martes, 4 de junio de 2024

La danza butō, 44

 A modo de conclusión, 1

En el anterior artículo vimos las últimas obras que la compañía de butō Sankai juku ha presentado en escenarios de todo el mundo. Con él concluimos nuestro recorrido por la historia de la danza butō y hoy solo haremos una pequeña recapitulación que concluirá dentro de dos semanas.

Sankai juku: Kinkan shōnen, 1978.
Foto: Laurent Paillier, www.phostosdedanse.com

Evolución

Desde aquellos principios underground de Hiiikata Tatsumi a principios de los años sesenta, pasando por el refinado estilo de Ōno Kazuo, hasta llegar al escandaloso desenfado de Dairakudakan y al elegante preciosismo de Sankai juku, la danza butō ha evolucionado mucho, muchísimo. Y eso sin contar las numerosas escuelas de bailarines no japoneses.

De la semilla del butō que plantó en su momento Hijikata Tatsumi, surgieron numerosos brotes. Cada uno, es decir, cada compañía o coreógrafo tenía y aplicaba diferentes enfoques a sus trabajos. Ōno Kazuo se centraba en un melancólico travestismo; Tanaka Min, en sus performances a solo; Maro Akaji con su Dairakudakan, en sus grotescos montajes, y Amagatsu Ushio con su Sankai juku, en sus sofisticadas puestas en escena. Sin embargo, la imagen del butō parecía crearse a partir de ciertos estereotipos: cuerpos blancos, cabezas rapadas, bocas abiertas, ojos perdidos, movimientos lentos.

En el caso de Sankai juku, poco queda en las obras de su factótum, Amagatsu Ushio, de las etiquetas que se aplicaban a las de Hijikata: “ritual hereje”, según Mishima Yukio; “escándalo terrorista”, según Shibusawa Tatsuhiko, o “comedia terrorífica”, según Taniguchi Shūzō.

Sankai juku: ARC, 2019. Foto: web de Sankai juku.

Butō o no butō

Sankai juku alcanzó muy pronto un nivel de sofisticación técnica, de luminosa elegancia y de pureza dancística inimaginables a principios de los años ochenta del pasado siglo. Sin duda, a ello contribuyó en buena parte el apoyo del director del Théâtre de la Ville de París, Gérard Violette (1937-2014).

Todavía hoy, pasados más de cuarenta años desde su presentación en la capital gala, los críticos y puristas siguen preguntándose si los espectáculos creados por Amagatsu Ushio para su Sankai juku pueden considerarse verdadero butō. Se le reprocha que la original excitación y la innovadora energía del primer butō, el de Hijikata, las ha sistematizado y domesticado en exceso, y que lo ha convertido en un arte clásico perfectamente reglado, como lo es el ballet en Occidente.

Sankai juku: Umusuma, 2012. Foto: web de Sankai juku.

El poder del gesto, las formas de estar en el escenario y la relación con la gravedad convierten al butō en algo realmente innovador, incluso subversivo. Mientras que en la danza moderna occidental los bailarines mantienen casi siempre una posición vertical, en el butō flexionan las piernas y bajan el centro su gravedad rozando el suelo en no pocas ocasiones. 

Muchos de los diseños coreográficos del butō muestran una cierta inestabilidad y una postura frágil, a diferencia de las posiciones triunfantes de los atléticos bailarines de Maurice Béjart (1927-2007) o de los cuerpos erguidos, firmemente controlados de Merce Cunningham (1919-2009).

La compañía Ariadone en Zaratustra, 1980. Foto: web de Murobushi Kō.

Circularidad

Desde aquel 1980 cuando los asistentes al Festival de Teatro de Nancy vieron por primera vez una actuación de la compañía de Amagatsu, la incuestionable y refinada belleza de sus obras no ha cesado de sorprender y maravillar al público francés y en particular al de París. El hecho de que su segundo cuartel general después del de Tokio se encuentre en la capital gala, confiere a Sankai juku un pedigrí cultural muy exportable al resto de teatros occidentales, especialmente a los americanos. Al mismo tiempo, el aura parisina que le proporcionan sus estrenos en París otorga a sus montajes un toque francés muy apreciado en Japón.

Sankai juku: Kinkan shōnen, 1978.
Foto: Laurent Paillier, www.phostosdedanse.com

El origen del butō es cien por cien nipón a pesar de que su inspiración, como ocurre tantas veces, partió de mucho más allá de sus fronteras. Como dice el gran especialista en teatro japonés, Benito Ortolani en la página 277 de su libro The Japanese Theatre. From Shamanistic Ritual to Contemporary Pluralism:

El butō, como los logros de Suzuki Tadashi (1939-) en la formación de actores, representa un ejemplo del fenómeno de “circularidad” en las artes japonesas de la performance. Instruidos por profesores occidentales que quedaron profundamente impresionados e influenciados por las artes teatrales clásicas de Japón, los jóvenes artistas nipones se forman en las artes europeas de la performance al mismo tiempo que “redescubren” los tesoros de sus propias tradiciones. La mayoría de los artistas creativos volvieron a las fuentes de su formación japonesa, pero solo después de que la experiencia occidental hubiese dejado una huella indeleble en ellos.

Ballet versus butō

Los coreógrafos y bailarines de butō evitarán siempre el estirar los miembros, el buscar la línea, el apoyarse en la simetría. Intentarán encoger su cuerpo tanto como les sea posible, prestarán atención a la ocupación del espacio, al espacio entre las partes o zonas del cuerpo, entre los dedos.

El butō no pretende liberar al bailarín de su peso, ni presumir de la ausencia la gravedad. Su mundo no es el de los cuerpos elásticos, casi sin huesos y articulaciones, que saltan y se suspenden en el aire de forma inverosímil. El butō es la danza de la expresión abrupta del cuerpo, tanto de su ligereza como de su pesadez, tanto de su dolor como de su placer; es una danza en la cual el desequilibrio ocupa un importante lugar.

Sankai juku: Kinkan shōnen, 1978.
Foto: Laurent Paillier, www.phostosdedanse.com

Nacimiento y muerte

En el butō cada instante es un renacimiento, pero para renacer hay que enfrentarse a lo desconocido que es la muerte, es decir, acercarse al origen que produce la vida. Así, cada movimiento ha de poder danzar el dolor y transformarlo; la ansiedad y transformarla; el placer y transformarlo; ¿en qué?, nunca se sabe.

Sankai juku: Kinkan shōnen, 1978.
Foto: Laurent Paillier, www.photosdedanse.com 

Con esto finaliza este artículo consagrado a modo de conclusión. Sin embargo, aún quedan algunos temas que me gustaría tratar en el último de esta larga serie y que dejo para dentro de dos semanas.