El jardín seco de Zuisen-ji
Después de la introducción de la semana anterior, comienzo hoy una serie dedicada a comentar una de las
tipologías que ha despertado más admiración en Occidente: la del jardín seco japonés. El número de publicaciones, estudios y comentarios de todo tipo
que tratan este tema es gigantesco, muchos de ellos son realmente serios y concienzudos, pero algunos,
lamentablemente, resultan superficiales y tópicos. Espero que mi contribución caiga más cerca de los
primeros que de los segundos.
Los denominados jardines secos también se conocen, incluso
entre los no especialistas, por su nombre japonés: kare sansui (también se escribe karesansui). La expresión kare-san-sui,
significa palabra a palabra “seca-montaña-agua”, y se refiere a un tipo de
jardinería en el que las tradicionales colinas y estanques de los parques de la
época Heian son sustituidos por elementos “secos”: rocas como “montañas secas” y
gravilla como “agua seca”. O dicho de otra forma, es un término que se aplica a jardines donde nunca se
emplea agua.
En las anteriores entradas sobre jardinería comenté los parques
imperiales de Nara, los de estilo shinden (verla aquí) y los del paraíso en el periodo Heian (1ª parte aquí), (2ª parte aquí), (3º parte aquí). Hoy hablaré en concreto de un jardín
construido en el periodo Kamakura en esa ciudad. Pero antes, permítaseme hacer
una pequeña introducción sobre las diferencias entre la ciudad de Kioto, la
capital imperial, y Kamakura, la sede del gobierno militar.
El periodo Kamakura (1185-1333) supuso el declive de los
aristocráticos ambientes que propiciaron la aparición de los jardines y villas
de estilo shinden. Una nueva clase,
los samurai, había tomado las riendas
del poder, tras lo cual decidió trasladar su gobierno militar lejos de la
capital imperial, a Kamakura. Ahí nació el régimen de los shōgun y empezó a gestarse una atmósfera muy diferente
de la que se respiraba en la sofisticada Kioto.
Uno de los factores que influyó en la creación de ese nuevo
ambiente, fue el apoyo que el estamento castrense otorgó a una nueva secta
budista que contradecía las esotéricas doctrinas de las, hasta entonces más
extendidas, órdenes tendai y shingon; era el budismo zen.
El zen tuvo una
importancia decisiva en el desarrollo no solo de la jardinería de Japón, sino
también de la pintura. Muchos monjes japoneses viajaban a China para realizar
largas estancias en monasterios budistas y poder estudiar con afamados maestros
zen de ese país. A su regreso, tanto ellos como no pocos bonzos chinos que huían de
la invasión mongol, fueron muy bien recibidos por los militares de Kamakura.
Fue ahí donde se instalaron las primeras congregaciones zen de Japón y donde, en mi opinión, se encuentra el antecedente de
lo que serán los futuros jardines secos japoneses: el de Zuisen-ji.
El jardín de
Zuisen-ji
Zuisen-ji es un templo zen de Kamakura fundado por
Musō Soseki (1275-1351) en 1328 bajo el patrocinio del shōgun. Musō Soseki había estudiado doctrina zen con un monje chino en Kamakura y a partir de 1325, cuando se le otorgó el cargo de prior del famoso Nanzen-ji en Kioto, su nombre empezó a relacionarse con muchos de los jardines de las congregaciones zen en la capital. Sin embargo, en pocos casos existen pruebas concluyentes de que
Musō fuese verdaderamente su autor. De
ahí surgen las discrepancias entre especialistas y las diferentes informaciones
que aparecen en muchas publicaciones. En lo que sí existe unanimidad es en la
capacidad que tuvo para influir en la renovación o incluso en la construcción
de muchos jardines, aunque sin llegar a ser su verdadero creador, o diseñador como
diríamos hoy día. No obstante, sí hay evidencias fehacientes de que Musō Soseki fue el autor del jardín de Zuisen-ji.
Zuisen-ji es popularmente famoso por la exuberante belleza del
jardín situado frente a su pabellón principal, pero lo que realmente otorga relevancia
histórica al templo, desde el punto de vista de la jardinería, es lo que se
descubre en su parte posterior. Allí, entre la fachada del edificio y una
escarpada ladera de piedra, una estrecha faja de hierba cubre solo parte de un
terreno rocoso en el que se ha excavado una pequeña balsa de agua. Su pétrea
desnudez se extiende por todo el jardín y sube por la casi vertical pared
hasta encontrarse con la frondosa vegetación que cuelga desde lo alto.
A primera vista nada hace suponer que estemos ante un
jardín. Apenas hay arbustos y solo una discreta alfombra de hierba cubre una
pequeña parte del suelo. Tras esa impresión, casi de aridez, y la sorpresa que
produce el brusco cambio experimentado desde la entrada del templo, empezamos a
descubrir una gruta excavada en la pared de piedra, un puente arqueado que
salta por encima del agua, un poco más allá unos bastos escalones tallados en
la roca y un camino que conduce a la zona alta del escarpado perdiéndose entre
la maleza que crece allí arriba. Siguiendo ese empinado camino se
puede acceder a un mirador desde donde se descubre una impresionante vista del
monte Fuji, un panorama que los monjes chinos de la época que visitaron
Suizen-ji admiraron profundamente. Ese recorrido no es actualmente accesible.
Musō Soseki: jardín de Zuisen-ji, siglo XIV, Kamakura. Foto:
www.yunphoto.net.
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En la foto anterior se aprecia que el foco del jardín se concentra
en el elemento pétreo. Tanto el suelo, que se excavó para crear una balsa de
agua, como la ladera de la montaña se dejaron que manifestaran su verdadera
naturaleza, sin intentar disimular su aridez con vegetación alguna. Incluso el
agua estancada en la roca parece mostrarse temerosa, no hay en ella nada de la altiva
presencia de los estanques en los jardines de los años heian.
Musō Soseki: jardín de Zuisen-ji, s. XIV, Kamakura. Foto: J. Vives. |
Debo hacer notar que mis fotos fueron realizadas en invierno, cuando las hierbas
que crecían entre las rocas todavía mostraban un color ocre.
En este austero ambiente se encuentra el germen de los
jardines secos. Aquí, Musō todavía sintió la necesidad de contemplar una
superficie de agua, aunque fuera pequeña. Pero el aprovechamiento de la roca
desnuda, como generadora de un ambiente completamente diferente del que se puede
crear con la vegetación, fue un planteamiento realmente innovador.
Cuando se contempla Suizen-ji después de haber visto algunos
de los grandes jardines secos de Kioto (que presentaré en los próximos artículos), resulta evidente su importancia como
antecesor de todos ellos. La sencillez y simplicidad de este espacio serán algunas de las constantes de los jardines creados por o para los monjes zen.
En la próxima entrega hablaré de otro hito en la jardinería
japonesa, también atribuido a Musō Soseki, que dio un paso más en la evolución de los
jardines secos y en concreto en el empleo de las rocas. En una semana diré de qué se trata.