martes, 17 de junio de 2025

Curso de arte japonés, art. 27º. Cerámica, V

La cerámica del siglo XVII al XIX

Hace quince días, el anterior artículo concluyó con las últimas fases de la evolución de la cerámica durante la Edad Media japonesa. Hoy seguiremos avanzando en ese recorrido para entrar en lo que he denominado Edad Premoderna, que abarca desde el año 1603 hasta el 1912. Es decir, los periodos Edo y Meiji.

Durante el corto periodo Momoyama (1573-1603) se produjeron importantes innovaciones en la cerámica japonesa gracias a la llegada al país de numerosos artesanos coreanos. Seguramente el más importante de esos avances fue la introducción de un nuevo horno que, a diferencia de los usados hasta entonces, tenía en su interior varias cámaras situadas a diferente altura. Ese fue el primer paso para fabricar porcelana en Japón, algo que se logró en la época Edo, a principios del siglo XVII.

Hasta el siglo XVI, en el archipiélago japonés solo se producía cerámica esmaltada en Seto y Mino, y gres vitrificado de forma natural en el resto del país. No existía en territorio nipón nada parecido a las porcelanas chinas. En esa época, muchos centros alfareros tenían hornos escalonados multicámara que permitían alcanzar las altas temperaturas que se necesitaban para fabricar porcelana. Sin embargo, faltaba encontrar la materia prima, un tipo de arcilla libre de impurezas, es decir, caolín.

Cuenco seto, altura: 12,6 cm, boca 11,1 cm, periodo Edo, s. XVII.
Museo Nacional de Tokio.
Foto: web del museo.

Esto último se logró, igual que la construcción de los hornos multicámara, gracias a los artesanos coreanos que llegaron en esos años a la antigua región de Hizen en la isla de Kyūshū, un área situada a caballo entre las actuales prefecturas de Saga y Nagasaki. Parece ser que fue uno de esos emigrantes quien descubrió en 1616 un yacimiento de caolín en los alrededores de Arita. Hasta finales del siglo XVIII, en Japón solo se fabricó porcelana en esa zona.

La porcelana tenía ciertas ventajas respecto a las piezas creadas hasta entonces en el archipiélago nipón. Era dura, resistente y su blancura le otorgaba una prestancia que solo se había visto en objetos chinos. Sin embargo, a pesar de que su fabricación representó un salto técnico y artístico notable, en otras zonas de Japón continuó fabricándose el gres tradicional.

Plato de porcelana de Arita con diseño de flores y frutas, diámetro: 26,4 cm, ca. 1640.
Museo de Cerámica Oriental de Osaka. Foto: Muda Haruhiko en la web del museo.

Pero en esos comienzos del siglo XVII todavía se debían solventar muchos problemas para decorar la porcelana con esmaltes. Algunos de los más importantes tenían que ver con la compatibilidad entre los pigmentos de las decoraciones, las coberturas y la masa de caolín, en concreto sus respectivos comportamientos ante las altas temperaturas.

A pesar de las ventajas de la tersa superficie, poco peso y cristalina apariencia de la porcelana respecto a la loza y el gres que se fabricaban en Japón, sus habitantes seguían prefiriendo las texturas rugosas, las coberturas densas y las formas irregulares en las piezas que usaban diariamente. Este hecho podría haber limitado mucho el avance en la fabricación de la porcelana en Japón; sin embargo, su exportación a Europa soslayó ese posible estancamiento.

Plato de porcelana imari con diseño de plantas y pájaro, diámetro: 31,7 cm, s. XVII.
Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo.

Hay que remarcar que la decoración de las porcelanas que se destinaban a la exportación era muy diferente de la que se aplicaba a las piezas pensadas para el consumo interior. El gusto europeo estaba, y sigue estando, muy alejado del japonés, pues si los occidentales preferían la cerámica polícroma, los japoneses se decantaban por un discreto diseño monocromático. La fotografía siguiente, como la anterior, es del tipo de porcelana que se exportaba a Europa.

Jarrón de porcelana de Arita con diseño de flores, altura: 42,1 cm, 1680-1710.
Museo de Cerámica Oriental de Osaka.
Foto: Muda Haruhiko en la web del museo.

La crisis política que desencadenó el cambio de dinastía en China en 1644 provocó una drástica reducción en la exportación de todos sus productos, incluida la porcelana. Gracias a ello, los japoneses, que en esos años ya habían perfeccionado su técnica, se encontraron con un inesperado y pujante comprador exterior. De esa forma, el mercado occidental descubrió la cerámica japonesa y las exportaciones de las piezas manufacturadas en Hizen empezaron a aumentar año tras año.

Conviene subrayar que, en esa época, la porcelana dirigida al consumo interior no se distribuyó en Occidente y, viceversa, las piezas decoradas que se enviaban a los países del Viejo Continente tampoco se vendían en el archipiélago nipón.

Porcelana imari

La nomenclatura empleada en la porcelana japonesa merece una explicación. Porcelana imari era la denominación que recibía la fabricada en los alrededores de la población de Arita, lugar donde se encontró por primera vez caolín en Japón. El aplicar el calificativo de imari en vez de arita se debía a que toda la producción se enviaba por vía marítima a través del cercano puerto de Imari. Ese fue el nombre por el que se conoció en Europa la cerámica importada de Japón.

Sin embargo, con los años, en esa misma área se fabricaron porcelanas de características especiales que recibieron otros calificativos. Las más célebres fueron las llamadas kakiemon, dedicada a la exportación a Europa a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, y nabeshima, de gran calidad y destinada exclusivamente a los grandes señores feudales.

Porcelana kakiemon

A finales del seiscientos, la porcelana kakiemon se exportaba en grandes cantidades al Viejo Continente a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Sin embargo, cuando en el siglo XVIII las fábricas europeas comenzaron a fabricar copias de las piezas japonesas, dejaron de fabricarse en Japón, un hecho que demostraba que su demanda interior era mínima.

Jarrón de porcelana imari, tipo kakiemon, con diseño de flores,
altura: 30,1 cm, s. XVII. Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo.

Porcelana nabeshima

La cerámica nabeshima se empezó a fabricar en 1675 y alcanzó su mayor esplendor a principios del siglo XVIII. Su nivel técnico y artístico era altísimo y en su producción se empleaban los mejores materiales y pigmentos de la época, pues sus destinatarios eran el propio shōgun y altos señores feudales.

Plato hondo de porcelana nabeshima, diámetro: 20,8 cm, altura: 5,5 cm, s. XVIII.
Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo.

Porcelana kutani

Kutani es una población en la actual prefectura de Ishikawa. En un principio se pensaba que la denominada porcelana kutani se fabricaba en los hornos de esa localidad, pero a partir de investigaciones realizadas a lo largo del siglo XX, se pudo demostrar que todas las supuestas cerámicas de Kutani se habían creado en Arita. A pesar de ello, se ha seguido calificando de kutani a las piezas que tenían un tipo de decoración que las diferenciaba claramente de las restantes producidas en Arita.

Plato hondo de porcelana kutani, diámetro: 35,0 cm, altura: 7,3 cm, s. XVII.
Museo Nacional de Tokio. Foto: web del museo.

La cerámica kutani se dedicó principalmente a menaje de mesa como bandejas, platos, tazones y botellas, objetos que siempre exhibían una riqueza inventiva sorprendente. Su brillantez y colorido recordaban ciertos rasgos representativos de la sociedad de periodo Edo.

Para no hacer excesivamente largo este artículo, dejo para dentro de dos semanas el continuar hablando de la cerámica de los periodos Edo y Meiji.