces, al menos sentirse como ellos para así acercarse a una naturaleza que lo abarca todo. En el fondo, exploraba las relaciones entre la vida y la muerte, es decir, la fugacidad de todas las cosas de este mundo y, por supuesto, la de la vida misma. 

Hijikata Tatsumi. Foto: Yoshino Akio, Archivo Hijikata Tatsumi,
Centro de Arte de la Universidad de Keiō, Tokio.

Hijikata fue un creador prolífico que además de coreografiar danzas para muchos bailarines, desarrolló un importante trabajo de director artístico controlando todos los aspectos de las representaciones de las obras que capitaneaba. La escenografía, la iluminación, el vestuario, el atrezo, la música, nada escapaba de la visión que tenía de la pieza en cuestión. En contrapartida, nunca tuvo interés en dar instrucciones detalladas o explicaciones a sus bailarines ni en divulgar sus estudios e investigaciones, algo que también se dio en sus principales alumnos.

Todavía hoy existen unos pocos artistas en activo que trabajaron con Hijikata. Entre esos herederos directos de su legado estarían los directores de las actuales compañías Dairakudakan y Sankai juku. De ambas hablaré al final de esta serie, faltan todavía más de quince entradas por publicar.

Pero volvamos a Hijikata para llegar a una fecha histórica. El 25 de mayo de 1959 se produce el estreno de Kinjiki, la primera obra de butō que mencioné muy de pasada cuando hablé de Ōno Kazuo y que en el próximo artículo comentaré extensamente. Será dentro de dos semanas.