martes, 27 de julio de 2021

Japón y el mundo del té, IV

La ceremonia de té en Japón. Los primeros maestros, 1

Después del comentario sobre la ceremonia de té en China que hice en el anterior artículo, hoy hablaré de los primeros maestros de té japoneses.

Las referencias más antiguas escritas en Japón sobre los beneficios de beber té datan de principios del siglo XIII, y a mediados de esa centuria ya se realizaron varias plantaciones en los alrededores de Kioto. Poco a poco fue extendiéndose la costumbre de saborear su infusión, primero entre monjes y enseguida entre gobernantes y samurai cultivados. 

Kanō Osanobu y Kanō Masanobu: páginas del 2º volumen de Concurso poético de artesanos
1846. Museo Nacional de Tokio. A la derecha, un servicio de té al aire libre ofrecido por un monje budista; 
a la izquierda, un vendedor ambulante. Foto: Wikimedia Commons.

Como resultado de esa difusión, a partir de las últimas décadas del siglo XV, los primeros maestros empezaron a fijar algunos criterios de cómo debía degustarse el té. Sin embargo, muy pronto sus consejos comenzaron a tener en cuenta otros muchos aspectos además de los relacionados con la simple elaboración de su tisana. 

Por ejemplo, indicaban qué tipo de utensilios tenían que emplearse, cómo había de ser la habitación donde se realizaba e incluso la manera de diseñar la zona de acceso, es decir, el jardín que se cruzaba hasta llegar al lugar donde se encontraba el anfitrión.

Con los años, esas pautas se convirtieron en un estricto protocolo que iba más allá del entorno del té y que llegó a involucrar a varias artes durante siglos. Eso lo iremos viendo a lo largo de esta serie.

En la ilustración siguiente se observa a dos mujeres preparando los utensilios para una ceremonia que se va a celebrar en una habitación anexa. En los estantes se distinguen varios juegos de bandejas y cuencos de diferentes tipos. La mujer arrodillada está preparando las viandas que se servirán para acompañar al té.

Toshikata Mizuno: Preparando una ceremonia de té, de la serie Ceremonia de té
xilografía, 26x38 cm, 1897. Foto: Wikimedia Commons. 

Se denomina temae al protocolo global de una ceremonia de té, es decir, las diferentes formas de manejar los utensilios. Hay que tener presente que no existe una única manera de realizarla, pues cada escuela ejecuta los mismos movimientos con ciertas variaciones.

En la segunda mitad del siglo XX, la escuela Urasenke, ideó un tipo de protocolo, llamado ryūrei, pensado para personas que se no se encuentran cómodas si se sientan en un tatami al estilo japonés. 

Hay que tener presente que ese inconveniente no es menor. Si un invitado está preocupado porque la postura que se le exige le resulta no solo incómoda, sino incluso dolorosa, se echa a perder la sosegada atmósfera que se desea crear en una ceremonia de té. Para solventar ese hecho, se ideó un sistema de movimientos del anfitrión que tenían en cuenta que los asistentes están sentados en sillas o taburetes frente a una mesita.

La fotografía siguiente es de una ceremonia de ese tipo, aunque se lleva a cabo en un entorno muy formal, pues vemos que en la habitación hay un tokonoma en el que cuelga una pintura de tema budista, un sencillo arreglo floral en una vasija cerámica (casi oculto por la oficiante) y un objeto sobre una mesita de estilo chino. Al lado del tokonoma hay unos muy ortodoxos estantes escalonados, llamados chigaidana

Ceremonia de té realizada con protocolo ryurei sobre una mesita. Foto. Wikimedia Commons.

Es importante tener en cuenta ciertos criterios cuando se eligen los diferentes objetos que se colocan en la estancia donde se va a celebrar la ceremonia y en especial en su tokonoma. En primer lugar, deben ser adecuados a la estación del año y, a continuación, ser "compatibles" entre sí, evitando tanto la reiteración innecesaria como un contraste inapropiado por excesivo. 

En la fotografía anterior, la pintura retrata al monje indio Daruma, el fundador del budismo chan en China, mientras que el objeto expuesto seguramente (no puedo asegurarlo por la fotografía) es de origen chino, pues la mesita sobre la que está colocado es de claro diseño chino. Es decir, en el tokonoma rige una meditada coherencia interna.

Obsérvese el detalle de esa pequeña alfombra de color rojo bajo la mesita. Con toda seguridad se colocó para evitar que las patas de la mesita estropearan el tatami pues, además de su propio peso, el hornillo, el calentador del agua y el contenedor cerámico deberían pesar bastante. Esa concesión, sin embargo, no perturba el ambiente.  

En el siglo XV cristalizó uno de los conceptos más importantes en una ceremonia de té: generar un entorno relajado y bello pero alejado de cualquier alarde o exhibicionismo estético. Ese proceso de concreción y depuración lo llevaron a cabo tres personajes que han pasado a la historia del chadō.

El primer maestro de té: Murata Jukō (1423-1502).

Murata Jukō buscaba la simplicidad en la manera de servir la infusión de té y renunció a los materiales como el marfil o la plata, muy valorados por su escasez y precio por las clases pudientes, en favor de otros como el humilde bambú. Ese enfoque, que iba en contra del que tenían los aficionados a finales el siglo XV, debía mucho a su formación como monje zen.

Murata fue el primero que descubrió la belleza de la “imperfecta” cerámica japonesa. Su rugosa textura, sus irregulares vidriados, sus marcas de cenizas eran “defectos” que valoraba más que la inmaculada perfección de la superficie de las piezas chinas de porcelana o celadón.

La sencillez e incluso la rusticidad de las cerámicas que apreciaba Murata se adecuaban muy bien a la sobria manera de servir el té que propugnaba. Era el primer paso en la búsqueda de la más concentrada expresión en todo lo que rodeaba a la vía del té, desde su cuenco y su minúscula cucharilla de bambú, hasta la habitación donde se llevaba a cabo y su jardín. Ahí se encontraba una de las características más definitorias de su planteamiento: la ausencia de cualquier signo de pompa.

Murata Jukō. Foto: Wikimedia Commons.

Por todas esas innovaciones, Murata debe considerarse el primero de los maestros de té japoneses que se desligaron de la tradición china. Ese proceso innovador se inició cuando comenzó a invitar a sus conocidos a reuniones donde los agasajaba con una infusión y un pequeño refrigerio y en las que, poco a poco, fue aplicando sus ideas, cada vez más depuradas.

Su fama llegó muy pronto hasta Ashikaga Yoshimasa (1436-1490), quien le propuso que organizara una reunión para degustar té a la que asistieron Nōami (1397-1471) y Sōami (1472-1525), ambos consejeros artísticos del shōgun. El prestigio de Murata llegó a tal nivel que nobles y samurai ilustrados rivalizaban para asistir a los encuentros que organizaba alrededor de un cuenco de la preciada infusión verde. Murata fue el primero en estipular meticulosamente cómo preparar el té y manipular los utensilios.

Dentro de quince días hablaré del segundo de los grandes maestros de té del Japón clásico: Takeno Jōō.