Algunos ryokan "modernos", 2: el Otaru Ryōtei Kuramure
En el anterior artículo presenté un albergue cuya
arquitectura era el resultado de una rehabilitación integral que utilizó
acabados, materiales y mobiliario tanto tradicionales como modernos para crear una atmósfera inconfundiblemente nipona. No obstante, en puridad, ya no
podría decirse que se trataba de un ryokan clásico, a pesar de sus habitaciones
con tatami, baños ofuro y cocina kaiseki.
Pues bien, hoy hablaré de un establecimiento que da un paso
más en ese sentido. Me parece que quienes tenían dudas de si el ryokan que comenté
en el anterior artículo, el Hoshinoya de Kioto, era o no era un verdadero ryokan, es muy posible que con el que presento hoy, el Otaru Ryōtei Kuramure, ya no las tengan; aunque también podría pasar todo lo contrario, que aumenten sus incertidumbres y se pregunten: ¿dónde está el límite entre un albergue que se califica de ryokan y uno que no?
Página web del "hotel".
Aunque en la página web del Kuramure no aparece el
término ryokan, sino el de hotel, la atención al cliente, la cocina que
ofrece y los diferentes baños con aguas termales sí son claramente japoneses. Ante
esta situación, surge la eterna pregunta: ¿dónde se
encuentra la tradición, en la forma o en el espíritu? Voy a dejar que la respuesta a esta cuestión la piense el lector, pues ahora solo voy a presentar al Otaru Ryōtei Kuramure, el primero de tres establecimientos hoteleros de diseño radicalmente moderno que veremos en este final de serie sobre el ryokan.
El Otaru
Ryōtei Kuramure, inaugurado en el año 2002 a partir de un proyecto de
Nakayama Makoto (1955-), es un edificio singular, situado junto a un riachuelo,
que llama la atención por su volumetría exterior inspirada en los almacenes tradicionales
japoneses, los denominados kura. Su austera
imagen y el color oscuro de sus fachadas, muy alejados ambos de lo que se
espera de un albergue clásico, esconden unos interiores de acabados amplios y cálidos.
El Kuramure solo dispone de
diecinueve suites, todas ubicadas en pabellones independientes con diferentes tamaños, distribuciones y acabados. Siete de ellas son de dos pisos, algunas no
tienen tatami y podría creerse que son como las de cualquier hotel de
estilo internacional, aunque no sea así como veremos enseguida. Otras
incorporan el clásico kotatsu, un brasero bajo una mesita del que ya hablé en otro artículo de esta serie. Finalmente, todas disponen de un baño privado
de tipo japonés alimentado con las aguas geotermales de la zona.
En la
ilustración siguiente se aprecia la planta del establecimiento. En la zona inferior
derecha y numeradas a partir del 101 se sitúan las diferentes suites. Las
de mayor tamaño tienen vistas directas al riachuelo vecino. En la zona superior
izquierda se encuentran los comedores independientes asignados a cada suite.
Obsérvese
que en el plano no hay
ni habitaciones con el número 104, 204 o 304 ni comedores con el 4 o 14. La
razón de esa ausencia es la misma por la que en los hoteles occidentales tampoco existen el 13, 113, 213, etcétera. En Japón, el número 4 se considera de
mal agüero pues una de sus pronunciaciones es igual que la de “muerte”.
Planta del Ryōtei Kuramure de Otaru, Hokkaidō. Ilustración de la web del hotel. |
En el Kuramure se ha querido mantener la costumbre de los ryokan tradicionales de ofrecer la cena en un entorno privado, algo que permite degustarla cómodamente después de un relajante baño termal. Sin embargo, en vez de servirla en las suites de los clientes, se ha preferido hacerlo en un comedor independiente asignado a cada una de ellas a modo de pequeño reservado.
A pesar
de la modernidad de su volumetría y sus interiores, el Otaru Ryōtei Kuramure mantiene algunos de los
rasgos de la arquitectura japonesa más tradicional, especialmente los que se refieren a la textura de los materiales utilizados en los suelos y paredes.
Incluso los juegos de cama se han fabricado según las técnicas locales de
tejido y teñido de la seda.
En la fotografía siguiente se aprecia que, a pesar de la modernidad del ambiente, el interior de la estancia mantiene algunos rasgos clásicos. La gran cristalera que permite vistas al verde entorno exterior es uno de ellos, aunque podría decirse que esa misma solución puede darse en un edificio occidental.
Sin embargo, lo que delata su "japonesidad" es la altura del punto de vista de una persona cuando se sienta en esa especie de banco muy bajo (donde se han colocado los cojines). La mesita cuyo sobre queda al mismo nivel que el alfeizar del ventanal no tiene más de 40 o 45 cm de altura, cuando en nuestro entorno tendría unos 70 o 75 cm. Esa diferencia, que condiciona el mencionado punto de vista, es uno de los parámetros que califican un ambiente como japonés.
Uno de los apartamentos con vistas al riachuelo vecino del Ryōtei Kuramure de Otaru,
Hokkaidō.
Foto de la web del hotel.
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En las tres ilustraciones siguientes se muestra la planta y el
interior de uno de los apartamentos de dos pisos. Su diseño es decididamente
moderno, pero utiliza elementos tradicionales como el tatami, aunque de
medida cuadrada en vez de la tradicional de 90x180 cm.
Planta de los apartamentos de dos plantas del Ryōtei Kuramure de Otaru,
Hokkaidō.
Ilustración de la web del hotel.
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Zona del salón en la planta baja del apartamento anterior. La
escalera lleva al dormitorio y baño.
Foto de la web del hotel.
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Obsérvese en las dos fotografías del interior de ese apartamento la ausencia de gadgets modernos o tecnológicos. No vemos ni el televisor ni el minibar ni la caja fuerte, elementos típicos y tópicos incluso en los hoteles occidentales más elitistas desde el punto de vista del diseño. Ya he comentado en otros artículos que en los ryokan más clásicos se procura ocultarlos.
Del mismo modo que encontramos lógico que toda la ropa, faldas, pantalones, abrigos, cazadoras, etcétera, se guarde en armarios y no se "desparrame" por la habitación, no deberíamos ver como descabellado aplicar esa idea a otros elementos que no se utilizan de forma continuada.
Zona de tatami en la planta baja del apartamento anterior. Foto de la web del hotel. |
Los baños
comunitarios del Kuramure mantienen los patrones clásicos de este tipo de instalaciones en
los ryokan más tradicionales. Junto a grandes piletas de agua, una amplia abertura al
exterior permite disfrutar del agradable murmullo del arroyo que discurre a muy
pocos metros.
Uno de
los baños comunitarios del Ryōtei Kuramure de Otaru, Hokkaidō. Foto de
la web del hotel.
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El Kuramure también dispone de un pequeño pabellón destinado
a la ceremonia de té. Su diseño moderno lo aleja de la idea clásica de una
cabaña de té, pero mantiene su misma austeridad y sencillez. Sus tatami
son de formato cuadrado, como el utilizado en las habitaciones de huéspedes.
La
moderna casa de té del Ryōtei Kuramure de Otaru, Hokkaidō, con sus tatami
cuadrados.
Foto de la web del hotel.
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Con esto finalizo este artículo dedicado a un establecimiento hotelero que, a pesar de su diseño arquitectónico y sus interiores modernos, ofrece a sus
clientes unos servicios y ambientes genuinamente japoneses. En la siguiente entrega avanzaremos aún más en este camino que, seguro muchos piensan, nos aleja de lo que realmente es un ryokan japonés.
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